Michel Bouquet interpreta a el pintor Pierre Renoir en la pelicula de Gilles Bourdos.
El nombre de Renoir, padre e hijo unidos en la misma celebridad y resonancia de lo que nos parece que siempre estuvo allí, más como un hecho en sí mismo inherente a la historia del arte que una concreción en dos personas que, de hecho, vivieron. Pierre Renoir, el pintor, y Jean, su hijo el cineasta, se encuentran en este filme situado en la encrucijada de 1915, cuando el joven marcha al frente para iuchar por Francia en la primera guerra mundial y el viejo consume sus últimos días con la amargura de tener dos hijos en el frente y el duelo por el fallecimiento de su esposa. Un Renoir viejo y algo amargado junto a un adolescente Jean confuso y romántico destinados a colisionar y cuya disputa cobre materia en la forma de la última modelo del primero y primera actriz del segundo, Andrée Heuschling, mujer que como dice Borudos es la única en estar en la Cinemateca francesa y en el museo de Orsay al mismo tiempo. Con estos mimbres, Bourdos construye un filme complejo e impecable sobre la creación artística, la transmisión de valores y a ratos incluso sobre la historia de Europa entera en el que se aborda la pasión por las mujeres y el conflicto generacional de dos hombres que en realidad se parecen mucho.Pregunta.- ¿Cuándo vio el potencial cinematográfico de los Renoir?
Respuesta.- Llegué de una manera bastante sorprendente. Me gusta mucho perderme en los museos, y un día en el Met en Nueva York, casi por casualidad, me topé con una sala donde había Cezannes y Renoir. Me di cuenta hasta qué punto en mi fascinación había un sentimiento de identidad. Yo crecí en el Mediterráneo, en Niza, en el centro del impresionismo. Porque en Niza lo que hay es pintura. Ahí están Matisse o Picasso también. Fue una sensación muy fuerte y leí mucho sobre ambos. El segundo momento mágico fue cuando descubrí a Andreé Heuschling porque ella me daba la clave para hacer una película. Por fin tenía una historia que además me permitía relacionar la pintura y el cine cono ese padre e hijo.
P.- ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de ficción en su película?
R.- Hay elementos reales y elementos de ficción pero que tienen un sentido dentro de lo que pudo suceder. No existe, por ejemplo, una información precisa de cómo Andrée se puso en contacto con Pierre Renoir. Hay muchas leyendas al respecto en parte impulsadas por Jean, que era un maravilloso contador de historias, un absoluto mentiroso. Le gustaba inventar una bella historia, que la madre de Andrée, ex amante de su padre, había mandado a su propia hija como último regalo para que le hiciera de modelo. Otra leyenda dice que Andrée se presentó primero a Matisse y cuando éste la vio dijo: "No es un Matisse, es un Renoir". Lo más lógico es que fuera la propia Andrée la que se presentara directamente. Lo maravilloso del asunto como director de la película es que al mismo tiempo tienes una documentación que te da unas bases claras pero también tienes espacio para la imaginación y el romanticismo. Tenemos, también, la verdad de los cuadros. Y hay elementos indiscutibles, como que la venta de algunos financió la primera película de Jean. Es fantástico que Renoir llegara a ser director porque su mujer quería ser actriz. Me fascina su ambición, cuándo se pregunta por qué ella es peor que una actriz de Hollywood.
P.- El retrato de Renoir no es complaciente, lo vemos no solo enfermo y preocupado por sus hijos, también amargado y hasta insolente.
R.- Las circunstancias son terribles, la guerra, los hijos en el frente, la muerte de su esposa... Hay un elemento más que es la lucha contra la muerte, ese es un combate muy duro que tiene un precio. Creo que la negatividad de Renoir es fundamental para entender su obra, la pintura es su respuesta a la negatividad del mundo, es una lucha contra el dolor. Esto le pide mucho esfuerzo, crear se acaba convirtiendo en un acto de abnegación.
P.- A pesar de su imagen, Renoir huye del romanticismo. Afirma que es un "obrero de la pintura", desdramatiza su propia labor.
R.- Es una paradoja que arrastra la familia. Renoir padre tenía orígenes obreros, creció en Limoges, una región en la que se hacía la porcelana y la cerámica. El es hijo de esa tradición familiar que se vio muy alterada por la aparición de las máquinas. Todo hubiera sido muy distinto si hubiera sido hijo de un banquero o de un intelectual. Al mismo tiempo vemos que en sus últimos años se hizo considerablemente rico y no dejó de disfrutar de placeres burgueses. Se compra una casa inmensa y vive rodeado de atenciones y servicios. Esta paradoja también la vivió Jean toda su vida. Por una parte había sido educado con los valores obreros de su padre pero siempre disfrutó de su dinero. Para entender la obra de ambos, es fundamental tener en cuenta este conflicto.
P.- La rivalidad entre padre e hijo cristaliza en la figura de Andrée, ¿cree que es una rivalidad sexual o solo artística?
R.- Renoir estaba celoso de su hijo porque le había robado a su modelo. No conozco de otro caso de nadie que esté al mismo tiempo en el museo de Orsay y la cinemateca francesa. Cuando Andrée comienza a ser la musa de su hijo entiende la perturbación del padre, eso para él es insoportable. Pasamos del lienzo en blanco a la pantalla en blanco porque las modelos ejercen el mismo papel para los pintores que las actrices para los cineastas. Lo que vemos es la rivalidad por la posesión del eterno femenino. Es una disputa íntegramente artística. Para Renoir, como para Picasso, el cuerpo de la mujer, la femineidad, está en el centro de su obra. Renoir tiene esa sensualidad, esa emoción en bruto en sus cuadros que es lo que hace que conecte muy bien con la gente y lo odien los intelectuales, al menos los franceses.
P.- Hay un concepto clave con el que Renoir expresa su filosofía de vida: dejarse llevar por la vida como el corcho por el agua.
R.- He afrontado esta película como heredero de esa filosofía de vida. Ese concepto es el que une a los dos Renoir. Esa actitud que defiende el padre es la actitud de un artista, de alguien que va con los acontecimientos y no contra ellos. Hitchcock y Lang fueron arquitectos del cine y Renoir es muy distinto, tiene esa capacidad para captar el tiempo y atrapar lo que viene. Ese concepto de fluidez es la clave que define su obra, por eso en las pinturas de Renoir hay siempre tanta agua.
P.- ¿Comparte la opinión de Pierre Auguste de que los franceses no saben hacer cine? En España mucha gente piensa que los españoles, tampoco.
R.- Eso es algo que realmente dijo. Este complejo del cine europeo respecto al cine americano es muy antiguo lo cual resulta absurdo porque ningún americano sabe hacer películas como Buñuel. Estoy casado con una americana y noto con frecuencia el hecho de que soy europeo. La pervivencia de nuestra manera de entender el cine es indispensable. Si en Francia funciona un poco mejor que en otras partes es porque se protege y eso no debería cambiar nunca.