'Argo' triunfa en unos Oscar muy repartidos y musicales
La película de Ben Affleck y Los miserables se alzan con tres estatuillas, La vida de Pi con cuatro y Lincoln y Django con dos
25 febrero, 2013 01:00Ben Affleck. Foto: El Mundo
Han sido los Oscar más repartidos y más "americanos" de los últimos años. Si en 2012 ganaba una película francesa como The Artist y en tiempos recientes filmes británicos como El discurso del rey (2011) o Slumdog Millionaire (2009), esta vez se trataba de barrer para casa y premiar el talento con pasaporte de Estados Unidos. Daniel Day-Lewis, ese actor que literalmente se mimetiza con sus personajes, era el claro ganador por Lincoln y su Oscar ha aliviado en parte la condición de perdedora de esta ambiciosa película de Spielberg que lanza un mensaje de concordia y civilización al mundo. Jennifer Lawrence sorprendió al mundo cuando debutó con Winter's Bone, donde interpretaba con espectacular realismo a una adolescente de ese Estados Unidos rural y empobrecido. Por El lado bueno de las cosas, comedia romántica de vocación aparentemente rupturista, ha ganado su primer Oscar y se confirma como una gran actriz que borda su papel de amante desequilibrada. El tortazo que se ha metido al ir a recogerlo será probablemente de lo más recordado de esta gala.
Quentin Tarantino posee un estilo absolutamente único como director y es el gran alquimista por excelencia al ser un experto en reciclar materiales de la cultura popular como el spaghetti western en Django desencadenado y reconvertirlos en obras de gran altura. Sin embargo, hoy ha ganado su segundo Oscar por otra de sus habilidades, como guionista, creador de esos alambicados y verbosos diálogos que apuntan a la verdad dando circunloquios. Django desencadenado también ha dado su segundo Oscar al maravilloso Cristoph Waltz como secundario por su interpretación de ese falso dentista que se dedica a cazar recompensas y tiene oratoria de vendedor de crecepelo. Anne Hathaway es la estrella más brillante de la olvidable Los miserables y merece su Oscar sin ninguna duda. La película no es muy buena, pero ver en el escenario a su reparto de campanillas (sumen Hugh Jackman, Russell Crowe, Amanda Seyfried y es un escándalo) ha deparado uno de los mejores momentos de la noche. Finalmente, Amor, como estaba cantado, ha ganado el Oscar a la mejor película extranjera consagrando a Michael Haneke como el cineasta en jefe de Europa. En la categoría de documental, ha ganado Searching for Sugar Man, película dirigida por el sueco Malik Bendjelloul que sigue el rastro del misterioso cantante y compositor de los años 70 Sixto Rodríguez, cuya leyenda rescata.
Si en España la gala de los Goya se convertía en una tormenta de críticas y bromas ácidas contra el Gobierno, o contra el sistema, en Estados Unidos la sintonía es total. La aparición de Michelle Obama ha dado un certificado de legitimidad a una industria que encarna y difunde los valores de Estados Unidos. Qué diferencia escuchar a la primera dama hablar sobre la importancia de las películas mientras en nuestro país tantos políticos las ningunean y ridiculizan. La canción dice que "there's no show business as show business" y los Oscar se han dedicado a proclamar ese axioma a los cuatro vientos. El homenaje a James Bond, con Shirley Bassey cantando la totémica Goldfinger, Catherine Zeta-Jones reverdeciendo los laureles de Chicago o la británica Adele, ganadora, derrochando su poderosa voz con la canción de Skyfall han estado acordes con una gala en la que Hollywood ha reivindicado, como suele hacer, su condición de gran creadora de sueños.
Una pena que a McFarlane le haya faltado lo que sí tuvo Eva Hache, un poco más de mala baba. Y es que para los artistas suele ser más sencillo llevarse bien con el gobierno, pero para el arte suele ser mejor lo contrario. No ha habido frases memorables en una gala en la que lo memorable ha sido comprobar, una vez más, que los astros de Hollywood además de poseer mucho talento tienen un grado de formación insuperable. Qué fieras son los tíos.