El regreso de Delpy y Hawke, Coixet y el cine europeo encienden la Berlinale
Es difícil no emocionarse cuando aparecen en pantalla Ethan Hawke y Julie Delpy, la pareja que emocionó al mundo entero en Antes del amanecer. Los dejamos la última vez en París en 2004 en Antes del atardecer y era inevitable desear que después de aquel encuentro finalmente acabaran juntos. En la tercera parte, presentada esta mañana en la Berlinale, los vemos, efectivamente, no solo juntos, también casados y padres de unas gemelas. Si en aquella primera película veíamos un romance adolescente apasionado, una de esas "conexiones" profundas que alguna vez nos llegan en la vida, y en la secuela jugar al gato y al ratón, aquí se trata de dilucidar cómo mantener el amor cuando nacen los hijos, se impone la rutina y una pasa la vida hablando de "horarios, comida y trabajo". En una Grecia de postal, el matrimonio de cuarentones discute durante hora y media sobre la pervivencia de ese amor arrebatado y super romántico que todo el mundo ya conoce. Richard Linklater, tirando de travelling, vuelve a sorprendernos y conmovernos con unos diálogos ágiles, ingeniosos y divertidos con una gran carga de profundidad. Los fans de la serie no se sentirán decepcionados. Antes de la medianoche es una gran película que certifica el lugar que ocupa la pareja formada por Hawke y Delpy en la historia del cine.
En Panorama, Isabel Coixet ha presentado Ayer no termina nunca, en la que Javier Cámara y Candela Peña, que está sobresaliente, hablan sobre el amor, la vida y la muerte, en una España apocalíptica. Estamos en el año 2017 y nuestro país no es que vaya mal, va fatal, y mientras ella malvive en un coche en la más absoluta pobreza él ha prosperado gracias a que se ha trasladado a Alemania donde trabaja de profesor. Más allá de un cierto tono cafre, la película falla por ser demasiado pretenciosa y mezclar sin ton ni son la reflexión profunda con las obsesiones poppies de la Coixet como los chupa chups de sandía y demás cosas propias de su universo. Hay algunas imágenes poderosas en el filme que permanecen en la memoria aunque nos suenan un poco demasiado a Tarkovski y Peña demuestra que es una actriz grandiosa se le ponga lo que se le ponga por delante, pero mantener el interés del espectador durante una hora y media con solo dos actores es algo que a Linklater le ha salido muy bien en las películas recién mencionadas pero que a la directora se le atraganta. Al final, Ayer no termina nunca es sencillamente aburrida.
La Berlinale siempre ha tenido una gran querencia por las historias protagonizadas por homosexuales, no en vano incluso hay un premio oficial para la mejor película con personajes gays. Varias películas han venido a corraborar ese carácter gay friendly del certamen. La mejor es Vic and flo ont vu un ours (Vic y Flo han visto un oso), una película candiense, lado francófono, dirigida de forma magistral por Denis Coté. Nos cuenta la historia de dos lesbianas de pasado turbio, muy turbio, que se refugian en el bosque para empezar una nueva vida alejada de los peligros de la gran ciudad y de paso evitar a unos mafiosos que quieren matar a una de ellas. Lo más fantástico del filme es el veraz e inteligente retrato de la dinámica de una pareja en la que, como suele suceder, una está absolutamente enamorada y tiene miedo de perderla y la otra se deja querer. Todo es real y genuino en una cinta original que se disfruta como un thriller y deja poso al terminar. Muy buena.
La réligieuse, de Guillaume Nicloux, adapta una novela de Denis Diderot escrita en 1780 ambientada en ese mismo contexto. Cuenta una historia terrible, la de una joven de complicado origen que es recluida en un convento contra su voluntad. Con ecos de aquella extraordinaria Detrás de las colinas de Cristian Mungiu, asistimos a un descenso a los infiernos en toda regla en un centro religioso convertido en un centro de tortura. La película empieza bien y la actriz protagonista, Pauline Ettiene, da solidez y vida a su complicado personaje. Sin embargo, a medida que avanza la película y todo se va haciendo más truculento y sórdido y va perdiendo gas para desfallecer finalmente cuando aparece Isabelle Huppert como madre superiora con tendencias lésbicas y la cosa comienza a desbarrar. Demasiado larga y tortuosa, muy posiblemente el fallo del director ha sido una fidelidad a la obra literaria que probablemente funcionaba muy bien en literatura pero en cine funciona muy mal. Una pena porque podría haber sido una buena película.
Los amores homosexuales entre hombres aparecen en una joya insospechada. Fernando Tielve, aquel chaval de El espinazo del diablo y El embrujo de Shangai, al que hemos visto crecer admirablemente en películas como Seis puntos sobre Emma o la inédita en España Unmade Beds, que fue un gran éxito en Sundance, se come literalmente la pantalla en Lose Your Head, una película alemana de bajo presupuesto que es sencillamente admirable. Tielve interpreta a un joven español que viaja a Berlín para perderse por la inabarcable escena de clubs de una ciudad que hace gala de su juerga perpetua. Huyendo de un novio del que está aburrido y de una vida que percibe como vacía, se enamora de un misterioso inmigrante ilegal que muy bien podría ser un asesino. Con estos mimbres, la película construye un alucinante y alucinado viaje a los abismos de la pasión, el dolor y la atracción por el límite que es al mismo tiempo un potente thriller como una reflexión sobre el vértigo y el dolor. En una Berlinale sin españoles, los aplausos a Tielve, que han sido muchos, han compensado un poco esa carencia.
Muy brevemente para terminar, dos líneas sobre Lovelace, película que reconstruye el tormentoso matrimonio de Linda ídem, estrella porno de los 70 que revolucionó la sociedad con Garganta profunda. Amanda Seyfried, que es muy buena actriz, interpreta con pasión a una mujer desdichada que va de desgracia en desgracia y que acabó siendo una furibunda activista contra el porno. La película no es mala, tampoco buena, se deja ver y en realidad es una especie de telefilme de lujo.