Siminiani, mapa íntimo de la India
Imagen del teaser de Mapa, realizado por León Siminiani
Tras perder el trabajo y la novia, el multipremiado cortometrajista León Siminiani se embarcó en un viaje a la India con la firme convicción de realizar su primer largo, una película-diario. Cuatro años después, Mapa llega a las salas colmada de expectativas. El resultado, desafiante y emotivo, no decepciona.
Astruc no se equivocó en todo caso en su formulación de la caméra-stylo: la cámara será como la estilográfica del escritor, como el pincel del pintor. Se podrá hacer cine en primera persona (incluso autobiográfico), sin necesidad de un equipo de rodaje, en la más absoluta libertad creativa y como sistema expresivo de conocimiento. Este sueño, esta historia del cine en un universo alternativo, es la que se aventura a imaginar León Siminiani, la que propone una película tan audaz y asombrosa como Mapa . Acaso solo por todo ello, porque es la película posible de un cine español alternativo, debería merecer toda nuestra atención.
Pero las conquistas de Mapa van mucho más allá de haber roto ciertos estigmas en la distribución comercial (no sólo española), de haber logrado que un ‘cine del yo' alcance, hoy, las salas comerciales. Porque Mapa es un diario filmado en vídeo a lo largo de los años y editado en la más estricta soledad, que hibrida con extraordinaria armonía la neurosis cerebral del ‘cine-ensayo' con la emoción de una historia romántica, la del propio cineasta, quien se encuentra y se desencuentra, se muestra y se aleja, se confiesa y se esconde en los confines de la pantalla. Siminiani, quien en el terreno del cortometraje -con piezas como Zoom, que actúa como prólogo de la película- ya había articulado su talento para desembrollar su existencia en los márgenes del cine, traza un mapa emocional de los últimos cuatro años de su vida al tiempo que cartografía no pocas pulsiones (y preocupaciones) del cine contemporáneo.
Éxitos y fracasos
A partir de un viaje de autodescubrimiento en India que emprende después de perder su trabajo y su novia, Siminiani pone en forma los empeños (éxitos y fracasos) de un cineasta por hacer una película sobre sí mismo sin renunciar a una suerte de relato universal, con el que todo espectador pueda sentirse identificado, conmovido o, al menos, implicado. Escindida en dos partes (el viaje de mochilero a la India y el regreso a Madrid, a un país en crisis y alterado, como el propio Siminiani), negociando entre el control férreo de una estructura (un mapa) y los designios impredecibles de la vida, Mapa se convierte en un discurso sobre su propio método, esto es, en el detallado proceso creativo de hacer un filme: buscar el reparto (la estrella femenina, es decir, una nueva compañera sentimental), tejer una trama (y qué difícil es tejer el flujo imparable de la propia vida) y editarlo con formas embaucadoras, astutas, imaginativas, generando el movimiento perpetuo.Mapa está tomada entonces por el irrefrenable deseo de "vivir en una película". Vampirizar cine y vida, fabulación y realidad, hasta hacerlos incomprensibles. Inevitablemente, la persona (el cineasta) se convierte en personaje. Las dicotomías a las que se enfrenta Siminani son múltiples, y todas tienen que ver con los límites del control: ¿hasta qué punto podemos gobernar el relato de nuestras vidas?, ¿en qué medida podemos discernir un itinerario lógico en su deconstrucción? Puede que en Mapa los motivos de la razón se impongan a los de la emoción, que la necesidad del control impida que los momentos de verdad irrumpan sin constricciones, pero es el sentimiento lúdico, la necesidad cortazariana de emparejar creación y juego, lo que acaba imponiendo su razón de ser y fijando la distancia precisa desde la que practicar el (auto)exorcismo.
Si la premisa de Mapa, un filme tan irónico y amargo como desgarradoramente confesional, pasa por culminar una obsesión amorosa, durante el proceso Siminiani se topa con su auténtico motor de búsqueda: encontrarse a sí mismo. El cine (su cine) emerge así como fuente de curación y autoconocimiento, sin renunciar en ningún caso al compromiso adquirido con el público: entregar una emotiva historia. Y lo hace, además, como nunca lo había hecho el cine español.