James Marsh
El experimento, proyectado por un psicólogo de la Universidad de Columbia, Herbert Terrace, pretendía dilucidar si los simios son capaces de comunicarse con los humanos utilizando el sistema de signos. En suma, si los chimpancés, de una forma u otra, son capaces de "hablar". James Marsh explica a El Cultural: "Es un experimento, no loco, pero sí muy optimista. La ciencia tiene esa cualidad de querer llegar siempre lo más lejos posible. Lo más sorprendente es cómo les llevó tanto tiempo darse cuenta de que Nim no podía construir frases porque no entendía la gramática. Tenían todos los datos delante y eran incapaces de verlo". De esta manera, por resolver la cuestión inmediatamente, en el documental queda claro que lo que nos hace "humanos" es, precisamente, la capacidad para comunicarnos mediante el lenguaje.
Nim es el gran protagonista. Ese ser salvaje que comparte algunos de nuestros rasgos se convierte en el filme en casi un personaje de tragedia griega, su infancia "feliz" y el inevitable deterioro de una situación abocada desde sus inicios al fracaso. "En muchos aspectos", dice Marsh, "es una biografía tradicional solo que el sujeto es muy peculiar. En la película vemos los errores que podemos cometer como especie. El problema con Nim es que esperamos que sea más como nosotros. Es una creencia ingenua pensar que puedes cambiar la naturaleza de este animal y se mezclan la comedia y la tragedia, porque eso es lo que hay en esa imagen de un chimpancé fumando porros o lavando los platos. Hay momentos en los que podemos pensar que hemos triunfado. Pero los chimpancés tienen una fuerza cinco veces superior a la de los hombres y son animales, pensar que no va a pasar nada es ilusorio. La pregunta es hasta qué punto la inocencia puede ser positiva".
Proyecto Nim es el retrato de un experimento frustrado pero también de una época como los 70, muy distinta a la nuestra. En ese paraíso hippie, surge un suceso que tiene sus raíces en algunas ideas muy propias de su tiempo: "En el fondo hay una idea muy rousseauniana del "buen salvaje", esa idea de que alguien que no está civilizado como un mono tendrá un mayor grado de pureza, es una tontería como otra cualquiera". No solo eso, en la película asistimos a una representación del estilo de vida hippie en todo su esplendor, porros a mansalva, sexo libre y la idea cosmogónica de la naturaleza. "Esa fue la gran época del behavorismo y Skinner, en la que se pensaba que se podía cambiar a los seres humanos por un sistema de estímulos y respuestas. Hoy muchas de sus actitudes nos pueden parecer insólitas pero yo no juzgo a la gente, siente una gran simpatía por todos los personajes aunque se estén equivocando".
James Marsh es uno de los documentalistas más prestigiosos del mundo pero sus dominios llegan también a la ficción. En el último Festival de Gijón presentó su último largometraje, Shadow Dancer, en el que se sumerge en el conflicto de Irlanda del Norte durante los convulsos años 80 para contarnos un poderoso thriller dramático protagonizado por Clive Owen que tendrá distribución en España los próximos meses. "Lo bueno de trabajar con documentales es que el trabajo es más fácil, puedes equivocarte y volver a empezar. Sea como sea, siempre trabajo partiendo de hecho reales. En este caso, quería hacer una película sobre la lealtad y la supervivencia, explicar cómo la política puede introducirse en los lugares más íntimos de una familia y destruirla. Es un thriller pero muy distinto a lo habitual, es realista, no hay efectos especiales, todo se basa en los personajes".