El showboys de Steven Soderbergh
Steven Soderbergh en el rodaje de Magic Mike.
Ha sido una de las sensaciones en la taquilla veraniega de Estados Unidos. Hoy llega a las salas españolas el último trabajo del prolífico Steven Soderbergh, 'Magic Mike', en la que Channing Tatum, junto a otros actores deseados, recrea su vida como 'stripper' antes de convertirse en una estrella de Hollywood. El autor de Erin Brokovich revisita el drama de 'Ha nacido una estrella' apelando al magnetismo de la carne.
Pero en el caso de una película como ésta, de aparencia semi-indie y dirigida por el cineasta que en su día alumbró el mercado Sundance con Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989), sí se antoja pertinente señalar sus resultados en las taquillas, aunque los espectadores (más bien espectadoras) que han corrido a las salas para verla no lo han hecho empujados precisamente por los talentos creativos de su director, sino por los atributos físicos de actores como Matthew McConaughey o Channing Tatum o Joe Manganiello, que se pasean y bailan en cueros durante la mayor parte del metraje. "Creo que hay una preocupación en los hombres que van a ver la película, porque creen que sólo va dirigida a un público femenino -advierte Soderbergh-. Por supuesto, yo sabía que eso era precisamente lo que no quería hacer". Eso sí, el sexo, como siempre en Soderbergh, solo está insinuado.
Parece convencido Soderbergh de que mientras las mujeres se definen por lo que piensan (o sueñan o imaginan), los hombres se definen por lo que hacen. "Algunos de los temas que trata Magic Mike son esencialmente masculinos -sostiene el director-, porque las situaciones que atraviesan los personajes tratan cuestiones que todo hombre debe plantearse". Aparte de que apenas reserva unos segundos al vouyeurismo masculino -concentrado en los senos de Olivia Dunn, todo un detalle para los seguidores de The Newsroom-, Soderbergh construye su relato, mínimo y consabido, a partir del esbozo. Su historia de ascensos y trapos sucios en el showbussines, enésimo remake libérrimo de Ha nacido una estrella (este vez en el universo ‘stripper' de Florida) carece de la ironía posmoderna que imprimió Paul Verhoeven a su infravalorada y malentendida Showgirls (1995), de la que Magic Mike vendría a ser una versión macho-alfa descafeinada. Sin embargo, el tono liviano y lúdico de la película lleva mucho cálculo detrás, pues no deja de ser una sesión masturbatoria de la mitología hollywodense de nuestros tiempos con algunas de sus estrellas más preciadas.
El magnetismo del cuerpo
Probablemente confluye en el núcleo de los debates posibles en torno a Magic Mike -su carrera industrial y su trayecto creativo- la seducción y el magnetismo del cuerpo. No es nuevo en Soderbergh. Viene explorando la trascendencia de la fisicidad en el cine contemporáneo desde hace tiempo. "Una película debería poder entenderse sin sonido, solo con lo que relatan las imágenes y el físico de los actores", ha afirmado el autor de Erin Brokovich (2000). Cuando reclutó a la culta y sofisticada Sasha Grey para encarnar a la prostituta de lujo de The Girlfriend Experience (2009), Soderbergh convirtió un rostro y un cuerpo fetiche del cine ‘porno-arty' en una eventual estrella del indie-americano. En una jugada de inspiración similar, también reivindicando los activos latentes de la subcultura, Soderbergh encontró a la protagonista del ‘action-movie' Indomable (2012), su anterior filme, en un popular ‘reality show' donde Gina Carano repartía tortas a mansalva. Ahora es Channing Tatum quien recrea sus años pre-Hollywood, cuando se ganaba la vida quitándose la ropa en clubes de espectáculos eróticos. En el pico más álgido de su popularidad, a su vez, Matthew McCounaghey se entrega a un personaje sin apenas lucimiento interpretativo -con ecos a su papel en la mítica Dazed and Confused (1993) de Richard Linklater-, dentro de un guión más bien pobre y deficitario, solo para exponerse físicamente luciendo abdominales como en un anuncio de colonia.La poética de los cuerpos, como organismos de seducción visual o máquinas fastuosas, es la que ha transitado con especial atractivo por el último cine del director norteamericano. En collider.com, Soderbergh ha desarrollado este argumento: "Me gusta poner en escena situaciones en las que muchas personas ocupan el plano, de modo que la fisicidad se convierte en un elemento fundamental de la estética. Necesito a actores que sepan cómo usar sus cuerpos, porque voy a filmarles de la cabeza a los pies y durante largo tiempo, de modo que a veces coreografío los movimientos de cámara al compás de sus propios movimientos. Deben ser actores que sepan bailar con la cámara". En el discurso visual de sus últimos trabajos radica no solo la clave fotogénica, también el factor documental que captura: personas inmersas en actividades familiares, el dinamismo líquido de secuencias largas y sin cortes, la cercanía de los cuerpos con el objetivo.