Gene Kelly, el bailarín del proletariado
Se cumplen 100 años del nacimiento de uno de los actores más versátiles de Hollywood
23 agosto, 2012 02:00Fotograma de Un americano en París.
Actor, cantante, bailarín, coreógrafo, director... Gene Kelly era el sueño de toda productora en los años 50, en un Hollywood cada vez más consciente de que la presencia de la televisión en los hogares podía ser un duro golpe para la industria. El cine tenía que reinventarse, ofrecer algo más que el blanco y negro de la pequeña pantalla. Tenía que ser espectacular y colorido.Con esos tonos tan particulares del Technicolor se inmortalizaron los musicales dorados en los que Gene Kelly puso lo mejor de sí. Un día en Nueva York es una de sus películas más recordadas. Rodada en 1949, en los albores de la década de los 50, y codirigida por Stanley Donen y el propio Kelly, contó también con Frank Sinatra. Como no podía ser de otra manera, ganó el Oscar a la Mejor música. Fue el primer musical realizado fuera de un estudio, en la mismísima gran manzana. Y resultó todo un éxito, contra los pronósticos de los más agoreros, que lo consideraban una locura.
El único bailarín en Hollywood que alcanzó un éxito tan grande como Kelly fue Fred Astaire. "Astaire representa a la aristocracia, yo al proletariado", comentó Kelly en una ocasión. Y es que sus estilos eran muy diferentes. Los pasos de Astaire eran elegantes, cortos, siempre manteniendo su esmoquin impecable. Kelly saltaba, daba volteretas y se movía con una energía incombustible.
Muchas de sus coreografías las ideaba él mismo, consciente de sus límites y sus capacidades. En Un americano en París, de Vincente Minnelli, pudo dar rienda suelta a su lucimiento como bailarín. Parte del filme consistía en un ballet de 17 minutos en los que se mostraba el impacto que la ciudad tenía sobre el protagonista. Kelly recibió un Oscar honorífico por su versatilidad y sus "brillantes logros en el arte de la coreografía para el cine".
En 1952 llegó el que sería su filme más aplaudido, una maravillosa sátira sobre la aparición del cine sonoro, posiblemente el cambio más importante en la historia de la gran pantalla y causa del fin de la carrera de algunas de las mayores estrellas hasta entonces. Nos referimos, por supuesto, a Cantando bajo la lluvia. Aunque no cosechó tantos premios como las anteriores, fue una de las más taquilleras de ese año.
La escena que da nombre a la película y que inmortalizó a Gene Kelly en el imaginario cinematográfico no estaba prevista inicialmente, y tuvo que ser incorporada al guión para dar sentido al título. Kelly, con fiebre, soportó el día y medio que duró la grabación de la escena, calado hasta los huesos mientras los técnicos vertían agua mezclada con leche para simular la lluvia.
Gene Kelly, bailarín que no quiso serlo, que empezó su andadura en la danza para costearse la universidad, debutó en Broadway y allí se hizo grande, hasta que el productor David O. Selznick le convenció para firmar un contrato de exclusividad y trasladarse a Hollywood. Su nombre estuvo inevitablemente ligado al musical, a su cénit y su caída. La decadencia del género fue apagando su estrella, aunque brilló con fuerza por última vez dirigiendo a Barbra Streisand en Hello Dolly!. La contribución de Gene Kelly a la historia del cine es innegable, y será siempre recordado por sus inmortales coreografías. Nadie ha vuelto a bailar como él.