Patricia Ferreira. Foto: José Aymá
El mundo de la adolescencia tamizado por la estética de Truffaut. Ésta es la nueva propuesta de la directora Patricia Ferreira en 'Los niños salvajes', una película en la que se mete a fondo en las obsesiones de tres jóvenes a través del compromiso y del tono realista de filmes como 'La Clase', la celebrada obra de Laurent Cantet.
Desde la primera escena, Patricia Ferreira, conocida por El alquimista impaciente (2002) o Para que no me olvides (2005) no trata tanto de contarnos una historia como de crear una atmósfera y una sensación, esa adolescencia marcada por la rabia, el aburrimiento, la indefensión y la dependencia para muchos lejana, en la que a veces nos cuesta tanto reconocernos: "Siempre me ha sorprendido cómo muchos adultos establecen una barrera infranqueable con esa época -explica Ferreira-. Todos hemos sido adolescentes. El problema surge ante nuestra incapacidad para ponernos en su piel. Lo que para nosotros puede ser banal o anecdótico para ellos es muy desgarrado. Me pregunto cómo es posible que tendamos a verlos como verdaderos marcianos".
Con un largo casting que encabezan los jóvenes Albert Baró, Àlex Monner, Marina Comas y los adultos Merçè Pons, Emma Vilarasau o José Luis García Pérez, padres e hijos libran su particular batalla en esta tragedia en la que todas las partes tienen algo de razón. Un conflicto de intereses plagado de malentendidos, silencios incomprendidos y encrucijadas. Todo visto desde un sistema educativo que se enfrenta a decisiones que afectarán de forma dramática al futuro de los jóvenes, generando angustia e incertidumbre. "Yo hago cine y no ensayo. Al contar historias tienes que ponerte del lado de todos los personajes. Por ejemplo, en la secuencia de la discusión en el claustro de profesores, donde surge un debate muy tenso. Trabajando con cada actor trataba de convencerle de que tenía toda la razón. La directora ha de estar del lado de todos. De hecho, yo partía de un suceso terrorífico que sucedió hace unos años, en el que los adolescentes se habían comportado como verdugos. Entonces hubo una gran extrañeza y quise ponerme en el punto de vista de los culpables. Mi reacción fue de comprensión porque vivimos en un mundo que los mira como si fueran salvajes y no los abordamos como iguales. Desde luego, tengo una empatía especial con los personajes adolescentes".
Ni raritos ni marginales
-Utiliza la iconografía clásica de la cultura adolescente: grafitis, motos, botellón...-Sí, pero al mismo tiempo son chicos muy normales. No quería que fuera gente rarita o marginal. Para mí la historia es la que se impone sobre el estilo y es lo que ha sucedido en esta película. Cuando te metes en ese mundo tienes que ser fiel a ello.
-Parte de tres estereotipos para después profundizar en ellos: el chico macarra, el estudioso y apocado y la niña bien con ansias de libertad.
-De nuevo manda la historia. A partir de allí surgen esos personajes. Entiendo que se pueda ver así pero no fue mi intención...
-Muestra cómo en la adolescencia tendemos a ser muy duros con los adultos.
-Ahora quizá se ha relajado un poco, pero durante años ha habido una enorme presión para que los padres seamos buenos educadores. Lo ves en esas publicidades maravillosas en las que los progenitores enseñan valores ecológicos y son entregadísimos. Aparecen hasta en las revistas y libros especializados. Todo ello crea una gran incertidumbre por esa presión de querer hacerlo bien. También hay momentos de excesiva seguridad, en la que impones una forma de hacer las cosas porque crees que hay que ser así, cuando a veces lo mejor es dudar.
-Lo que vemos en realidad es a unos padres que son incapaces de hacer que su hijo renuncie a sus fantasías.
-Eso es algo que se produce claramente. Por mucho que lo nieguen, no conozco a un solo padre que no espere que su hijo sea lo que ellos quieren que sea. Cuando ves a tu hijo, siempre estás imaginando algo que no tienes y que te gustaría tener.
-Con todo, el filme tiene tono de thriller...
-Me he dado cuenta de que es algo que necesito, en todas mis películas hay un misterio que hay que desvelar y que se aclara al final.
Proyecto larvado durante largos años, Los niños salvajes, coescrita junto a Virginia Yagüe, surge de un largo proceso de documentación de la directora, que durante meses recorrió institutos para convivir con los alumnos. Un largo trabajo de observación en el que Ferreira ha tenido que volver a épocas pasadas y acercarse al gremio de los profesores. "Me impactó mucho La clase [Laurent Cantet, 2008] y quise buscar ese mismo tono realista y creíble. En ningún momento pretendo hacer un alegato contra el sistema educativo, al contrario, admiro la lucha de los profesores por educar a los adolescentes. Si hay algunos recortes especialmente duros son los que se están realizando en educación".