Nora Navas, Goya a la mejor actriz por su papel en Pa negre. Foto: AFP
En una gala que defendió a ultranza el trabajo en equipo y la unidad de la profesión, también se premio el mejor cine. Pa negre consigue nueve de las catorce estatuillas por las que competía (entre ellas las importantes: película, director, fotografía, guión adaptado, montaje y actores), Buried arranca tres (incluyendo mejor guión original) y También la lluvia y Balada triste de trompeta, que partían como grandes favoritas, deben conformarse con los restos. El otro gran favorito de la noche, Javier Bardem, sí se llevó el premio a por el que vino y por el que, en apenas unos días, opta a su segundo Oscar.La noche empezó caldeada. El colectivo "Anónimos" con la careta del subversivo payaso-terrorista V de Vendetta en la plaza del Rey, frente al Ministerio de Cultura. De ahí marcharon a la Plaza de Oriente, frente al Teatro Real, para tratar de boicotear la gala. Protestas por la dichosa Ley Sinde. Intervinieron la página web acadamiadecine.com, que estuvo inoperativa toda la tarde, como parte de lo que llamaron "Operación Goya". Álex de la Iglesia, (ex)presidente de la Academia, director de cine que se retrata en portadas de revistas y en su twitter con la nariz de un payaso, acumulando el mayor número de papeletas de la rifa con una película sobre payasos, seguido de cerca por la vicepresidenta de esa institución de la que quiere marcharse, Icíar Bollain, con catorce papeletas y una película de conquistadores españoles y rebeliones contra multinacionales. Las dos películas lo merecían. Pero la noche no era para ellos.
La ministra con su ley también acudió al circo, y el protocoló la sentó junto al director de cine que se considera un payaso y le hizo un desplante: anunció su dimisión porque la dichosa ley no le convencía. O porque antes pensaba una cosa y luego los "internautas" le convencieron de otra. Ya nos enteraremos. Por Twitter seguramente, que también estaba caldeado. En las horas precedentes, entre bastidores Nacho Vigalondo retransmitía obsesivamente todo lo que veía y pensaba ("Si no tuiteo, es que hay canapés cerca" / "Carlos Areces es tan, tan, tan bueno que quizás se convierta en el primer actor no nominado que se lleve un Goya"). Álex de la Iglesia también "tuiteaba". Por lo visto, algunos actores se estaban planteando ponerse la careta, que escondían en sus bolsillos. Todo apuntaba a que iba a ser la noche de los payasos... y de los funambulistas, y de los domadores, y de los trapecistas y de los lanzadores de cuchillos. Que empiece el circo.
El primero en salir al escenario del Teatro Real, perdón, a la arena del circo, fue el ilustre payaso de las noches televisivas Andreu Buenafuente. En verdad descendió de las alturas, con traje blanco, después de un vídeo de introducción que puso el listón demasiado alto para lo que iba a venir. La calidad y el ingenio de esta presentación no fue superada en ningún momento. Y es que la ceremonia transcurrió algo torpona y plomiza, sosa y políticamente correcta, con los habituales discursos y agradecimientos, un numero musical a lo Broadway que puso una vez más de manifiesto el espejo en que se mira la noche del cine español (y cierto cine español), y una nota disparatada cuando el espontáneo profesional Jimmy Jump se coló en la arena, llegó hasta el micrófono y sostuvo un Goya entorpeciendo un poco la previsible entrega del premio a Javier Bardem por su papel en Biutiful.
Mediada la noche, el discurso esperado. Álex de la Iglesia, que no se puso careta, hizo una defensa a ultranza de Internet -"es nuestra salvación"- en una industria donde "las reglas han cambiado" y apeló por la conciliación y la unidad en tiempos "difíciles y de divergencias". Todo muy sensato y parecía que sincero. Confirmó que será su "última gala como presidente" y recordó que "hacer cine es un privilegio y por eso nos debemos al público". Seguramente no todos estuvieron de acuerdo. Por entonces, entre tanta conciliación y buen ánimo, ya asomaba la posibilidad de sorpresa mayor. Pa negre acumulaba cinco cabezones, entre ellos varios importantes (actriz revelación, guión adaptado, fotografía...), mientras que Buried también sacaba cabeza (tres estatuillas) entre las dos torres favoritas: Balada triste de trompeta y También la lluvia. ¿Se estaba cociendo la sorpresa? ¿Habrá influido negativamente entre los votos de los académicos (el plazo para la votación terminó el domingo pasado) todo el guirigay institucional de las últimas semanas? ¿Habría castigo para los protagonistas? Mejor que eso, los Goya rompían su tradición premiando la mejor película de la disputa.
Una parte importante de la tradición del cine español desfiló en los dos vídeos-tributo: el dedicado a los fallecimientos (incomprensible que no se aprovechara para rendir un homenaje más cálido a Berlanga) y el dedicado al cine de Mario Camus, que recordó la esencial labor de los actores en su trabajo. La sorpresa se confirmó y la noche que pintaba propicia para los payasos se rindió a la calidad y al riesgo, a la "diversidad", dijo la productora de Pa negre, por premiar el cine en catalán. Icíar Bollain y Álex de la Iglesia se quedaron con las papeletas de la rifa en la mano, pensando quizá que los votos de los académicos significan algo más, que no es que sólo ha ganado quien más lo merecía. El vídeo que precedió a la entrega del Goya a la mejor película resumió elocuentemente ese mensaje oculto bajo los premios: diversos rostros del cine español recordando que hacer cine es una cuestión de equipo. Pues eso. Frente a las divergencias y las riñas públicas, lo que se pide es unidad. Fuera efecto de un correctivo o no, el caso es que la película menos ruidosa y menos vista de la terna es la que acabó llevándose el gato al agua. Ha ocurrido algo que parecía muy difícil, que ganara el mejor cine. Ya es bastante. Lo de la unidad es algo más difícil.
Vigalondo, a lo suyo, seguía "tuiteando" al terminar la función. "Bueno amigos, un placer, en realidad he visto la gala desde mi casa. Mi asistencia ha sido una pequeña broma... Otra broma, vamos". Pues eso.