Image: Dennis Hopper, el eterno motero

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Cine

Dennis Hopper, el eterno motero

Protagonista y director de Easy Rider, tenía 74 años y padecía desde hacía tiempo un cáncer de próstata que este sábado ha puesto fin a una de las vidas más frenéticas de Hollywood

30 mayo, 2010 02:00

Dennis Hoper en su ya mítica Easy Rider

ELCULTURAL.es
El actor Dennis Hopper, protagonista de títulos míticos como Easy Rider, Apocalipse now y Blue Velvet, y uno de los villanos más icónicos de la historia del cine ha fallecido este sábado cuando acababa de cumplir 74 años, tres meses después de haber dado a conocer la grave enfermedad que padecía, en la que fue su última aparición pública, cuando el nuevo Hollywood rindió homenaje a uno de sus actores más carismáticos con una estrella en el Paseo de la Fama.

Junto a su brillante carrera, Hopper deja tras de sí una vida arquetípica del icono del celuloide que cae a los infiernos (sonados episodios de alcohol y drogas incluidos) para luego, pasado su tiempo, resurgir con nuevos títulos como Waterworld, Speed y, en los últimos años, Land of the dead.

Nacido en Kansas en 1936, se inició en el cine con películas de serie B para luego enrolarse en un presagio de película, Rebelde sin causa, en 1955. En aquella época participó en títulos como Duelo de titanes y Gigante. Pero su cima llegó en 1969, cuando dirigió y protagonizó Easy Rider, road movie con vocación de western en la que se acompañaba sobre las dos ruedas de Peter Fonda y Jack Nicholson, y un viaje insólito en la gran pantalla que se convirtió en emblema de una generación. Easy rider fue un revés de la contracultura a la industria que hoy, a pesar de haber quedado anticuada en su narrativa, sigue resonando con fuerza. Nominado al Oscar como mejor guionista, fue en cambio Nicholson, poco conocido en aquel momento, y no él, quien se llevó las flores, aunque Cannes reconoció su valiente apuesta galardonándolo con el premio al mejor director novel.

La espiral de drogas que plasmaba la película trascendió la pantalla y se instaló en la vida del intérprete, que en varias ocasiones declaró que su adicción partió de aquella odisea de rodaje. En parte por estas razones su segunda experiencia como director, con la experimental The last movie, fue un rotundo fracaso (salvo un premio en Venecia).

Tras dejar su adicción en los 80, Hopper empezó a participar en numerosas películas, convirtiéndose en uno los rostros más reconocibles del cine americano. En 1986 fue nominado de nuevo al Oscar, esta vez por su papel de padre alcohólico en la película Hoosiers. Fueron estos los años de sus grandes villanos, como los que clavó en filmes como Speed, Waterworld y, especialmente, en Blue Velvet. Ya en esta década participó en la exitosa serie de televisión 24, al tiempo que desarrolló otras de sus aficiones, como la fotografía. Y es que Hopper fue, además, un gran coleccionista de arte, se cuenta que entre sus obras, valoradas en millones de dólares, tenía un Warhol por el que pagó tan solo 75 dólares. Ahora, cuarenta y un años más tarde del estreno de Easy Rider nos despedimos de su creador mientras tatareamos casi inevitablemente el Born to be wild, de Steppenwolf, una introducción perfecta para una legendaria banda sonora que ha viajado sin apenas desgaste por la autopista del tiempo.