Cine

Offside

Director: Jafir Panahi

25 enero, 2007 01:00

Sima Mobarak en Offside

Irán. 2006. Intérpretes: Sima Mobarak Shahi, Safar Samandar, Shayesteh Irani. Guión: Jafar Panahi y Shadmehr Rastin. Duración: 88 minutos. Estreno: 26 de enero

Hace siete años, el director iraní Jafar Panahi planteaba en El círculo un aterrador descenso al infierno que suponía la vida diaria para la mujer en su país, un film que iba más allá de la crónica social para adentrarse en los terrenos de una pesadilla sombría y claustrofóbica. El tema de aquella cinta sigue siendo el núcleo argumental de su último trabajo, Offside, aunque el registro de la película no pueda ser más diferente. Porque, aunque ésta no deje de ser también una cinta crítica, rigurosa y coherente, Panahi es también consciente de que el humor puede ser una herramienta tan útil como la indignación o la rabia a la hora de denunciar lo que es legítimamente denunciable.

Offside parte de la idea de que un hecho vulgar puede ser síntoma de toda una sociedad y de que la anécdota argumental es un buen espejo deformante para captar todo lo que la vida tiene de trágico y ridículo a la vez. Si El círculo ampliaba su mirada a diferentes niveles de la sociedad iraní, Offside prefiere la lupa para describir un acontecimiento nimio e intrascendente en la superficie, pero que resulta bastante perturbador si se analiza con detenimiento. Ese suceso cotidiano no es otro que la prohibición en los estadios de fútbol iraníes de que las mujeres asistan a los partidos, gesto de intolerancia que el propio Panahi -según confesó durante la presentación de la película en la última edición del Festival de Gijón- ha sufrido en sus propias carnes: al parecer, la idea de la película surgió de la misteriosa habilidad que la propia hija del director ha desarrollado para colarse en los partidos de fútbol. Una preciosa metonimia, en realidad, de las imposiciones de un régimen político y, al mismo tiempo, de las fuerzas humanas, individuales y tenaces que terminan por socavarlas.

Quien espere una de esas severas y dramáticas crónicas a que nos tiene acostumbrados el cine iraní, se llevará una sorpresa ante una comedia coral de inusitada agilidad, sazonada por un sentido del humor campechano y muy mediterráneo que retrata las diferentes estratagemas con que un grupo de muchachas intentan saltarse a la torera el paternalismo de una religión y una política que les arrebata incluso los más básicos placeres de la vida. Pero sin que deje de flotar siempre la sensación de que, por mucha gracia que tengan algunas de las situaciones planteadas en la película, maldita la gracia que deben de tener en la vida real.

Rodada durante un partido clasificatorio para la Copa del Mundo celebrado en 2005, el film de Panahi es también destacable por la verosimilitud que se desprende de sus imágenes, por el trabajo de unos actores que no lo son, por la fluidez de una cámara que tampoco parece serlo, por la habilidad para captar bulliciosas secuencias con algo de berlanguiano. Y esa recurrencia al humor no deja de ser también una forma de rebelarse incluso contra el imaginario trágico que ha creado el propio cine iraní.