Image: Hormigas en la boca

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Cine

Hormigas en la boca

Director: Mariano Barroso

28 abril, 2005 02:00

Ariadna Gil en Hormigas en la boca

Intérpretes: Eduard Fernández, Ariadna Gil, Jorge Perrugoría. Guionista: Barroso, ADAMS. Estreno: 29 abril 92 min.

El género de aventuras internacionales nunca se le ha dado bien del todo al cine español. Los ensayos tempranos de Antonio Isasi (Estambul 65, Las Vegas 500 millones) discurrían más cerca del thriller genérico que de ningún otro modelo. La incursión descarnada y reflexiva de José Luis Borau (Hay que matar a B) sigue siendo, al día de hoy, la obra con mayor enjundia que podría inscribirse en dicho marco, pero permanece como un islote sin descendencia. El frustrado ensayo de Ricardo Franco (El sueño de Tánger) apenas cuenta entre los trabajos personales de su director y la versión posmoderna de álex de la Iglesia (Perdita Durango) se inclina más hacia el exceso granguiñolesco propio del cómic.

Sea como fuere, lo cierto es que las historias de perdedores atrapados en países ajenos siguen ejerciendo una cierta fascinación para muchos narradores como marco ideal para conjugar el mestizaje del desarraigo identitario con el desgarro romántico. El propio Mariano Barroso probaba fortuna, ya en el año 2000, con Kasbah, y repite ahora la jugada con Hormigas en la boca. La historia procede esta vez de una novela escrita por su propio hermano (Miguel Barroso) y tiene como telón de fondo la agitada, inestable y mafiosa Cuba de 1958/59, gobernada todavía por Batista pero atrapada en los últimos momentos del régimen frente al empuje de la revolución triunfante.

El contexto reúne todos los requisitos. Esa atmósfera de corrupción política, negocios sucios, frivolidad mundana y compra de voluntades ofrece, como escenario fílmico, un reconocible espacio dramático para la aventura amorosa a medio camino de la inevitable Casablanca y de la Habana de Sydney Pollack. Los materiales narrativos de la novela original no eluden ninguno de los lugares comunes más previsibles, incluida la herida doliente del fracaso político (la posguerra española) que arrastra consigo el antihéroe (un perdedor derrotado también en el amor) empeñado en buscar a la femme fatal para entender las razones de la traición sufrida con la colaboración del amigo local, el típico "ayudante del protagonista"...

Materiales demasiado estereotipados, en definitiva, como para que Mariano Barroso consiguiera llevárselos a su terreno. El interesante y personalísimo cineasta de Mi hermano del alma, éxtasis y Los lobos de Washington (originales versiones hispanas de la reflexión crítica sobre la trastienda de la moral del éxito y de la lucha por el triunfo a cualquier precio, deudoras del teatro de Sam Shepard y de David Mamet) pone su mejor oficio y voluntad, su indiscutible talento visual, para dotar a la película de un armazón narrativo y de una consistencia plástica bien reconocibles, pero no llega a dotar a esos moldes hipercodificados de la carne y de la sinceridad que habrían necesitado, como personajes de género, para trascender el tópico y alcanzar el estatus de arquetipo.

Las imágenes de Hormigas en la boca son las de un director que sabe filmar y sabe narrar, tienen el empaque estético (fundamental) que les confiere la sabia luz de Aguirresarobe en un virtuoso ejercicio de adecuación bipolar (tanto a las condiciones específicas del escenario caribeño como a los códigos propios del género), pero arrastran una servidumbre literaria que el guión no acaba de resolver y que la puesta en escena no termina de asimilar. La potencialidad de la historia como narración de género y la dimensión moral del relato se pierden, entre medias, difuminadas en un entramado argumental y melodramático que pesa excesivamente sobre ellas.