El prisma de una aristócrata
Que Eric Rohmer es el más literario de los directores que surgieron con la nueva ola francesa parece evidente a la luz de su filmografía, principalmente compuesta de adaptaciones de textos literarios. Su último trabajo, La inglesa y el duque, no es la excepción. Basada en las memorias de Grace Elliot, Mi vida bajo la revolución -"una de las pocas obras que se puede rodar directamente del libro", según Rohmer-, y retomando el imaginario que le impulsó a adaptar, hace ahora 25 años, La marquesa de O, el cineasta francés coloca su particular filtro sobre uno de los períodos más sanguinarios de la historia contemporánea: la Revolución Francesa.
Desviándose de la norma general de presentar los hechos a la luz de las investigaciones para convertir a los espectadores en observadores directos de los acontecimientos, el autor de Cuento de otoño ha preferido apelar a la sensibilidad del respetable mediante el "punto de vista" (tanto desde el guión como desde la realización) de Grace Elliot, una aristócrata y monarquista inglesa afincada en París que, arriesgando su vida, decidió quedarse en la capital francesa y no huir a Londres cuando el pueblo llano atentó contra la aristocracia en nombre de la "libertad, igualdad y fraternidad" universales.
A la fluidez narrativa de Mi vida bajo la revolución se une una sensibilidad visual extraordinaria que, sin duda, aumenta las dimensiones del drama y de la cual el director no quería prescindir. Pero aunque hubiera querido, Rohmer no podría haber realizado esta película (no con los resultados obtenidos) hace unos años, cuando no existían los medios digitales necesarios para recrear la ciudad parisina tal y como era a finales del siglo XVIII. "París ha cambiado tan radicalmente -sostiene Rohmer- que ya no queda nada como en los tiempos de la revolución". El desarrollo de las técnicas digitales ha permitido al cineasta galo "introducir" en las escenas, mediante una técnica pionera en el género histórico (hasta ahora sólo utilizada en filmes de ciencia ficción, de terror o de catástrofes), cualquier objeto natural o artificial a un coste bastante más bajo y con mejores resultados que los que se hubieran obtenido con decorados, pinturas o maquetas.