Santiago Lorenzo estrena "Mamá es boba", una de las películas más radicales del último cine español
"Hubo gente que se atrevió a decirme que no debería haberla hecho"
16 mayo, 1999 02:00"Por suerte, el recreo se me pasó rápido", dice Martín después de cagarse en medio del patio de la escuela y ser vapuleado a balonazos por sus compañeros. Martín (José Luis Lago), la voz de la madurez en "Mamá es boba", talla figuritas en las gomas de Milán con una Filomatic, mientras sus padres, Gemma (Faustina Camacho) y Toribio (Juan Antonio Quintana), son humillados por los ejecutivos de TeleAquí (Cristina Marcos y Ginés García-Millán). Todo ocurre en una triste ciudad de provincias sonorizada por el candor autista de Martín, el niño que fue adulto antes de tiempo. La mirada que delata la excelente opera prima de Santiago Lorenzo respira una agudeza y una radicalidad pocas veces vista en el cine español. Su mirada, la mirada real que extiende por un restaurante cercano a Atocha, es, sin embargo, optimista, vital. Comemos él, Marta Guerricabeitia, inagotable encargada de promoción del filme, y un servidor mientras la mezquindad y la infinita bondad de los personajes de "Mamá es boba" pasan ante nuestros ojos.
El Festival de Valladolid, donde se presentó la película hace un par de años, queda lejos. Todo el mundo quiere ver "Mamá es boba" (que se estrena el próximo día 21) y comprobar si es cierto que es "una experiencia catártica de la que el espectador no podrá desembarazarse en mucho tiempo", o, por el contrario, es "un infumable trabajo que parece más bien un súper 8 casero y de escaso nivel intelectual". ¿Qué ocurre en "Mamá es boba" para que se enciendan tan contradictorias opiniones?-¿Qué pasó cuando "Mamá es boba" se presentó en Valladolid?
-Creo que tengo una especie de barómetro, o de termómetro, que me dice si una película o una obra de teatro va a funcionar o no. Cuando se pasó en Valladolid, pensé: "A lo mejor sólo la van a ver cuatro gatos, pero van a disfrutar". En Valladolid, la gente se quedó fuera. El pase fue muy bien, pero ocurrió que nosotros teníamos el compromiso de comprarles la entrada a una serie de personas, y se dijo que habíamos reventado el cine. Al día siguiente, nos encontramos con críticas nefastas. La película despertaba simpatías pero también francas antipatías. A partir de ahí pusimos a "Mamá es boba" como en un túnel de aire, en un banco de pruebas, y vimos que la gente podía entenderla y disfrutarla en sus términos. Hice un corto hace años con el que pasaba todo lo contrario. Lo envié a seis festivales, y luego desistí y pensé: "Me aguanto, me aguanto". Lo fuerte es que, con "Mamá es boba", los mecanismos funcionaron a la inversa: los festivales nos la reclamaban, todo indicaba que su carrera comercial podía ser, como mínimo, aceptable.
-Pero luego aparecieron los distribuidores y con ellos los problemas...
-Los distribuidores se resistían a comprarla. Nos encontrábamos con algo peor: con el vacío, con que nunca recibes un "no" como respuesta. Echando cuentas, podría decir que hemos acudido a veinte entidades, de las cuales han funcionado nueve. De las once restantes, sólo dos han dado un "no" claro. Hemos ido a colegios bien y consideramos que es de personas educadas llevar el trabajo hecho. Y ni por esas. La gente que ha escurrido el bulto, o que ha actuado con toda legitimidad dando una negativa -y que quede claro que estoy hablando de individualidades, no del gremio-, eran sólo intermediarios. No habían invertido pasta ni nada parecido. Y hubo gente que se atrevió a decirme que no debería haber hecho "Mamá es boba".
-(Marta) No sé si fue sinceridad, o es que les apetecía darnos así: clac, clac, clac (abofetea al aire). Pero lo cierto es que nos dijeron burradas como: "En el cine uno no puede hacer lo que le salga de los cojones". El mensaje era que, si lo haces, debes acarrear con las consecuencias.
-Pero en el cine hay que hacer lo que a uno le salga de los cojones.
-Pero pensar eso es subversivo. "Mamá es boba" puede tener deficiencias técnicas, pero ha sido el precio que había que pagar por otra serie de ventajas. Esta película está producida con poco dinero -80 millones, más la publicidad, unos 85-, y la dirigí sin tener experiencia técnica, porque en el rodaje todos éramos nuevos. El hecho de que tenga sus deficiencias está relacionado con que no fue financiada por una productora importante, y eso tiene su vertiente buena y mala, vertientes que se resumen así: la película ha salido como UNA persona creía que tenía que salir, para bien o para mal. Compramos la absoluta libertad creativa. Nadie hace la película que le sale de los huevos. Por ejemplo, al principio nos encontramos con una productora a la que les gustaba el guión. Me fui a Valencia, y cuando regresé, lo habían reescrito. Habían añadido unas gilipolleces...
-Después de este pequeño via crucis, encontraron distribución...
-En esas Diorama nos viene a buscar. A los de Diorama se les ocurre reponer, en salas pequeñas, clásicos como "Con faldas y a la loco", y descubren que eso puede ser un negocio. Son gente que inventa cosas y que, quizá, actúa con la misma ingenuidad con la que traba- jamos nosotros. Es como cuando le produje un corto a Pablo Llorens. Piensas: "¿Cómo es posible que no se le haya ocurrido a nadie?". Lo ves claro: un corto en 16 o en 35 mm -al final, tuvo que ser en 16- para presentarlo en festivales gordos. La idea es cojonuda, pero, de repente te planteas que "si fuera tan buena, ya se le hubiera ocurrido a otro". Pues la historia es que los de Diorama habían visto la película en Valladolid. La calidad de la proyección en el festival fue bastante desastrosa. Desde ciertos pisos del teatro María de Molina no se oía nada. Pero ellos más felices que unos cascabeles: la querían.
-En este tiempo de "impasse" hasta la confirmación del estreno de "Mamá es boba", ¿qué hace?
-Yo a mí no me recuerdo sin dibujar, sin estar jugando. Por primera vez en mi puta vida he pasado noches sin dormir. Pero eso me da igual. Sabía que en cuanto hicieran así (chasquea los dedos) me pondría en marcha. Tenemos un guión y un millón y medio para la siguiente película. Una historia sobre uno del GRAPO al que le tocan mil millones en la lotería.
-En sus cortos, sobre todo en "Tiberíades" y "Manualidades" (nominado al Goya), y también en "Mamá es boba", la infancia es siempre un punto de referencia...
-A mis 34 años, es la única época de mi vida de la que puedo hablar con cierto derecho. En "Mamá es boba" dicen que el único que se comporta como un adulto es el chavalín. Es una película sobre la madurez en la infancia.
-Un mundo, según sus películas, regido por la crueldad...
-Si me gusta hablar de eso es porque me he librado de ello. Cuando era pequeño estaba ahí, en un rincón, y me daba envidia la gente que paseaba por la calle, la gente que no eran yo. Dicen: "qué película tan pesimista". Pero yo soy optimista. Hay algo muy inteligente que decía Alex de la Iglesia sobre Hitchcock, un hombre feo, que posiblemente llevaba una vida aburrida y hacía películas sobre guapos que se enrollaban con rubias y corrían grandes aventuras. Pues un poco es eso: todo lo que cuento en la película me ha pasado a mí, pero también es un modo de decir "ya no soy eso".
El falso documental
-Alguien ha dicho que su película es "la comedia más triste que se ha pergeñado nunca". Es triste y profundamente radical: por ejemplo, su manera de encuadrar provoca sensación de extrañamiento...
-Está hecha con el mismo espíritu de los cortos. En Valladolid, un día me digo: "Voy a hacer un corto en vídeo", y de repente, aparece una cámara de cine, en 16 mm, de una subasta de televisión. Me encuentro a un tío que me dice que es mucho mejor hacer películas en cien que en video. "¿Cómo que en cine?" "Sí, yo te hago la foto, y tal". Y, de repente, estábamos allí, como cuatro tontos rodando un vídeo de primera. El dueño de la cámara cabreado porque nadie tenía ni idea de nada, no teníamos ni un puto permiso para nada. Decíamos: "Vamos a poner un coche delante de la salida de urgencias de un hospital", un coche que luego no se veía, y justo cuando lo estás haciendo, te das cuenta de que habría quedado bien pedir permiso. De todos modos, gustó mucho. Si ese corto cumplió todas mis expectativas, podía atreverme a hacer algo más largo. Por eso, "Mamá es boba" está hecha igual que los cortos. ¿Qué tiene de raro? A mí no me parece nada rara. ¿Lo de los encuadres? Eso está en la pintura del XIX. Me encanta encuadrar. Alguien me dijo que estaba mal encuadrada porque los elementos no están en el centro del plano, y no respeta el aire... Esos encuadres estaban ya en "Manualidades". Si mañana hubiera que encuadrar, encuadraría igual. Lo que tengo claro es que con más dinero no hubiera hecho otra película. Se me ocurren cosas cuando estoy delante de la localización. No sé, no tengo ni idea de eso que llaman MRI. ¿Qué es eso?
-El Modo de Representación Institucional...
-Eso (risas) No sé, el lenguaje cinematográfico lo inventó Griffith... Todo eso se me da supermal.
-Otra de sus constantes es hacer falsos documentales, saltarse a la torera la línea que separa realidad y ficción. De hecho, en "Manualidades" utilizaba ese formato de un modo bastante perverso...
-Lo que más me gusta de hacer una película son los actores. En teatro y en cine falta mucho por investigar. Cuando hice "Bru" (corto en video) tenía 200.000 pelas ¿Cómo rodar una película de ficción con 200.000? La única manera era hacerlo en vídeo y en un formato documental. Pero el documental no es ficción, y yo quería hacer ficción. Estuve en la Escuela de Arte Dramático, en dirección, y me tiré seis meses ensayando con diez tíos, y los ensayos fueron reveladores. Ahí empezó la movida. Cuando hice "Manualidades" sonaba muy raro hacer un documental en el cine. Ahora es muy normal, pero en el 92 sonaba a la transición, a "Siete días de enero". Pero la gente se lo tragó.
-Hablando de los actores: exceptuando a Cristina Marcos, todos son novatos y funcionan bien, especialmente Faustina Camacho y el niño.
-"Mamá es boba" me dio la oportunidad de hacer algo que me apetecía: un casting. Para ello hace falta una cámara, casera, no muy buena; un monitor; unas fichas numeradas y ordenadas para facilitar la tarea de búsqueda de los candidatos y poca cosa más. Para el casting del niño inventamos varias pruebas: recuerdo una con el cuento de "Pedro y el lobo", por aquello de comprobar qué tal se le daba lo que en la escuela llaman la "comprensión verbal". Contactamos con colegios y visitamos las clases de segundo. Al principio quería buscar chavales de diez años, pero después me di cuenta de que teníamos que bajar el listón, porque ahora los chicos son muy grandes. Hablábamos con el director, nos metíamos en el aula y así salió este chico, y otro que, al final, no pudo hacerlo porque los padres se negaron. Ensayamos dos meses.
-¿Qué conserva de sus experiencias teatrales?¿Su amor por los actores?
-Ansias por no aburrir a la peña como la aburría. Todas las obras eran mías, y un desastre. Había una que... (rompe a carcajadas) Allí se reunían la Virgen María, José, los enciclopedistas...era un despropósito. Había otra que tenía un bonito punto de partida: la Reina enviaba a un personaje oscuro, siniestro, a que matase a Blancanieves y le llevase el corazón en un cofre. Este personaje estaba construyendo una especie de Frankenstein, una marioneta de tamaño natural que era cojonuda. También hice una versión de "La voz humana" interpretada por mí. Cambié el género: era un tío abandonado por una tía. Eso sí me salió bien.
Harto de los teatreros
-Y de ahí al vídeo.
-Estaba harto de los teatreros de Valladolid. Porque sí. Utilizaban dos palabras: "lineal" y "marioneta". Supongo que en todas partes es igual, pero me sentía agobiado. Me cogí un tren, me tocó pasillo, y así llegué a Madrid. Meterme en Imagen fue, casi, una excusa para venirme aquí. -Es curioso, porque, al mismo tiempo, siempre reivindica sus raíces de provincias.
-Por supuesto. Pero no es la historia de "qué paletos son los paletos". Nada que ver con Don Camilo, Pepone y todos esos. Que es un poco lo que hace Berlanga. Y eso que uno de los finales de película que me han impresionado más es el plano aéreo de "Vivan los novios", esa araña negra que forma la comitiva fúnebre. O "Calabuch", que me gusta mucho. Y Almodóvar. Me gusta todo. Es mi héroe. Admito su postura vital: se ha hecho su productora y hace lo que le da la gana. Aquí cuando es famoso un padre, hace famoso al hijo, y éste es al revés: se hace famoso el hijo y luego hace famosa a su madre. Creo que está infravalorado. Tiene una poesía... Me gusta todo, todo, todo.