Expliqué la semana pasada lo que pienso acerca de las razones por las que, hasta ahora, aparecen pocas mujeres en los anales de la historia de la ciencia (sin tomar en cuenta el, digamos, último medio siglo). Llega ahora el momento -que continuaré en otras entregas- de recordar a algunas mujeres que consiguieron hacerse hueco en lo mejor de la ciencia del pasado. Lo intentaré hacer con una ecuanimidad que, tengo que confesar, no siempre he encontrado en escritos que tratan de este tema, territorio que a menudo se ha visto sembrado por exageraciones, cuando no por la ignorancia.
Lamento no recordar, pero vi el documento, cuál fue el ayuntamiento levantino que en una declaración en la que defendía la importancia de las mujeres en la ciencia, citaba entre sus ejemplos a Sophus Lie (1842-1899), el matemático noruego, de poblada barba, notable por sus contribuciones a la teoría de grupos continuos de transformación. Supongo que se le incluyó porque alguien, que no tenía ni idea de quién era Lie, pensó que Sophus era lo mismo que "Sofía". No hace mucho, en un periódico español de gran difusión, para defender la misma causa, una persona asignaba a Marie Curie el descubrimiento de la radiactividad, honor que correspondió a Henri Becquerel. No disminuye un ápice la grandeza de Marie Curie el que su principal contribución fuese descubrir dos nuevos elementos químicos, ambos radiactivos -el polonio y el radio-, así como impulsar el estudio de la radiactividad. Y qué decir de quienes sostienen que Mileva Maric, la primera esposa de Albert Einstein, fue "el genio oculto" detrás de, al menos, la teoría de la relatividad especial, creencia, que no resiste la más mínima crítica, y que se basa en unas frases que el entonces marginado y enamorado Albert escribió en una carta a Mileva.
Este primer artículo quiero dedicarlo a una científica por la que siento especial simpatía: la matemática alemana Emmy Noether (1882-1935), "sucesora" de otras matemáticas ilustres anteriores a ella, como Sophie Germain (1776-1831) o Sofia Kovalevskaya (1850-1891). Una vez completados sus primeros estudios en Erlangen, donde su padre, Max, era un distinguido catedrático de Matemáticas de la Universidad, Emmy pasó con excelentes calificaciones los exámenes del Estado de Baviera para maestros de inglés y francés. Con ello estaba calificada para enseñar idiomas extranjeros en cualquier institución de educación femenina. Pero esto no le bastaba, quería estudiar en la universidad. Tal vez por sus relaciones familiares, logró ser aceptada en una universidad (Erlangen) cuyo Senado había declarado en 1898 que la admisión de mujeres estudiantes "destrozaría todo orden académico", aunque inicialmente sólo obtuvo permiso para asistir a las clases, sin posibilidad de examinarse. Fue sólo a partir de 1903, al cambiar la universidad sus estatutos, cuando se la permitió examinarse obteniendo finalmente, el 13 de diciembre de 1907, el grado de doctor. (Es interesante señalar que de los 985 compañeros de Emmy en el semestre de invierno de 1900, sólo uno era mujer).
Durante los siguientes años trabajó en el Instituto Matemático de Erlangen sin recibir ningún salario; ayudaba a su padre y desarrollaba sus propios proyectos, especialmente en el campo de la teoría de los invariantes algebraicos. En 1915 se trasladó a Gotinga, reclamada por David Hilbert y Felix Klein, las dos grandes figuras de la matemática germana, con los que colaboró, pero todavía sin ocupar un puesto oficial en la universidad. Especialmente célebre es su trabajo de 1918, conocido como "teorema de Noether", sobre las relaciones entre simetrías y leyes de conservación, un maravilloso instrumento que los físicos teóricos utilizan con frecuencia.
Einstein recibió con entusiasmo estos trabajos de Noether; así, escribía a Hilbert el 24 de mayo de 1918: "Ayer recibí un artículo muy interesante de la Srta. Noether sobre la generación de invariantes. Me impresiona que estas cosas puedan ser tratadas desde un punto de vista tan general". Unos meses más tarde, el 27 de diciembre, repetía su admiración por ella, que como mujer era rechazada por los claustros universitarios, en una carta a Klein: "Al recibir el nuevo artículo de la Srta. Noether, de nuevo he sentido la gran injusticia que es el que le sea denegada la venia legendi. Yo apoyaría con fuerza el tomar medidas de presión en el Ministerio".
A pesar de contar con tan espléndidos patrones, los esfuerzos realizados por conseguir un puesto académico para Noether en Gotinga fracasaron. Ni siquiera pudo realizar la Habilitation, el derecho a enseñar en la universidad, que sólo podía ser concedido a hombres. Afortunadamente, la Primera Guerra Mundial cambió muchas cosas en Alemania, entre ellas el que las mujeres pudiesen acceder a puestos que hasta entonces les estaban vetados. En junio de 1919, Noether superaba la última prueba de la Habilitation. A partir de entonces ya pudo ofrecer cursos en la Universidad y recibir una parte de la matrícula que pagaban sus estudiantes, aunque lo único que obtuvo fue un modesto encargo para enseñar álgebra. En esa situación permaneció hasta 1933, no importa que su carrera como matemática creativa hubiese continuado en ascenso, como demuestra el que en el Congreso Internacional de Matemáticos (el principal acontecimiento matemático; tenían lugar cada 4 años) celebrado en Zúrich en 1932, fuese elegida para dictar una de las 21 conferencias plenarias. La única mujer, y la primera en recibir semejante honor, que ninguna otra de su sexo repitió, por lo que yo sé, hasta 1974, cuando la topóloga Mary Ellen Rudin (1924-2013) recibió el mismo encargo en el Congreso de Vancouver.
He aquí cómo vio su situación el gran Hermann Weyl, en el obituario que le dedicó: "Cuando, en 1930, obtuve un puesto permanente en Gotinga, con el mayor interés intenté del Ministerio conseguir para Emmy un puesto mejor, ya que me avergonzaba ocupar una posición por encima de ella, sabiendo como sabía que como matemática era superior a mí en muchos aspectos. No tuve éxito, ni tampoco logré nada con mi intento de que fuese nombrada miembro de la Academia de Ciencias de Gotinga. Tradición, prejuicio, consideraciones externas, pesaron en contra de sus méritos y grandeza científica, que por entonces nadie negaba. Durante mis años en Gotinga, 1930-1933, sin duda fue ella el centro de la actividad matemática más poderosa, considerando tanto la fertilidad de su programa de investigación científica como su influencia sobre un amplio círculo de discípulos."
Con la llegada al poder de Hitler, en enero de 1933, la situación se hizo aún peor para Noether, quien a su condición de mujer añadía la de judía. En abril, se le retiró la venia legendi. Afortunadamente, en julio, dos colleges femeninos, Bryn Mawr, en Pennsylvania, Estados Unidos, y Sommerville, en Oxford, se interesaron por conseguir sus servicios. Finalmente, aceptó un puesto de un año en Bryn Mawr. En octubre embarcaba hacia América. Profesionalmente, las cosas le fueron bien: a partir de febrero de 1934 comenzó a dar clases semanales en Princeton, no lejos de Bryn Mawr, en donde por otra parte se le renovó por un año más su contrato. Sin embargo no duró mucho su suerte en esta nueva fase de su vida: el 14 de abril de 1935 fallecía en el Bryn Mawr Hospital, víctima de consecuencias imprevistas y no aclaradas de una operación que no parecía podía conducir a semejante final. Tenía 53 años y seguramente una vida más fácil por delante.