Estrella Mu Arae. Foto: NASA/NSTARS
El título que he escogido puede confundir. ¿Cervantes en los cielos? Si entendemos "en los cielos" en el sentido de que la memoria del autor de El Quijote habita en un hogar celestial, sirviéndonos de luz y consuelo, entonces no hay duda: Cervantes está, sí, en los cielos. Pero de lo que quiero tratar aquí hoy es de una iniciativa del Planetario de Pamplona y de la Sociedad Española de Astronomía, que, con la colaboración del Instituto Cervantes, aprovecharon la convocatoria puesta en marcha a mediados de agosto pasado por la Unión Astronómica Internacional para dar nombre a 20 sistemas estelares con sus planetas. Su propuesta, que compite con seis más, es asignar a la estrella Mu Arae, situada en la constelación Ara, el nombre de Cervantes.Mu Arae es una estrella del mismo tipo de nuestro Sol, aunque un 32 % más grande y 1,7 veces más brillante, de la que nos separan casi 50 millones de años-luz, que posee al menos cuatro planetas, detectados entre 2002 y 2006, tres de ellos parece que gigantes gaseosos, como Júpiter. La propuesta española, que compite con otras seis, incluye que a estos exoplanetas se le dé también nombres cervantinos: Quijote, Sancho, Dulcinea y Rocinante. El procedimiento es votar por internet aquí antes del 31 de octubre. No está mal esta iniciativa de llevar a Cervantes a otros confines de la Vía Láctea, cuando se cumple el IV centenario de la publicación de la segunda parte de El Quijote. Shakespeare ya está representando en los cielos, y no tan lejos de lo que se propone ahora para Cervantes: los 27 satélites conocidos de Urano, uno de los planetas del Sistema Solar, tienen nombres -la mayoría de mujeres- extraídos de sus obras (también de alguna de Alexander Pope): Desdémona, Ofelia, Julieta, Porcia... Yo votaré enseguida, sumándome a los más de 300.000 internautas que, cuando escribo estas líneas, ya lo han hecho por alguna de las 20 candidaturas. Pero como mi "cielo" deseado es, sobre todo, terrenal, lo que verdaderamente recomiendo es leer a Cervantes, dejar que nos ilustre y conmueva su profunda humanidad y arte narratorio.
Los que aman la ciencia podrán, además, encontrarla en las páginas de El Quijote. Podría darles detalles, como menciones a Ptolomeo, al famoso tratado farmacológico de Dióscorides, o a artilugios tecnológicos de entonces del tipo de molinos y batanes, pero citaré únicamente lo que, en el capítulo XVIII de la segunda parte, don Quijote responde a don Lorenzo, hijo de don Diego de Miranda, el caballero del Verde Gabán, cuando aquel le pregunta que qué "ciencia" era la de la caballería andante. Orgulloso, el caballero de la Triste Figura respondía: "Es una ciencia que encierra en sí todas o las más ciencias del mundo, a causa que el que la profesa ha de ser jurisperito y saber las leyes de la justicia distributiva y conmutativa, para dar a cada uno lo que es suyo y lo que le conviene; ha de ser teólogo, para saber dar razón de la cristiana ley que profesa, clara y distintamente, adondequiera que le fuere pedido; ha de ser médico, y principalmente herbolario, para conocer en mitad de los despoblados y desiertos las yerbas que tienen virtud de sanar las heridas, que no ha de andar el caballero andante a cada triquete [momento] buscando quien se las cure; ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche y en qué parte y en qué clima del mundo se halla; ha de saber matemáticas, porque a cada paso se le ofrecerá tener necesidad de ellas".
Que magnífico ejemplo de unión de "las dos culturas" son estas palabras. Y no olvidemos aquello que escribió don Miguel en otro de sus libros, Los trabajos de Persiles y Sigismunda: "Ninguna ciencia, en cuanto a ciencia, engaña; el engaño está en quien no la sabe".