¿Por qué somos más listos que un chimpancé, un elefante o un pulpo?
El psicobiólogo Manuel Martín-Loeches analiza en un libro cómo y por qué los mecanismos de nuestra inteligencia han ido tomando forma a lo largo de la evolución
3 septiembre, 2023 01:33Los mecanismos hormonales, genéticos y neuronales del comportamiento fascinaron desde el primer momento a Manuel Martín-Loeches, Catedrático de Psicobiología y responsable de la Sección de Neurociencia Cognitiva del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos. “Todo parecía estar ahí”, reconoce en la introducción de ¿De qué nos sirve ser tan listos?, nueva entrega de su larga lista de títulos de divulgación que en esta ocasión publica Destino el próximo 27 de septiembre. En las páginas de este libro, en el que Loeches indaga sobre “la visión actual del ser humano”, se aborda la cuestión de por qué siendo una especie que destaca por su gran inteligencia también comete algunos de los más “incalificables” errores. Avanzamos algunas de sus claves, esenciales para conocernos mejor:
Cara a cara con los neandertales
El neurocientífico afirma que nuestra inteligencia llegó gradualmente. “Es muy probable que los neandertales fueran tan inteligentes como nosotros, pues tenían un tamaño cerebral parecido al nuestro, incluso un poco mayor, pero prácticamente equivalente en términos relativos, y una tecnología lítica también muy similar a la de nuestros primeros tiempos”. Probablemente, añade, “éramos las dos especies más inteligentes del planeta Tierra”. Las experiencias, la acumulación cultural y los conocimientos transmitidos nos han ido moldeando a lo largo de la evolución.
¿Escucha el lenguaje?
Martín-Loeches destaca que las palabras son símbolos. “El lenguaje humano es de naturaleza auditiva, sonora. Y utiliza un sistema muy ingenioso para construir las palabras que lo sustentan, un sistema que recicla muchos de sus elementos para economizar memoria sin apenas perder precisión”. Escuchar o utilizar una palabra nos hará más inteligentes. “Y no solo porque clasificamos el mundo que percibimos en diversas realidades, sino porque además generamos nuevas realidades que no se pueden percibir”. El lenguaje, explica Martín-Loeches, nos permite alcanzar altas cotas de pensamiento abstracto. “Gracias a esto, somos capaces de ver “más allá” de lo que nos llega por los sentidos”.
Dilemas morales
Otra de las ventajas de ser inteligente es la capacidad de ver el futuro y revivir el pasado. “Parece deberse en gran parte a una red cerebral que presenta características únicas en el ser humano y que no está tan desarrollada en otros primates”. Estamos ante un circuito “muy humano” que está activo cuando pensamos en dilemas morales o cuando estamos intentando averiguar lo que está en la cabeza de otras personas, como intenciones y propósitos. “En cuanto algo nos saca de nuestro ensimismamiento esa red se desactiva”.
El miedo a la muerte
Martín-Loeches considera que el miedo a la muerte parece fruto de nuestra gran inteligencia, “un efecto colateral indeseable contra el que hay que hacer algo”. Y no solo el miedo a la muerte; también ante la llegada de nuestro deterioro psíquico y físico. “Eso también es una amenaza. Que el miedo, o al menos la consciencia de esas amenazas, está vinculado a la inteligencia lo demuestra el hecho de que las personas más inteligentes se suelen cuidar más (…). Hay una relación entre la inteligencia individual, la salud y la longevidad”.
El caso de los primates y otros animales
La inteligencia, subraya Martín-Loeches, no es patrimonio exclusivo del ser humano, ni tampoco de de las especies evolutivamente más cercanas a la nuestra, sino una virtud muy extendida. “La verdadera inteligencia se va a demostrar en condiciones ambientales cambiantes, y especialmente si estas son impredecibles”. Los primates son, dice el neurocientífico, “animales en general muy encefalizados”, es decir, que su cerebro es muy grande en relación con el cuerpo. “El chimpancé es realmente listo, pero la parte pensante, racional y con capacidad de abstracción de su cerebro, la corteza cerebral, es tres veces más pequeña que la nuestra: de ahí sus limitaciones”.
También habla Loeches en ¿De qué nos sirve ser tan listos? de los elefantes: “Son una especie realmente fascinante y aún muy desconocida. Sus enormes similitues mentales con los humanos resultan sorprendentes”. Sus redes sociales son muy vastas y están centradas en la familia. Hace referencia el autor también a los cetáceos, en general, bastante inteligentes: “Viven en grupos sociales complejos y se comunican entre ellos, e incluso parecen tener sentido del yo”.
Respecto a los pájaros, demuestran que la inteligencia no es patrimonio de los mamíferos. “Algunas aves, particularmente los córvidos y los loros han demostrado competencias intelectuales increíbles”. También destaca Loeches la inteligencia de los pulpos. Su fascinante comportamiento ha sido objeto de numerosos estudios: “Poseen un sistema nervioso compuesto de unos 500 millones de neuronas. Es un número similar a las del cerebro de un mono tití, aunque muy lejos de los 86.000 millones de nuestro cerebro”.
[¿Están los algoritmos transformando la cultura?]
Emociones y algoritmos
¿Son las emociones contraproducentes para nuestro pensamiento? La pregunta de Martín-Loeches plantea una encrucijada palpitante de los tiempos que corren. “Los algoritmos, la inteligencia artificial, que carece de emociones, ¿lo haría mejor que nosotros?. Las emociones, al fin y al cabo, no son sino valoraciones, puntuaciones que les ponemos a cada una de las alternativas que baraja nuestro cerebro. Sin embargo, llegamos a ellas muchas veces con prisa y mediante atajos”. La IA carece, según Loeches, de la necesidad de tener que sentir emociones positivas rápidamente y de evitar a toda costa las desagradables.
En el epicentro de las adicciones
Uno de los capítulos de este libro fundamental para conocernos es el que Martín-Loeches dedica a las adicciones. ¿Cómo puede ser que voluntariamente uno se haga tanto daño? "Caemos víctimas de las adicciones, por muy autodestructivas que sean, porque se está haciendo un mal uso de unos circuitos que en realidad son absolutamente fundamentales para la supervivencia y la reproducción". Son circuitos que compartimos, dice el investigador, con los demás mamíferos, en los que también se pueden dar comportamientos adictivos aberrantes, como en nosotros y por las mismas razones".