Maraña, enrevesada urdimbre, selva temerosa. Así define el cerebro Santiago Ramón y Cajal en Recuerdos de mi vida, un investigador, un Nobel, un texto de referencia que sirven de guía a Javier DeFelipe (Madrid, 1953) en De Laetoli a la Luna. El insólito viaje del cerebro humano (Crítica), su nuevo libro.
El neurocientífico del CSIC, experto en las raíces de la histología y los circuitos corticales, lleva cuarenta años buscando las claves del cerebro en proyectos como el Cajal Blue Brain y el Human Brain, iniciativas que han dado lugar al Laboratorio Cajal de Circuitos Corticales (UPM/CSIC), compuesto por más de 50 investigadores (entre los que se incluyen anatomistas, fisiólogos matemáticos e informáticos) para intentar desvelar, desde diversas técnicas (inyecciones intracelulares, microscopía óptica y electrónica, métodos de reconstrucción 3D...) los secretos que aún esconde, según sus propias palabras, “el órgano más importante del ser humano”.
No esperen en el libro un coto cerrado solo para científicos. La presencia de textos de Bécquer, Unamuno, Pessoa, Machado, Cortázar o Neruda y alusiones a cuadros como Extracción de la piedra de la locura, de El Bosco, conectan su ameno relato científico con momentos cumbre de nuestra cultura. “Quería publicar un libro híbrido con obras y pensamientos de artistas y escritores para facilitar la reflexión sobre el cerebro”, aclara a El Cultural.
Pregunta. ¿Es el cerebro el gran desafío de la ciencia en estos momentos?
Respuesta. El gran enigma es realmente una sucesión de misterios enlazados entre sí: comienza con el origen del universo, seguido con el origen de la vida y de la materia inteligente (el cerebro), a partir de la materia inerte del polvo de las estrellas. Cuando se descubre algo, es como abrir una puerta, pero al otro lado hay un pasillo con muchas más.
“El gran enigma del cerebro es una sucesión de misterios enlazados entre sí y que comienza con el origen del universo y de la vida”
P. ¿En qué momento de la evolución surge la “chispa” de la autoconciencia?
R. Nuestros antepasados humanos prehistóricos vieron muchos atardeceres y amaneceres y, probablemente, se percataron de la belleza del paisaje, de las flores y de los árboles. Sin embargo, a pesar de tener un cerebro como el nuestro, todavía no habían desarrollado la capacidad para plasmar sus vivencias en una escultura o en una pintura. Tampoco en el lenguaje articulado y menos aún la escritura. Por eso no pudieron disfrutar intelectualmente del arte de la literatura. Dejando volar la imaginación, ¿podría ser que, a lo largo de la evolución humana, los primeros artistas y genios fueran individuos con trastornos mentales y dieran lugar a una especie de chispa o Big Bang cultural que se propagó y evolucionó a través de los siglos?
En el libro, DeFelipe vuelve a plantear nuevas preguntas. Y alude a estudios como el de la neurocientífica brasileña Suzana Herculano-Houzel que, tras estudiar el cerebro de 75 especies de animales, llegó a la conclusión de que el ser humano es el que más neuronas tiene en la corteza cerebral (16.000 millones), seguido del gorila y el orangután (9.000), del chimpancé (6.000-7.000), del elefante africano (5.600) y de la jirafa, loros, córvidos y macacos (1.000-2.000). “Asombrosamente, los loros tienen más neuronas en el palio que cualquier otro animal, ave o mamífero de tamaño similar, incluidos los primates”.
P. ¿De qué forma se comunican las neuronas? ¿Cómo se integran en el “todo” cerebral?
R. Las neuronas se pueden dividir en tres regiones funcionalmente distintas: un aparato receptor (formado por las dendritas y el soma), un aparato de emisión (el axón) y un aparato de distribución (la arborización axónica terminal). La mayoría de las conexiones se establecen mediante sinapsis químicas ‘punto-a-punto’, de tal forma que el impulso nervioso se propaga a través del axón gracias a ciertas propiedades bioeléctricas de la membrana celular. La información que contiene este impulso se transmite a otras neuronas mediante las sinapsis que establece el axón (arborización axónica terminal) con las neuronas que están conectadas (neuronas postsinápticas). No obstante, existe una gran variedad de otras formas de comunicación. Estos procesos son muy complejos.
P. ¿Dónde se alojan los recuerdos? ¿Qué resortes provocan su “renacimiento”?
R. Quizás la memoria se podría definir como una red de neuronas distribuidas por la corteza cerebral y conectadas a través de sinapsis que se establecen por la experiencia ambiental y educativa. En este sentido, uno de los temas de investigación más activos actualmente es tratar de contestar a la siguiente pregunta: ¿mediante qué mecanismos se extrae de la memoria una percepción almacenada y cómo podemos influir en el recuerdo de esa percepción?
P. ¿Qué áreas nos permiten articular el lenguaje?
R. Existen varias áreas corticales implicadas, pero esto no quiere decir que estas áreas solo estén para esta función. Lo que es increíble es cómo los circuitos neuronales de estas áreas pueden dirigir acciones tan maravillosas como expresar un pensamiento abstracto a través del lenguaje.
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P. ¿Sabemos de qué forma surge la creación artística?
R. No cabe duda de que muchas regiones del cerebro están involucradas en la creatividad pero no sabemos realmente cómo emerge.
P. En la era de la tecnología, ¿cómo se relaciona el cerebro con ella? ¿Será superado o sustituido por avances como la inteligencia artificial?
R. Pronto veremos grandes avances en implantes cerebrales o neurales con dispositivos electrónicos que se conectan con el sistema nervioso, por ahora solo con fines médicos. Además, hemos creado máquinas que son capaces de hacer muchas tareas cognitivas humanas. Incluso nos superan en su ejecución. Estas máquinas son cada vez mejores y más potentes, pero, ¿hay un límite? ¿Dónde está la frontera que delimita el terreno humano y el de la máquina?