Nueva York es su cuartel general pero mantiene una mirada constante en Londres, ciudad donde se encuentra la central del grupo Nature. Erika Pastrana (Boston, 1978) nació en Estados Unidos debido a los estudios postdoctorales que en ese momento se encontraban realizando sus padres asturianos. A los seis meses se instaló con su familia en Madrid, donde se especializó en Biología Molecular y Neurociencias. Su tesis abordó, en el laboratorio de Javier Díaz Nido de la Universidad Autónoma, el estudio de los mecanismos que promueven la regeneración de neuronas dañadas del sistema nervioso.
Tras pasar por el laboratorio de Fiona Doetsch, en la Universidad de Columbia, llegó a Nature, donde en la actualidad es responsable de la estrategia editorial de las revistas centradas en las ciencias aplicadas y químicas, además de formar parte del equipo ejecutivo que gestiona "Nature Research”, incluida Naturey Nature Communications. Justo cuando la cabecera nodriza cumple 150 años (el primer número salió en noviembre de 1869) surge la polémica de las predatory journals, revistas muy cuestionadas -en la mayoría de los casos parapetadas en internet- que publican artículos a cambio de dinero sin procesos editoriales que garanticen su calidad (iniciativa que permite, de paso, inflar currículums).
8.000 publicaciones dudosas
La propia Nature publicó en 2017 un artículo en el que un grupo de científicos analizaron 2.000 publicaciones en unas 200 predatory. Más de la mitad provenían de países desarrollados (el 17% solo de Estados Unidos). Actualmente, según los datos que maneja Pastrana, existen más de 8.000 publicaciones de este tipo. “Estas revistas ponen en peligro el proceso de publicación científica y se han convertido en un problema que afecta a la comunidad científica global”, señala.
Pregunta. ¿Cómo se protege del fraude una revista como la suya?
Respuesta. La revisión por expertos es uno de los pilares esenciales para asegurar la calidad. En Nature nos tomamos muy en serio este proceso. Los editores están formados como científicos y todos los artículos que consideramos se revisan por un equipo editorial además de por expertos. Evaluamos los artículos en base a los datos descritos. En determinados casos, solicitamos a los autores que nos envíen los algoritmos o determinados datos, y pedimos a los expertos que los comprueben durante la evaluación del artículo. Todos los artículos publicados se someten a un examen de plagio, y en muchos de ellos también hacemos un chequeo de las imágenes para detectar manipulación.
P. ¿Cómo afrontaría Nature un trabajo como el de He Jiankui, que recientemente ha modificado genéticamente el ADN de dos bebés?
R. En estudios que implican humanos, exigimos a los autores que incluyan pruebas de que el proyecto ha sido evaluado por los comités relevantes en la materia. Además, exigimos documentación que pruebe que todos los sujetos implicados recibieron la información adecuada sobre la investigación y que dan su consentimiento por escrito. Igualmente, los artículos que usan materiales embrionarios humanos, células madre, gametos o embriones, o que describen aplicaciones clínicas de las células madre, han de confirmar por escrito que siguieron las normas establecidas por los organismos reguladores. Estos artículos también deben incluir una declaración de procedimientos éticos donde se describa el organismo que aprobó los estudios y se especifique que los participantes o donantes dieron su consentimiento. Nuestros editores siguen las recomendaciones establecidas en 2016 por la organización internacional de células madre (ISSCR) para el estudio y aplicación clínica de células madre. La decisión de publicar o no artículos que conllevan la modificación del genoma humano es algo que consideramos muy seriamente. Nos basamos en aspectos como la seguridad de las técnicas aplicadas y el seguimiento de las normas éticas y reguladoras. También tenemos en cuenta el debate social que estos descubrimientos pueden tener.
P. Participa el día 7 en la Fundación Ramón Areces en un ciclo sobre Inteligencia Artificial y Biomedicina. ¿Cómo vive el protagonismo de la IA en la ciencia actual?
R. La IA está atrayendo muchísima atención principalmente por los avances en deep learning (aprendizaje profundo), que han sido posibles gracias a la disponibilidad de grandes cantidades de información (datos) y los avances en el rendimiento computacional. En los últimos años, el deep learning y otras técnicas de IA se están empleando en muchos campos científicos. Este desarrollo acelerado de la IA casi ubicua requiere que se establezcan con urgencia marcos apropiados para asegurar que sus aplicaciones respetan los principios éticos, como los referentes a la protección de datos personales y la obtención de los permisos apropiados.
Consciente del impulso de la IA, el grupo Nature acaba de lanzar una nueva revista, Nature Machine Intelligence, cuyo primer número está dedicado a los avances que están redefiniendo esta disciplina y a áreas como machine learningy robótica. Además, recoge noticias y artículos de opinión sobre sus aplicaciones en diversos campos de la sociedad y de la investigación.
P. ¿Podrán convivir el robot y el ser humano?
R. Los avances en robótica están permitiendo crear ‘máquinas inteligentes' capaces de ejecutar acciones complejas, como manipular objetos o asistir en cirugías, y de incorporar grandes cantidades de datos de forma dinámica. La asimilación continua de información permite a estos robots planear, aprender y tomar decisiones. Estos avances harán que mejore su capacidad de predecir situaciones y contextos, algo que es imprescindible para que interaccionen de forma segura y útil con los humanos. Un ejemplo de esto son los coches autónomos (self-driving cars).
P. ¿Piensa que nos encontramos en la década del cerebro?
R. Siendo de formación neurocientífica desde luego que pienso que nos encontramos en la década del cerebro, y quizá lo sean también las dos siguientes. Estudiar el sistema nervioso es de suma importancia: aún nos queda mucho por aprender acerca de cómo ejecutamos funciones ‘básicas' como recordar, aprender o sentir emociones. Es esencial que avancemos en el conocimiento de las enfermedades mentales para desarrollar nuevos tratamientos.
Para Pastrana, España aún tiene mucho que decir en investigación: “La educación universitaria y doctoral nos prepara para ser competitivos también en el extranjero. Vemos científicos españoles liderando proyectos por todo el mundo”. Eso sí, reclama la editora de Nature que hay que hacer una apuesta por invertir en su financiación, “a través de fondos públicos y privados, y fomentando tanto la ciencia básica como la transferencia tecnológica y el desarrollo de start-ups científicas”.
Como ocurre en otros países, impulsar los programas de educación científica que ya existen, concienciar sobre la importancia de la ciencia en la sociedad y situar a nuestros investigadores en el lugar destacado que les corresponde contribuirá, en opinión de Pastrana, a reafirmarnos como una potencia científica.