Adrian Bird en su despacho de la Universidad de Edimburgo.
Identificar las regiones del ADN donde se activan los genes es una de las aportaciones fundamentales de Adrian Bird (Dudley, Reino Unido, 1947) a la epigenética, que analiza la influencia de factores ambientales en enfermedades como el cáncer. También sus estudios en torno al llamado Síndrome de Rett, una enfermedad neurológica que se manifiesta como un tipo grave de autismo. Bird consiguió que sus efectos se redujeran en ratones. Actualmente compagina la investigación básica con la búsqueda de tratamientos clínicos para esta enfermedad. El Cultural ha hablado con el profesor británico sobre el impacto de sus trabajos con motivo de la entrega de los Premios BBVA Fronteras del Conocimiento este martes, 17 de junio.
-No sé si me atrevería a proclamar que el trabajo de nuestro laboratorio fue revolucionario, pero sí diría que sorprendimos a todo el mundo con la reversibilidad de los síntomas característicos del Síndrome de Rett en ratones. Había una creencia extendida de que este tipo de trastornos neurológicos eran irreversibles y que por lo tanto no se podían tratar. Nuestro experimento demostró que esto no tiene por qué ser así. H a dado esperanza de que se descubran tratamientos reales en el futuro.
-¿Cual es el papel de la metilación del ADN en el desarrollo de enfermedades como el cáncer?
-La causa principal del cáncer son genes defectuosos que han mutado en el cuerpo, pero la metilación del ADN tiene un papel de apoyo importante, y puede ofrecer oportunidades de tratamiento. Los patrones de metilación del ADN suelen estar muy controlados, pero hay una amplia evidencia científica de que a menudo se encuentran muy alterados en el cáncer. En la práctica clínica ya se usan con cierto éxito fármacos que reducen los niveles generales de metilación del ADN en tumores.
-¿Cómo llegó a crear su mapa de metilación del ADN?
-Cuando empecé a interesarme por este tema, allá por los años setenta, no se sabía nada sobre dónde estaba situado en el genoma con respecto a los genes. Me di cuenta de que había enzimas bacterianas específicas que cortan el ADN que podían usarse para localizarlo. Funcionó bastante bien y pude establecer que la metilación del ADN está muy extendida por todo nuestro ADN, pero que hay islas sin metilar en regiones de control génico. Ahora sabemos que si estas islas se metilan, que es lo que ocurre con muchas en el cáncer, los genes no funcionan como es debido.
-¿Piensa que su investigación ha contribuido a mejorar nuestro conocimiento del síndrome de Rett?
-Nuestro trabajo ha llevado a que entendamos mejor el síndrome de Rett. En la mayoría de los casos, este síndrome lo causa un gen llamado MECP2. A principio de los noventa mi grupo descubrió la proteína que lo codifica y demostró que lee la señal de metilación del ADN. Creamos el primer modelo animal de este trastorno y demostramos que es completamente reversible, al menos en ratones.
-¿Cómo han contribuido los experimentos con animales a su trabajo?
-Sencillamente, sin modelos animales del síndrome de Rett no podríamos estudiar los mecanismos biológicos básicos que están alterados en los pacientes. Aunque también usamos cultivos celulares, nada puede reemplazar a esos modelos.
-¿Es posible que se hagan estudios con pacientes a medio plazo? ¿En qué punto del proceso nos encontramos con este tipo de estudios?
-Una vez se desarrolla un tratamiento, se hacen pruebas exhaustivas en animales antes de emprender ensayos muy rigurosos en seres humanos. El proceso es, por necesidad, lento y muy controlado, y también requiere mucho tiempo. Ahora mismo se están haciendo unos pocos ensayos clínicos relacionados con el síndrome de Rett, pero es demasiado pronto para evaluar los resultados.
-¿Cree que a medio plazo habrá tratamientos disponibles para paliar estas enfermedades?
-No podremos saberlo con certeza hasta que tengamos tratamientos demostrados. De momento todos nos sentimos optimistas.
-¿Qué aportó la secuenciación del genoma humano a su trabajo?
-La secuenciación del genoma humano fue un hito en la biología, no sólo porque reveló toda la información genética que se requiere para crear un ser humano, sino porque también está mostrando cómo se asocian las diferencias de nuestros genomas a nuestra susceptibilidad a la enfermedad. Podría decirse que la biología moderna depende totalmente del conocimiento de las secuencias genómicas.
-¿Qué otros retos científicos han guiado su trabajo?
-El ADN me ha fascinado desde que era estudiante. Tuve la enorme suerte de poder entrar en un área de investigación poco estudiada que tenía que ver con el ADN (la metilación) y de hacer descubrimientos que han contribuido a la comprensión de procesos biológicos básicos. Vivimos un momento que se conocerá como la edad de oro de la biología, y me siento privilegiado de participar en esta revolución del conocimiento humano. Es importante que entendamos que todavía queda un buen trecho hasta que seamos capaces de aprovechar las aplicaciones que promete traer este nuevo entendimiento.