Severo Ochoa: un siglo de ciencia
Cuando cursaba el segundo año de Medicina en Madrid conoció al profesor de Fisiología Juan Negrín, quien le propuso trabajar en el laboratorio de Fisiología de la Residencia de Estudiantes, en la mítica Colina de los Chopos. La Residencia de Estudiantes, dirigida por Alberto Jiménez Fraud, era en aquella época un magnífico centro de ciencia y de cultura. En ella, Severo Ochoa tuvo ocasión de escuchar a conferenciantes de la talla de Albert Einstein y Marie Curie, y de convivir, entre otros, con Federico García Lorca, Salvador Dalí y Luis Buñuel. Esta vida y trabajo en la Residencia de Estudiantes fue una semilla importante en la vida científica y personal de Severo Ochoa.
Durante su época en el laboratorio de la Residencia de Estudiantes Severo Ochoa puso a punto un método para la determinación de la creatina y, después de pasar su primer verano en Inglaterra, en el laboratorio de Patton, experto en este campo, publicó su primer trabajo en inglés, en 1929, en la prestigiosa revista Journal of Biological Chemistry. Una vez finalizados los estudios de Medicina trabajó en varios laboratorios europeos (Berlín, Heidelberg, Londres, Oxford), entre los que se incluye una estancia en el Instituto de Ciencias Médicas, creado por Carlos Jiménez Díaz, en Madrid. En esta época trabajó sobre la química de la contracción muscular, sobre su primer enzima, la glioxalasa, sobre la glicolisis, y sobre la vitamina B1. En 1940, invitado por el matrimonio Carl y Gerty Cori, se trasladó a St. Louis, en Estados Unidos, pasando después a Nueva York. En 1974 se trasladó como Investigador Distinguido al Instituto Roche de Biología Molecular en New Jersey.
Desde 1977 compartía sus actividades en dicho Instituto con sus frecuentes estancias en el Centro de Biología Molecular ‘Severo Ochoa’ en Madrid, Centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y de la Universidad Autónoma de Madrid, cuya creación había promovido. En 1985 se volvió definitivamente a España, al Centro de Biología Molecular ‘Severo Ochoa’, del que era Director Honorario. Severo Ochoa consideraba al Centro de Biología Molecular su obra, de la que se sentía orgulloso, y al que ayudó con todas sus energías. Fue para los investigadores del Centro un punto de referencia, un ejemplo y un estímulo continuo para realizar siempre más y mejor investigación. Severo Ochoa ha hecho numerosas e importantes contribuciones en distintos campos de la Bioquímica y la Biología Molecular. Además de sus trabajos sobre la glicolisis, son bien conocidas sus contribuciones al esclarecimiento de las etapas clave en el ciclo de Krebs, así como sus trabajos sobre el acoplamiento entre oxidación y fosforilación, sobre la fotosíntesis o sobre el metabolismo de los ácidos grasos.
En 1954, prosiguiendo con sus trabajos sobre la fosforilación oxidativa, descubrió un enzima, la polinucleótido fosforilasa, capaz de sintetizar in vitro RNA a partir de ribonucleosidodifosfatos. Este trabajo, publicado en 1955 como una carta al editor de la revista Journal of the American Chemical Society, le valió la concesión del Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1959. El descubrimiento de la polinucleótido fosforilasa tuvo la importancia adicional de que dio lugar a la preparación de polinucleótidos sintéticos de distinta composición de bases con los que el grupo de Severo Ochoa, en paralelo con el grupo de Marshall Nirenberg, llegaron al desciframiento de la clave genética.
A partir de 1964 Severo Ochoa se adentró, por una parte, en los mecanismos de replicación de los virus que tienen RNA como material genético, describiendo las etapas fundamentales del proceso, y, por otra parte, en los mecanismos de síntesis de proteínas, con especial atención al proceso de iniciación, tanto en organismos procarióticos como en eucarióticos, siendo pionero en el descubrimiento de los factores de iniciación de la traducción.
Severo Ochoa puede considerarse el padre de la Biología Molecular en España ya que, directa o indirectamente, ha formado a un gran número de investigadores en este campo, estimulando siempre el desarrollo de la investigación en este área. Tres generaciones de investigadores españoles han tenido a Severo Ochoa como maestro, de un modo directo o indirecto.
Además, Severo Ochoa jugó un papel importante en la creación de la Sociedad Española de Bioquímica en 1963, hoy Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, con su apoyo y participación en la primera reunión de bioquímicos españoles celebrada en Santander en 1961, donde se gestó la creación de la Sociedad, participando posteriormente asidua y activamente en los Congresos de la Sociedad. Tuve la suerte de conocer a Severo Ochoa en el verano de 1958, un año antes de que recibiera el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, siendo yo estudiante de Ciencias Químicas en la Universidad Complutense de Madrid. Los trabajos de Severo Ochoa me fascinaron y determinaron mi vocación por la Bioquímica. Por consejo suyo, realicé la Tesis Doctoral en el Centro de Investigaciones Biológicas con Alberto Sols y después me fui, junto con Eladio Viñuela, mi marido, a realizar una fase postdoctoral con Severo Ochoa en el Departamento de Bioquímica de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, donde se concentraba un plantel de magníficos científicos realizando investigación de la mejor calidad.
De la estancia en el laboratorio de Severo Ochoa guardo un recuerdo imborrable. El me enseñó, no solamente la Biología Molecular que después pude desarrollar y enseñar en España, sino también su rigor experimental, su dedicación y su entusiasmo por la investigación. El seguía día a día el trabajo que se hacía en el laboratorio, y a diario discutíamos con él los experimentos que se habían hecho, y planeábamos los que había que realizar. Tengo un recuerdo especialmente agradable de los almuerzos en los que, además de largas discusiones sobre ciencia, también se hablaba de música, de arte, de literatura, de viajes. Era un rito el paso de Severo Ochoa a las 12 en punto por nuestros laboratorios para recogernos de camino al comedor de la Facultad. También tengo un excelente recuerdo de las clases que se impartían a los estudiantes de Medicina de la Facultad por los profesores del Departamento, y a las que asistíamos todos los miembros del mismo. Ello me dio ocasión de aprender la Biología Molecular desde el punto de vista teórico de la mano de Severo Ochoa y de otros grandes profesores del Departamento. Por todo ello, quiero dejar constancia de mi profunda gratitud.
Severo Ochoa, quien, según sus propias palabras ha tenido la Bioquímica como “hobby”, ha sido sin duda el ejemplo de una vida dedicada a la investigación. Sin embargo, no quisiera terminar esta semblanza sin recordar al Severo Ochoa amante de la cultura, de las artes y de la música, quien se extasiaba al contemplar los frescos de Goya de la Capilla de San Antonio de la Florida, a la que consideraba la Capilla Sixtina española, o al escuchar los cuartetos de Beethoven o Don Giovanni de Mozart, cuya partitura se conocía de memoria. A pesar de su gran prestigio y relevancia como investigador, Severo Ochoa era una persona enormemente sencilla quien manifestó, poco antes de morir, que le gustaría que le recordasen como hombre tolerante y bueno, que es lo que creía que él había sido. Como hombre tolerante y bueno, como gran investigador y como gran maestro recordaremos a Severo Ochoa, y su ejemplo permanecerá para siempre.