Con una sola pierna
Con una sola pierna, editada en inglés en 1982, no es la pieza más conocida de su bibliografía, lugar ocupado por Awakenings, en parte gracias a la fama de su adaptación cinematográfica, donde Robin Williams hizo de sosias del neurólogo. Ni tampoco es la más elogiada por la crítica, honor reservado a El Hombre que confundió a su mujer con un Sombrero.
La particularidad de la presente obra reside en que esta vez el enfermo cuya odisea se relata es el propio Sacks, a raíz del accidente sufrido en 1974 cuando un toro le quebró la pierna en un paseo por Noruega. Pese a una exitosa intervención quirúrgica, el neurólogo perdió toda percepción y control de su extremidad: el toro le había infligido una "amputación interna", un estado neurológico anormal conocido como síndrome de Pützl.
Comenzó entonces una peregrinación por el mundo de la medicina que hizo al médico vivir a fondo la situación del enfermo. "Ser un paciente le obliga a uno a pensar", subraya Sacks.
Aquí el objeto de las meditaciones del autor es el hecho de que la herida de su pierna crease "una lesión en mí", convirtiendo su recuperación en un dramático "experimento de identidad" que él ha sabido reflejar con la mirada clínica del experto, sin perder de vista sus percepciones como afectado. Impresionante es su relato de cómo la pierna sana pero inerte se le transformó en un cuerpo extraño al que estaba obligado a acarrear como un preso su bola.
La historia tiene un final feliz: el paciente recupera el pleno dominio de su extremidad, en parte por obra de una recuperación espontánea, en parte por las instrucciones prácticas de un ortopedista británico que producen las misteriores reconexiones neuropsicológicas que restablecen la "imagen" interior de su pierna.
Con esta obra, Sacks continúa su reformulación de las relaciones entre medicina y literatura, o entre ciencia y humanidades, si se quiere. No casualmente, Con una sola pierna está dedicada a A. R. Luria, el neuropsicólogo ruso que preconizaba la superación del abismo entre una ciencia clásica, basada en modelos abstractos, y una ciencia romántica, interesada en preservar la totalidad de la realidad humana por medio de una identificación empática con la experiencia del paciente.
En ese sentido, los libros de Sacks constituyen un tenaz intento por dar forma literaria a los postulados de Luria -plasmados en su texto El hombre con un mundo destrozado-, y rebatir la vertiente más objetivista de la medicina moderna, patente en las palabras del médico que le atendía cuando él le comentó la sensación de extrañeza suscitada por su pierna alienada: "No puede perder tiempo con experiencias como ésta. Soy un hombre práctico y tengo trabajo que hacer".
Anne Hunsaker Hawkins ha interpretado las narraciones de Oliver Sacks como viajes metafóricos a través de la enfermedad. Como un Virgilio con bata blanca, el neurólogo acompaña a sus pacientes en su descenso a los infiernos o en su paso por el purgatorio y posterior ascensión al Paraíso. Lo cierto es que valiéndose de estos esquemas narrativos de largo arraigo en la tradición literaria occidental, Sacks restituye a la neurología -y al discurso de la medicina clínica- la subjetividad del paciente excluída por el modelo mecánico del cerebro de cartesiana memoria.
Quienes les interese asomarse a esta búsqueda de alternativas a un discurso clínico denostado por Luria con el calificativo de "enfoque veterinario", encontrarán en esta obra una escala de abordaje donde la didáctica no va reñida con el placer del texto.