Del color de la leche, de la dramaturga y novelista británica Nell Leyshon, fue un exitazo editorial hace diez años. Ella misma ha adaptado la novelita de apenas 200 páginas al teatro y ahora Fernando Bernués la produce y dirige con su compañía Tanttaka.
Un folletín de época cuyo mayor atractivo reside en la actriz que lo sostiene, la carismática Aitziber Garmendia, y un dispositivo plástico en el que cobra valor el pictórico vestuario diseñado por Ikerne Giménez.
Entre los valores que la crítica ha subrayado de la novela destaca el estilo directo, sencillo e inconfundible de su autora, que adapta el lenguaje a las peculiaridades sociales de la protagonista, una campesina analfabeta de la Inglaterra de 1831 que por encima de todo en este mundo desea aprender a leer y a escribir. Ahí se justifica la estructura que adopta el espectáculo, ella nos lee una carta en la que nos cuenta su historia.
En el montaje no podemos apreciar las cualidades del estilo literario, pero encontramos otras. La mejor es el trabajo de la actriz Aitziber Garmendia personificando a Mary, coja de nacimiento pero una joven de una espontaneidad, una confianza en sí misma y una sinceridad que trasciende las rígidas reglas sociales que presumimos de aquella época (y que con tanto denuedo han fomentado las series de época de la BBC).
Aitziber interioriza el carácter de su personaje, dándole una intimidad y empatía que conecta rápidamente con el público, a veces incluso rompe la cuarta pared buscando complicidad. Se expresa con algunos vulgarismos, chocantes porque suenan demasiado contemporáneos, pero ¿deberíamos presumir que eran muy remilgados una humilde y pobretona familia de granjeros de aquella época?
Más tópico y desencajado me resulta el desenlace argumental que adopta este folletín adecuándose a un tratamiento de los temas conforme a la moral dominante. Es una tendencia que se observa también en las series de televisión de época, cuando introducen conflictos y comportamiento típicos de la actualidad e impensables en la época en el que se desenvuelven esas series.
En la primera parte de esta obra, Mary nos informa de la miserable vida campesina de su familia, con un padre brutal; la narración dramática, siempre en primera persona, tiende a lo informativo y tarda en llegar el conflicto. Este llega en la segunda parte, cuando se da un caso de violación por un cura.
No es hasta el desenlace cuando queda manifiesta la enjundia de la novela —el poder de las palabras y el valor de la escritura y de la lectura— y el propósito de interpretar el episodio conforme a nuestros días: sin afán de desvelarlo, en el alegato final de la protagonista hay cierto malabarismo moral al presentar como sacrificio de amor matar al amado.
La puesta en escena tiene una factura profesional y de buen gusto estético: por el estilizado vestuario de época, por lo metafórico de esas montañas de sillas que sirven de escenografía, por el acertado uso de la iluminación.
Bernués mueve a los actores con transiciones claras y precisas, la mayor parte duplican sus personajes con excepción de Jon Soroiz (da vida al abuelo), que permanece en escena todo el tiempo. Destaca Mireia Gabilondo en el papel de dama casi romántica delicada y enferma mientras Joseba Apaolaza resulta muy convincente como vicario.
Me pregunto si esta obra es una de las que el asiduo al Teatro de la Abadía espera encontrarse allí. Por sus hechuras comerciales probablemente le iría mejor un escenario de la Gran Vía y aledaños, podría incluso permanecer durante más tiempo en cartel, hasta que el público lo decidiera; doy fe que el de la noche en la que yo vi la función aplaudió haciendo salir a los actores hasta tres veces.
Pero son mayoría las compañías que prefieren trabajar para las administraciones, dan mejores condiciones económicas y menos riesgos, y así la vida de las obras se acorta a una temporada, quizá dos como mucho.
Ficha técnica.
Teatro de la Abadía, hasta el 12 de mayo
Texto: Nell Leyshon
Dirección y escenografía: Fernando Bernués
Reparto:
Joseba Apaolaza
Miren Arrieta
Mireia Gabilondo
Aitziber Garmendia
Jon Olivares
José Ramón Soroiz
Vestuario: Ikerne Giménez
Diseño de iluminación: David Bernués
Traducción: Mariano Peyrou
Producción: Tanttaka Teatroa