“El trabajo de máscara en teatro es esto: te pones una máscara y tienes que trabajar sobre el cuerpo para que la máscara tome vida”. Así resume la francesa Maguy Marin en qué ha consistido una parte importante de su labor como coreógrafa a lo largo de su extensa carrera. Las Naves del Matadero de Madrid nos dan ahora la oportunidad, solo hasta mañana, de ver plasmadas sus teorías en una de sus coreografías de referencia: May B. El espectáculo de danza, concebido hace más de 40 años, es ejemplar, con la indiscutible calidad e interés de las grandes obras artísticas.

May B tiene el aroma del teatro de los años ochenta, ritmo lento, de iluminación y poderosa estética expresionista, en la onda de Kantor. Comienza y se oye un precioso lied de Schubert en absoluta oscuridad y no es hasta que la voz del tenor deja de escucharse que el escenario se ilumina descubriendo un espacio vacío, poblado con unos seres fascinantes e indefinidos, vestidos con ropas blancas y con un gran exceso de maquillaje que oculta sus rostros. Tienen algo de troupe salida de un manicomio o también podría ser de un festival holy. Hay un telón o pared oscura en el foro con dos oquedades. En total son diez personajes, cinco hombres y cinco mujeres, con una estética compartida pero no anónimos, pues los diferenciamos por su altura o delgadez, un pequeño gorrito, una prótesis en la nariz, una falda o un camisón, la agilidad o el movimiento torpe...

Como si presenciáramos una película de cine mudo, las imágenes y el ambiente, la música y los sonidos que emiten conducen sus acciones y estas les llevan por el escenario ejecutando coreografías variadas: se agrupan y se desagrupan, inician bailes y juegos en parejas, se frotan sus cuerpos unos contra otros ejecutando procaces movimientos, se detienen y nos miran y dictan un silencio, pelean por el territorio y luchan, se roban objetos… y repiten movimientos ya ejecutados. Huyen por las oquedades del foro y vuelven a salir. Actúan como marionetas, como muñecos impulsados por gestos de gran expresividad. Muy singular el movimiento que ejecutan a veces, de pequeño paso, casi de puntillas, lo asocio de nuevo al cine mudo pero también al cine animado.

'May B' tiene el aroma del teatro de los años ochenta, ritmo lento, de iluminación y poderosa estética expresionista

Dice Maguy Marin de May B: “Este trabajo sobre la obra de Beckett, en el que el gesto y la atmósfera teatral entran en contradicción con la performance física y estética del bailarín, fue para nosotros la base para un desciframiento secreto de nuestros gestos más íntimos, más ocultos, más ignorados”. Y añade: “En este trabajo, a priori teatral, nuestro interés ha sido desarrollar no la palabra, sino el gesto en su forma fragmentada, buscando así el punto de encuentro entre, por una parte, la gestualidad reducida teatral y, por otra, el baile y el lenguaje coreográfico”.

La coreografía tiene dos partes, pues en la segunda los personajes mantienen su maquillaje pero añaden prendas humildes en tonos tierra a sus cuerpos, además de portar maletas. Aparecen personajes, como Pozzo y Lucky (de Esperando a Godot), que reconocemos por la soga al cuello con la que Pozzo mantiene atado a su esclavo. Como si fuera un bucle, repiten movimientos y mecánicas de juego vistas ya en la primera parte. El lied de Schubert ordena el espectáculo, tras oírlo al principio, lo hemos oído también brevemente en la mitad de la obra, cuando comienza la segunda parte, y luego al final, en un fundido lentísimo e hipnóptico con el que uno de estos seres se despide.

Aunque inspirada en el universo desolado de Beckett, esta pieza es experimentación sobre la forma plástica-dramática de construir una danza antinaturalista, campo de investigación de Maguy Marin desde que en 1980 creara su propia compañía que acabaría erigiéndose en el Centro Coreográfico Nacional de Créteil y del Val du Marne en 1985, y que años después trasladaría al Centro Coreográfico Nacional de Rillieu la Pape.

May B es una muestra ejemplar de un teatro antinatural, profundamente poético y alejado de lo literario y de la palabra, de la que solo oímos finir (terminar) y algún sonido gutural. Una danza artificiosa, ritual y profundamente expresiva.

@lizperales1