Pequeños grandes hombres
Los 'enanitos toreros' resistiendo la cruel acción de un Gobierno que con sus políticas de no-discriminación quiere eliminarles de los ruedos es la heroicidad más reciente de la cultura española
La pincelada épica de este agosto ha venido servida por los enanitos toreros resistiendo la acción de un Gobierno que con sus políticas de no-discriminación quiere quitarles su trabajo. Sí, pásmense: ¡quiere prohibirles trabajar! En un comunicado de cuatro párrafos una cuadrilla de once toreros cómicos —algunos de poco más de 120 centímetros de altura— han desenmascarado a un monstruoso Goliat amalgama de políticos y burócratas, asociaciones sin socios y el ministerio de Derechos Sociales, que pretenden prohibir su espectáculo con la excusa de que es “indigno” para el colectivo de enanos. Los heroicos artistas anuncian: “defenderemos nuestros derechos hasta el último aliento”.
La compañía “Diversiones en el ruedo y sus enanitos toreros” difundió el citado comunicado tras enterarse de que el ministerio de Derechos Sociales había presionado al municipio de Zahínos (Badajoz) para que cancelara su actuación en los festejos del pueblo previstos para este fin de semana. La presión ministerial sobre los ayuntamientos para quitarles el pan a un grupo de comediantes es política espiritual y material del negociado que ahora dirige Ione Belarra pero que nuestros pequeños protagonistas vienen sufriendo desde hace tiempo y desde varios frentes. ¿Cómo justifica el gobierno esta intimidación contra una humilde gente que, a pesar de las escasas posibilidades que tienen para trabajar por su discapacidad, ha encontrado abrigo en el mundo del espectáculo y en un oficio que dicen amar y quieren seguir ejerciendo?
Veamos el argumentario del director general de Derechos de las Personas con Discapacidad del citado negociado, Jesús Martín Blanco, quien en su cuenta de Twitter esgrime el lema La revolución del respeto, una falsedad si pensamos que su acción contra estos cómicos toreros tiene más de golpe cruel que de deferencia hacia ellos, pero así suelen ser las almas revolucionarias. Afirma Marín Blanco que estos espectáculos “denigran a las personas por razón de discapacidad” y “vulneran” los principios fundamentales de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas. Se erige también en juez artístico, pues considera que el toreo cómico no es cultura, sino una “programación basada en la mofa, degradación y humillación de una condición física”. Y remata con su idea soviética de libertad: "La libertad debe ir acompañada de justicia social y la autonomía del individuo se cae si no se parte de la igualdad de oportunidades, pues a nadie le gusta tener un trabajo que es motivo de mofa”. A continuación anuncia que quiere cambiar la ley de espectáculos taurinos y que propondrá medidas de apoyo a los enanitos. Acabo con su fuente de ingresos y luego los domestico.
El proceso de aniquilación —Kafka ya lo certificó— está ya muy ensayado: el poder se erige en nuestra conciencia moral, decide qué es discriminatorio y lo equipara a delito; a partir de ahí, serán considerados delincuentes quienes se opongan a su dictado. Para que el proceso tenga apariencia garantista se recurre, como hemos visto por las palabras de Martín Blanco, a normas supranacionales basadas en los sacrosantos derechos humanos, actualmente la doctrina ideológica en la que se expresan la ONU, la UE, las ONG, empresas multinacionales… En realidad, los derechos humanos son una perversión de lo que fueron y hoy funcionan como una ideología utópica, una teología que persigue que seamos más buenos y felices gracias a la búsqueda de la igualdad social por acción del poder político. El precio a pagar por ello es la agonía del derecho y el destierro del principio de igualdad ante la ley en el que se fundamentan las democracias soberanas.
Morir con las botas puestas
Pero hete aquí que los enanitos toreros quieren morir con las botas puestas y, en su hermosa reivindicación de su más elemental derecho a ganarse la vida como mejor pueden y saben —y no son muchas las oportunidades que tienen, la verdad—, hacen la exposición más razonable y heroica de los crecientes casos de censura política que estamos viviendo y que me temo todavía nos quedan por vivir:
1.- Niegan la mayor: no se sienten discriminados por el público o por sus compañeros de la compañía; están orgullosos de ser artistas del toreo bufo y piensan que los que dicen defenderles “nos señalan con el dedo porque ven en nuestra condición física un blanco fácil”. Nadie les ha pedido que les salven de la indignidad en la que viven. La mejor manera de defenderlos es yendo a ver su espectáculo y, si se sienten ofendidos, que miren para otro lado.
2.- Son artistas cómicos, les encanta que la gente se ría de sus payasadas, de sus desplantes y de las cabriolas que hacen con sus diminutos cuerpos frente al novillo. ¿Por qué consideran que es vejatorio hacer reír a la gente así? Hay que recordar al señor Martín Blanco y sus secuaces asociacionistas las palabras de Aristóteles: “Lo cómico es un defecto y una fealdad que no contiene ni dolor ni daño, del mismo modo que la máscara cómica es algo feo y deforme, pero sin dolor”. Está claro, no todo el mundo tiene el mismo sentido del humor, lo que a algunos hace gracia, a otros disgusta, pero déjennos reír al menos.
3.- La compañía la forman once personas, de las que solo unas cuantas sufren enanismo. Se barruntan los actores que “quizá el ataque real viene a nuestra vertiente taurina”. También yo lo creo, y no solo por todos los ataques precedentes que el toreo recibe de este gobierno y de la izquierda política. ¿Qué va a ocurrir con los espectáculos de enanos en los teatros, en los circos y en aquellos escenarios donde estas almas se buscan la vida? Recuerdo a Emilio Gavira interpretando en un teatro del Ministerio de Cultura como el Valle-Inclán de Madrid al enano hidrocéfalo de Divinas palabras, personaje que en la obra de Valle-Inclán es exhibido por las aldeas gallegas y cuya propiedad es objeto de disputa de los personajes protagonistas porque “es un horno de pan”. ¿Pedirán también la censura de esta obra?
4.- “No queremos subvenciones ni pagas ni falsas defensas. Queremos poder elegir nuestro trabajo, como hace cualquier persona y que eso no suponga una traba simplemente por nuestra condición física. Somos cómicos pero nuestro trabajo es serio. No nos utilicen”. Lo que sí es un falta de respeto es que Martín Blanco, un representante del gobierno, les ofrezca reciclarlos en un programa de inserción laboral para el acceso de un empleo decente porque considera que no lo es el que tienen. Trae a la memoria los centros de reeducación soviéticos para los disidentes políticos.
La estrategia del gobierno suele ser también escudarse en organizaciones que den la sensación de que hay un movimiento social que respalda sus políticas, muy viejo truco leninista. Hasta ahora, según publica El País, se han manifestado en contra de los artistas la Fundación ALPE, que no tiene socios, y el presidente de CERMI, una plataforma que congrega a unas ocho mil asociaciones de todo tipo de discapacidad. La Fundación ALPE Acondroplasia, con sede en Oviedo, fue creada en 2000 para dar apoyo médico y educativo a las personas que sufren acondroplasia. La segunda es la poderosa plataforma impulsada por la Fundación ONCE, que congrega a las asociaciones de discapacitados de nuestro país. Para este año dispone de más de un millón de euros de presupuesto para sus actividades y gastos de personal, financiado principalmente por la citada Fundación ONCE y, en segundo lugar, por subvenciones oficiales. Es difícil evaluar el respaldo real de la sociedad civil que dicen representar, no así ver las imágenes de las familias con niños que pueblan las gradas de los ruedos cuando estas compañías de toreo cómico actúan.