El Teatro Galileo gana posiciones en la ciudad de Madrid con una oferta centrada en espectáculos que privilegian el texto; auguro que veremos mucha variedad de obras en este escenario. Hace apenas unas semanas el Galileo despedía el verano con un juego cómico de ciencia ficción de Félix Estaire, El tiempo todo lo cura. El cartel se renovó el pasado 3 de octubre en una nueva dirección: En el lugar del otro, cuatro piezas firmadas por Ernesto Caballero y Javier Gomá, programadas dentro de un ciclo que pretende hacer del teatro un foro de reflexión, ideas y divertimento.
En el lugar del otro inicia el ciclo "Teatro urgente", concebido también para unir el teatro a otras disciplinas artísticas, literarias, humanísticas y científicas y romper así su tradicional endogamia. Los primeros invitados son el filósofo Gomá y el dramaturgo y director de escena Caballero, que ya han colaborado en producciones teatrales anteriores y que aquí firman dos piezas breves cada uno. Caballero asume también la labor de dirección y cuenta con cinco estupendos actores que interpretan todas las piezas.
Como en otras ocasiones, a Caballero le inspira el retrato de los vicios de la sociedad actual. En la primera de sus piezas nos habla de un asunto que es noticia diaria: el tema de la libertad de expresión y de cómo se impide hoy su ejercicio, o si se prefiere, los efectos de la corrección política como la intolerancia. Que venga Miller presenta a dos profesores de universidad que se debaten sobre cancelar la conferencia de un heterodoxo profesor por la presión de grupo de alumnos que actúan como feroces inquisidores contemporáneos encargados de vigilar la ofensa y dictar el anatema. (La anécdota me recuerda los casos de universidades del País Vasco y de Cataluña censurando la presencia de políticos anti-independentistas, por ejemplo). Caballero incardina una trama familiar para darle una pincelada añadida sobre los jóvenes de hoy y su educación. Y recurre a Popper y a su paradoja a modo de advertencia didáctica: “Si una sociedad alcanza a ser ilimitadamente tolerante, su capacidad de tolerancia se verá finalmente reducida o destruida por los intolerantes”.
Pero me gustó más su segunda pieza, El reverendo Dogson, donde consigue un difícil y ecléctico equilibrio entre fábula, sueño y retrato crítico que permite a los actores salirse del naturalismo por un momento. Teje una interesante obra en torno a la supuesta pederastia que planea sobre Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas; imagina una especia de juicio o tercer grado a una Alicia ya madura a cargo de una joven periodista o investigadora dispuesta a escribir el informe más demoledor contra Carroll. El juego dialéctico está argumentado y creo que consigue desenmascarar los juicios póstumos tan en boga hoy en día. Silvia Espigado está magnífica como Alicia en esta larga y difícil escena a modo de conversación cruzada con su antagonista, la joven Estibaliz Racionero, un descubrimiento de arrojo interpretativo.
En lo que respecta a Gomá, su teatro es también literario, de reflexión filosófica, aderezado con disgresiones y aforismos de este tenor. En Don Sandio, con la que se abre el espectáculo, nos ofrece un delicioso texto en el que ironiza sobre “el arte de dar conferencias”, y nos dice que es un género que permite al escritor conseguir el aplauso del público, pero en el que los escritores españoles no son muy duchos porque lo habitual es que hagan dormitar a sus auditorios. Pedro Miguel Martínez luce su veteranía como actor en el arte de componer un simpático y escéptico viejo profesor que, a modo de gran escéptico, confiesa no saber nada.
En su segunda pieza, La sucursal, Gomá nos lleva al debate entre felicidad y dignidad (es autor del ensayo Dignidad) con el formato de comedia. Una mujer de aspecto burgués espera a su amiga en un cajero automático donde coincide con un pobre tirado en el suelo que mendiga algo de dinero. Su conversación le llevará a ponerse en el lugar del desgraciado y así terminará cambiando hasta de mentalidad: si la felicidad era el bien supremo al que aspiraba cuando llegó a la sucursal, ahora lo importante es alcanzar la dignidad para merecer ser feliz. Espigado y Noemí Climent dan vida a un par de amigas sainetescas, mientras Germán Torres le hecha bastante gracia y hasta un punto de locura a su mendigo.
En el lugar del otro es un espectáculo humilde, de gran austeridad, de una limpieza escénica que yo agradezco, porque se basa en captar la atención del espectador con la palabra dicha por el actor; y poco más: una música de fondo, unos focos y un mobiliario mínimo.