[caption id="attachment_402" width="250"] Agustín García Calvo[/caption]
Ester Bellver actúa en La Guindalera con Todas a la una, un espectáculo sobre textos de Agustín García Calvo (Zamora, 1926-2012), un personaje único que siempre me fascinó por lo que tenía de heterodoxo y ácrata. A lo largo de su vida García Calvo fue tan fiel a su estilismo (basado en la superposición de camisas o camisetas de diferentes colores, largas patillas y ensortijadas manos) como a su anarquismo lúdico. Me divertía verle y oírle lanzar sus diatribas contra el poder, los comerciantes y la Cultura institucional, pero lo que me maravillaba era su erudición, pues además de pensador y filólogo, era un especialista en saberes que hoy cotizan a la baja como Prosodia, Ritmo, Fonética, Latín...
García Calvo también era poeta como pone de relieve Bellver en su monólogo, en el que ha trabado versos del autor con textos de otros géneros que practicó: relatos, romances antiguos, canciones, textos teatrales... Era una difícil faena hilar una dramaturgia en torno a este material, pero la actriz consiguió cautivarme con su obra y que yo me abandonara por el discurrir de las palabras de un poeta que canta al amor y la vejez, a la libertad y al fracaso, al paisaje… con una evidente intención de mostrar la belleza de nuestra lengua.
Todas a la una está hecha con una gran economía de medios: un texto, una actriz y una eficaz iluminación (Gómez Cornejo). La actriz tiene una dulce voz y sabe cómo corporeizar el material que ha seleccionado del autor. Consigue ejercer desde la escena una lenta seducción gracias al tono suave con el que va transformándose en los distintos personajes de las historias que cuenta. El hecho de que alterne poemas, canciones, dramatizaciones… anima el espectáculo. Pero no vayan a creer que es una suerte de variedades garcíacalvistas, pues Todas a la una tiene por médula la niñez, a partir de la historia de una niña celosa que se ve obligada a compartir su vida con una hermanita más pequeña.
[caption id="attachment_403" width="510"] Ester Bellver en Todas a la una[/caption]
Bellver tuvo ocasión de conocer a García Calvo cuando estuvo en la compañía del teatro La Abadía, a quien el profesor instruyó en las artes de la Declamación. Más tarde, este mismo teatro acometería la producción de un drama histórico del autor, de tono shakesperiano, Baraja del Rey don Pedro, una obra de gran encanto poético, extraordinaria, sobre el enfrentamiento entre Pedro I el Cruel y su hermanastro Enrique Trastámara, y en la que Bellver estuvo muy implicada.
Desde entonces mantuvo una fiel relación con el poeta, acudiendo a sus tertulias en el Ateneo de Madrid y profundizando en su obra: “García Calvo ha sido fundamental para mi carrera. Él me animó a que hiciera ProtAgonizo, otro de mis monólogos en el que vierto escritos muy privados que yo no consideraba adecuados para ser representados. Él, sin embargo, me animó a que sí lo hiciera, pues decía: "dejaos hablar por la herida, que la herida es sangre”. Tenía una idea muy auténtica del arte y de la vida y recuerdo siempre un poema suyo que comenzaba: “enorgullécete de tu fracaso”.
Bellver es una defensora del teatro de García Calvo: “Tiene mucha obra teatral y él tenía muchas ganas de estrenarla, pero no convencía a los responsables de los teatros”, recuerda.Y fue así como a la actriz se le ocurrió montar Todas a la una: “Al principio me dijo que seleccionara los textos y que él me escribiría el hilo conductor, pero fue cuando ya no se encontraba bien de salud. Cuando le mostré mi selección, me dijo que estaba ocupadísimo y me animó a que yo la hiciera”. Fue pocos meses antes de su muerte, él quería dedicar sus últimos días a completar su célebre Tratado de Rítmica y Prosodia y de Métrica y Versificación (editorial Lucina), una obra extraordinaria e increíble, pero insuficientemente difundida.
Lo que sí le dio tiempo a García Calvo fue a ver este monólogo que la actriz estrenó en 2012. Estando en el hospital salió para participar en la que fue su última tertulia en el Ateneo y, después, ver en la sala Triángulo a Bellver en Todas a la una. “Él era muy agradecido y lo recuerdo aquella noche muy feliz de que sacaran a bailar sus textos a escena. Creo que le hizo mucha ilusión. Hoy me sigo preguntando cómo es posible que un hombre de su genio no haya tenido el reconocimiento merecido. Para mí es el Sócrates contemporáneo”.