Cuando nos referimos hoy a la “argentinización” del teatro le damos un sentido peyorativo, pues con ello se quiere indicar la vuelta de nuestra industria teatral en estos críticos momentos a formas de trabajo menos profesionales, de autogestión, de mucho voluntarismo. Hace unos días tuve ocasión de charlar con Alberto Ligaluppi, director general del Complejo Teatral de Buenos Aires (CNBA), el mayor tinglado escénico del mundo de habla hispana. Él me hizo ver el uso equivocado del concepto que hemos forjado al exponerme cómo conviven allí el teatro público, el comercial y el de aficionado: "Calculo que se celebran 400 espectáculos por semana en Buenos Aires, de todo tipo, pero eso no es lo importante, sino que hay gente de toda condición social que lo consume".
El CNBA es la gran institución del teatro público argentino. Reúne en la ciudad porteña cinco teatros, entre los que se encuentra el célebre Teatro San Martín. Ligaluppi ha estado de visita por España para otear qué producciones e instituciones podrían participar en los fastos que prepara para celebrar este año los 70 de su fundación. En realidad, lo que celebran en la apertura, en 1944, del primer teatro municipal de la ciudad, sobre el que se construyó el San Martín. Este edificio, buque insignia del Complejo, es algo más que un teatro, pues tiene múltiples dependencias (varias salas de exhibición, salas de ensayo, librería, talleres...) que en estos momentos están siendo rehabilitadas.
El Complejo se sostiene con 20 millones de dólares por temporada que garantiza el municipio de la ciudad. Los fondos proceden de los presupuestos, pero también se obtienen ingresos de un banco mecenas, de una fundación y de la taquilla. En total, Ligaluppi programa ocho salas de teatro (8.000 butacas), un cine, una sala de música y una galería de arte (de las primeras que comenzó a exhibir fotografía artística). La institución da trabajo a unas 1.200 personas, entre fijos y eventuales, pero sólo cuenta con dos compañías de repertorio: el Ballet Contemporáneo, que dirige Maurizio Wainrot, y el Grupo de Titiriteros, dirigido por Adelaida Mangani, ambos con sede en el Teatro San Martín.
“A pesar de las dimensiones del Complejo”, señala el director, “el teatro comercial es mucho más poderoso. Hay obras del teatro público que saltan al comercial, como las de Maurizio Kartum o Ciro Zorzoli. Nosotros atraemos a artistas del off, pero, por ejemplo, no hemos trabajado nunca con Tolcachir, alguien que ustedes conocen bien. A él le va muy bien en la Avenida Corrientes (la calle de los teatros comerciales)”.
Cuando le pregunto a Ligaluppi si allí no se da “la competencia desleal” que, en opinión de muchos empresarios del teatro privado madrileño, practica el teatro público, responde: “Hace tiempo que detecté que las condiciones de trabajo que ofrecían los teatros públicos españoles les quitaban libertad, pues todo es tan preestablecido. Por otro lado, los actores y profesionales gozan en España de unas condiciones que no tienen ni en Alemania”.
¿Tienen los argentinos un gen no identificado que explique su pasión por el teatro?: “Quizá... hay mucha gente que hace teatro de aficionado, pero también hay muchísima viviendo de esto, mucha. Yo me explico el interés de mis compatriotas por varias razones: el éxodo español nos trajo muy buenos docentes (Margarita Xirgu, Cunill Cabanellas...) y tras la II Guerra Mundial también llegaron otros entroeuropeos que nos inocularon la pasión por la palabra. Entre ellos había muchos de origen judío que trajeron el psicoanálisis, otra de las grandes aficiones argentinas y muy relacionada con el teatro“ .
Para hacerse una idea de los espectáculos que programa el Complejo en sus diversas salas, ahí van algunos de los títulos que en estos momentos ofrece la cartelera: El crítico, de Juan Mayorga (que también ha sido invitado a impartir un taller de dramaturgia); El gorila, de Alejandro y Brontis Jodorowsk; Días Felices, con Alfredo Alcón; el musical El jorobado de París. 20 años; Triste golondrina macho, de Manuel Puig, y El organito, de Armando y Enrique Santos Discépolo, entre otros.
Y aquí van algunos de los proyectos que Ligaluppi prepara para el 70° aniversario: “Por el momento, barruntamos un programa sobre dramaturgida joven y un congreso sobre gestión cultural. Hemos recuperado la temporada internacional, que durante un tiempo dejamos de hacer por la existencia del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), aunque yo siempre he defendido la presencia permamente de compañías extranjeras en nuestros teatros. Recientemente hemos programado La vida es sueño, con Blanca Portillo, que ha tenido un éxito impresionante. Blanca es muy conocida en Buenos Aires, ha trabajado allí y la gente la para por la calle. En este contexto, tengo previsto que vengan siete compañías chilenas y Mapa de Colombia”.
Sobre los proyectos que ha acordado con España, Ligaluppi señala el estreno de Los aspides de Cleopatra, dirigido por Guillermo Heras, el próximo 7 de septiembre en el San Martín. Se trata de un espectáculo surgido del Laboratorio América, una idea que la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) ha puesto en marcha para investigar la evolución de la palabra hablada y del verso clásico al otro lado del Atlántico. Este primer espectáculo se ha hecho en Argentina, pero el próximo tocará tierras mexicanas. Contaré este fascinante proyecto en un próximo post.
¡Viva la argentinización del teatro!
23 mayo, 2013
02:00