Cinco poemas de Marion Poschmann
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Marion Poschmann (Essen, 1969) es una de las poetas alemanas actuales mejor valoradas por la crítica. En su poesía es fundamental la idea de la naturaleza entendida como cambio. “La naturaleza cambia continuamente. La imagen de la naturaleza está sometida al mismo tiempo al cambio y a veces permanece sorprendentemente la misma”, escribe en un texto en prosa en el que explicita algo de su poética. Dejo a continuación mi versión de cinco de sus poemas.
Ejercicio del ciervo
a lo largo de la carretera derivas de líneas
por los bosques, precisamente calculado
un canal de blancura,
y nosotros seguimos los temblores, las variaciones
de esa línea quebrada, paso de caza,
desniveles, resbalones, en las parcelas yacen
bancos durmientes ilimitadamente, madera
macerada por la humedad, y los dorsos curvados
pardos de los montes heridos planos de pelaje,
deforestaciones, muertos senderos, y nosotros
impetuosos, como ficciones de viento
entre las ramas que llegan hasta el pecho,
cuernos envueltos en chaquetas de algodón,
opaca quimera (sueños de precipicio),
cinco puntas, un dedo guiñado:
pero
nosotros olemos a jabón
a viola y a estanque, ante nosotros
la aterradora totalidad del porvenir
de súbito ungulado el hielo
Paisaje con demostración de la existencia de Dios
nos sentamos frente a vasos de cristal, pieles desbordantes de arena y
en la estrecha jarcia de bufandas y cuellos de piel, forman
islas de calor en terrazas vacías y ventosas,
fagotes sobre sillas de jardín, dignatarios secretos
del primer invierno,
hongos caloríferos abren los paraguas, pero nosotros
no nos damos, el gas en sus tallos abrasa
como tazas llenas de agua de lluvia, en vano
comemos guantes congelados, birretes,
bloques de hielo estriados a grados bajo cero,
inflamos nubes esponjosas,
las hacemos volar,
un cielo opaco, insaciable, las engulle
con la cuchara rallo
cautelosamente el aire: los camareros
dan vueltas alrededor como sobre patines de cuchilla,
saco algunas monedas de plata del bolsillo,
cubro la mesa con lentejuelas brillantes
que se quedaron largo tiempo junto a un plato
de hojas mojadas
Descartar los árboles
a nuestra espalda se multiplican los indicios:
picos de frío, puntos de congelación, comenieve-
casi irreconocibles vagan por alféizares
con paso seguro, audaces, indiscutibles,
lo que pensamos eterno lo mantienen árido
el aire turbio del tiempo, el jardín
fugaz, los días que penden de un hilo,
repartimos bolas de granizo según el peso,
niebla dependiendo de su espesor
el sol nos abandona por calles laterales
siempre sin contacto visual. brillantemente
nos apresuramos con la casa,
permanece absolutamente silenciosa
sólo la hierba se debilita sospechosa,
como si le brotase óxido. tentaciones, exóticos
y opulentos, condensadores de luz:
los árboles se muestran como indiferentes, ramas
que apuntan a las montañas, motores asfixiados, a la espalda
pierden los restos mortales, nosotros
no los retenemos
Piscinas vacías
tomamos impulso
desde el borde de un malestar
observé las tenues
fluctuaciones en la piscina, un par de bellotas
se lanzaban en picado al agua, latido
del corazón cerrado, que suscitaba presagios de
aquellos sosias arduos que constantemente venían a nuestro encuentro,
sin reconocernos nunca
En la zona peatonal un viento se había alzado
en la zona peatonal un viento se había alzado
como el viento a menudo se alza en busca
de ese lugar preciso que siempre se muestra
en lontananza, los papeles
giraban por tierra, mi abrigo
aleteaba y, como si eso fuera ya una base
para colocarme entre las cosas
como si ello fuera ya suficiente,
no interrogada me detuve