Luis Cernuda explicaba la evolución de la poesía castellana como una continua tensión entre el lenguaje escrito y el lenguaje hablado. En algunos momentos coinciden, como en Manrique; en Garcilaso comienzan a distanciarse; en Góngora se oponen. En nuestro tiempo, hablar de apenas un par de lenguajes parece reducir en exceso la cuestión. Y sin embargo, todo sigue siendo cuestión de lenguaje. Por eso María Salgado, en su epílogo a este nuevo libro de Julieta Valero (Madrid, 1971), Que concierne (Vaso Roto) viene a decir que la poeta es su sintaxis.
Un poeta de hoy está –casi- obligado al collage de lenguajes. Quien no se burla del lenguaje oficial estará siempre al borde de caer en él; quien no esté alerta al lenguaje publicitario caerá probablemente en lo banal; quien haga como que no existe el lenguaje periodístico, en lo fútil. El gran hallazgo de este libro de Julieta Valero –y de su obra poética en general- es el uso sabio con el que maneja su conocimiento de los diferentes lenguajes para hilar poemas que funcionan en varias capas, que son críticos a varios niveles, que buscan su belleza en una forma compleja y extrema de inteligencia. Aquí el lirismo es la forma en que se deshace el lirismo.
En Que concierne hay varios hilos que se van entretejiendo de poema en poema, asuntos interconectados por más que aparentemente alejados que al juntarse provocan la electricidad que da lugar al poema, como un rizoma eléctrico. De un lado, el libro piensa sobre la crisis generalizada que llevó al 15-M. El lugar de la vergüenza es la inmovilidad, nos dice el primer poema. Algo tiene este libro de revuelta. Y también de gestación: la posibilidad de la descendencia, las preguntas que plantea en este mundo, ahora. En medio, una reescritura crítica de los géneros literarios ("Fábula del Resort", se titula un poema; "Pastoral" o "Anunciación" son otros de los títulos), irónicas referencias a la crítica literaria banal, como en "Más poetas que lectores" ("este tono despegado, poesía como traducida"), referencias a los libros como árboles patriarcales sin olvidar himnos a una cotidianidad que se quiere inteligente y compleja y no por ello menos feliz ni intensa, como en el poema "Perro", que concluye: "La alegría, las moscas, la franqueza sexual se inventaron en la cola de un can".
Ese perro convive en este libro con la Ministra de Trabajo que llora al anunciar las nuevas medidas, con una "Viejina" memorable, con la vida por venir y con preguntas sobre cómo vivirla. Como experimento de lenguaje, Que concierne es un hito de nuestra poesía última, un libro que estudiar y del que aprender, con el que crecer. Un libro raro en el contexto de la poesía castellana reciente, al que resulta más fácil encontrarle parentescos en otras tradiciones vecinas (algo parecido a lo que ella intenta lo intenta también Giancarlo Majorino en Torme di tutto, un libro menos extraño en la poesía italiana contemporánea –y él va ya camino de los noventa años- de lo que lo es el de Valero aquí). Como todo experimento, es difícil asegurar que todo lo que ahora bulle en sus páginas perviva. Pero ahora está vivo, al contrario de tanto libro que nace cadáver. Pero no ha sido niña ni niño: es de una especie nueva, y hace preguntas.
Anunciación
Cuando nos hayamos diluido, y el último rastro de humedad y de afecto sobre nuestros retratos
cuando entonces
cuando esto
cuando los objetos no tengan a nadie que los reconozca o tú y yo seamos un libro y una caja china que
ha inventado el silencio
el silencio como perfección del más doloroso de los gritos
cuando el olvido siga constituyendo al mundo como es su deber, su compost, su premura
seguirás de pie en nuestra cocina, escuchando a las cebollas, la frente perlada de generosidad y de viajes
al centro de la Tierra. La mujer que le lee sus derechos a la belleza. Nuestro hijo ahí.