Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964) es algo así como el hombre de moda. En tiempos de incertidumbre ha fundado una editorial, La Isla de Siltolá, que publica poesía (y no sólo) a un ritmo sólo en apariencia impropio de un país poco lector como el nuestro. Además, se suceden las reediciones y las antologías de sus libros de poemas. El violín mojado (Libros del Aire) o La muerte oculta (Vitela) son algunas de esas reediciones; Faltan palabras en el diccionario (Libros del Aire) y Por complacer a mis superiores (En Huida), las antologías. Además ha aparecido recientemente Libre de la tormenta (La Isla de Siltolá), tercer libro de Fábula, un ambicioso proyecto en prosa que sin embargo tiene todo que ver con la poesía, con su importancia central como motor vital. Charlamos con él, un poco de la poesía, un poco de la editorial, todo de esa mezcla de poesía y vida que a estas alturas sigue en busca de neologismo.
LA POESIA
-En los últimos años (en los últimos meses, casi) se han sucedido las antologías de tu poesía y las reediciones de libros ya inencontrables. ¿Cómo ves tu poesía en el conjunto de la poesía española de las últimas décadas?
Procuro plasmar la vida en la poesía, una poesía de la existencia, una poesía como forma de vida permanente. Escribí en Libre de la tormenta: “A las cosas normales que ocurren en la vida suelo aplicarles el verso”. Busco, del mismo modo, la coherencia en la creación, una actitud consecuente que echo en falta en la poesía española de las últimas décadas.
-En tu poesía alternan varios tonos, pero las primeras palabras que se me vienen a la mente (y perdón por el reduccionismo) son: realismo y humor. ¿Cuál es tu idea de realismo, y que lugar piensas que ocupa el humor dentro de tu concepción?
Simplemente me veo lector, poeta objetivo que contempla la naturaleza. Y como nuestras vidas están repletas de risas y llantos, procuro absorber el humor hasta gastarlo.
-Antonio Colinas, en su prólogo a la reedición de ‘La muerte oculta’, usa otra palabra que me parece muy apropiada: naturalidad. ¿Cuál te parece el mejor modo de construir esa ‘naturalidad’, y cual crees que es su función ultima en el poema?
Evito el artificio. Si buscas la naturalidad no la hallarás nunca, debe ir de tu mano. El poema siempre es del lector, se debe escribir para él.
-En tu blog, donde guardas fotografías y hablas sobre política, literatura y lo que se tercie sin pelos en la lengua, citabas últimamente a Ángel González. ¿Cuáles son los otros poetas –o no poetas- de tu biblioteca ideal, si es que existe tal cosa?
Los poetas que me acompañan siempre son Platón, Rilke, Pound, Leopardi, Hölderlin, Eliot, Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, Nicanor Parra, Claudio Rodríguez, Ángel González, el propio Colinas…
-En uno de tus últimos artículos hablabas de la armonía entre ética y estética. ¿En qué momento piensas que hubo quien pensó que podían ir separadas, y con qué intención?
Diariamente observamos o leemos obras donde la ética y la estética caminan en sentidos opuestos. Hay que conocer y buscar esa armonía o equilibrio. El problema radica en que no se asume, y si esto no ocurre difícilmente irán de la mano.
LA EDITORIAL
-La isla de Siltolá se ha hecho en seguida con un hueco entre las editoriales importantes de poesía en España, y además presenta una singularidad que merece ser muy destacada: frente al aluvión de traducciones de la mayoría de las editoriales de poesía, La isla de Siltolá publica casi exclusivamente a poetas en castellano. ¿Qué hueco pensabas cubrir cuando comenzaste con la editorial? ¿Estas satisfecho con el resultado hasta ahora?
Siltolá deseaba y desea llevar la poesía al lector, ya sea por medio del libro, del ebook o a través de cualquier otro soporte. Descubrir nuevas voces y publicar calidad con la calidad que el libro como objeto se merece. Nunca se está completamente satisfecho.
-El volumen de títulos de tu editorial es abrumador. Según tu opinión, existe un mercado real para la poesía en España, o editar poesía sigue teniendo más de ONG que de negocio?
En España hay lectores de poesía. Su número va creciendo poco a poco. Y eso es suficiente para seguir con humildad y paciencia.
-¿Qué tres títulos de los ya publicados destacarías, y que tres de los que vienen?
De los publicados: Idilios de Juan Ramón Jiménez, Nuevos ensayos en libertad de Antonio Colinas y Hojas secas mojadas de Isabel Bono, por citar a tres, serían muchos más desde luego.
De los que vienen: Poesía completa de Julio Mariscal Montes, Cincuenta poemas de José Luis Piquero y Además del llanto de Enrique Zumalabe.
-¿Qué dirías que le falta, y que le sobra, a nuestra poesía hoy? ¿Qué es lo que más te interesa como lector y como editor?
Le sobra todo y le falta todo. Me apasiona descubrir nuevas voces, poetas jóvenes y auténticos, buenos lectores, humildes, aquellos que sí guardan ese equilibrio entre la ética y la estética.