El Cultural

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Qué raro es todo! por Álvaro Guibert

Currentzis

4 enero, 2019 07:50

Hace cinco años vi por primera vez a Teodor Currentzis con su Orquesta y Coro musicAeterna de la Ópera de Perm. Fue en el Teatro Real, en una recuperación/recreación de The Indian Queen de Henry Purcell realizada por Peter Sellars y el propio Currentzis. Ha pasado mucho tiempo, pero aún recuerdo perfectamente aquel sonido singular.

Hace un mes lo he vuelto a ver y me ha dejado aún más admirado. Esta vez se trataba de un concierto Mahler en el Auditorio Nacional de Música, dentro del Ciclo de Ibermúsica. Primero, once canciones del poemario Des Knaben Wunderhorn; después, la Cuarta sinfonía. Mahler y el Lied son más que un buen tándem, son casi la misma cosa. Mahler vive instalado en el contraste entre lo íntimo y lo masivo, entre lo refinado y lo pedestre, y ese mismo claroscuro es el que encontramos en buena parte de la poesía romántica alemana. Una velada Mahler, aunque vaya de sinfonías, es siempre en el fondo una velada de canciones, una Lieder-Abend, como dicen en alemán. Más aún cuando lo que se programan son las canciones sobre poemas de El cuerno maravilloso del muchacho, que parecen todos encargados por Mahler.

En los Lieder de Mahler no hay nada que no sea enormemente expresivo. Raro es el pasaje de transición o de relleno estructural. Todo es chicha. La versión de Currentzis es exactamente así. No deja una sola frase sin frasear, sin colorear de un matiz propio, distinto del de la siguiente. Hasta el contrafagot frasea con buen gusto. No sé cuántas horas han ensayado para este concierto, pero han de ser muchísimas, porque si no es imposible lograr este nivel de articulación en el que todos los compases están vivos y llenos de cosas y cada miembro de la orquesta está pendiente del sonido de todos los demás. Es un grado de compenetración que se ve a veces en cuartetos de cuerda, pero rara vez en orquestas. ¡Y eso que estaban acompañando!, porque la voz cantante, a fin de cuentas, la llevaban Anna Lucia Ricther y Florian Boesch, ambos consumados liederistas, es decir, cantantes de expresión polifacética y vocación rapsódica, capaces de declamar mientras cantan.

Para la sinfonía de la segunda parte se retiraron las sillas del escenario, porque musicAeterna prefiere tocar de pie. Así, el músico sale de su cubículo/refugio, esa doble pantalla que forman el respaldo de la silla y el atril. Además, lo eleva casi a la altura del director y lo expone más directamente al sonido de sus compañeros. La cosa prometía, pero, en realidad, los formidables músicos de Perm no llegaron a superar la altura que habían alcanzado en los Lieder. A lo mejor son los "devaneos con la forma" que Luis Gago encuentra en la sinfonía, menos propicios al hiperfraseo de Currentzis. El hecho es que la orquesta recuperó brillo en el cuarto movimiento, con la llegada de la palabra cantada.

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