No hay que buscar intención alguna en que casualmente mañana, 8 de marzo, el cómico Louis C.K. recale en Madrid con su nuevo espectáculo. Forma parte de su gira internacional, que arrancó en agosto en Estados Unidos y terminará el 21 de junio en Holanda. El 1 y 2 de marzo actuó en Barcelona. El cómico estadounidense fue víctima de uno de los exagerados casos del #MeToo de 2017. Ya argumenté en su momento (aquí el artículo para quien pueda interesarle) por qué las reacciones a su caso fueron exorbitadas y no voy a entrar de nuevo en ello. Solo me alegra que, a pesar de que las cancelaciones de sus shows y el entierro de su obra en los catálogos de plataformas nos hiciera pensar que su carrera había llegado a su fin, el autor de obras maestras televisivas como la serie Louie o la miniserie Horace & Pete esté de regreso. Y mucho antes de lo que algunos imaginamos, pandemia mediante.
Cuando anunció su gira europea en la newsletter que envió a los suscriptores de su página web, aseguró que este show no tiene nada que ver con Sorry, el último monólogo que ha colgado en su página web para descargar, y que es el segundo de los stand-ups que ha filmado después del mencionado affaire por masturbarse frente a tres amigas cómicas. Si en el primero de ellos, titulado Sincerely (nominado a los Grammy), dejaba para el final de la hora de monólogo alguna referencia al caso (y a sus malentendidos), en el segundo pide perdón durante todo el espectáculo con letras rojas gigantes y alumbradas con bombillas. Ambos títulos, Sincerely + Sorry, suman sus “sinceras disculpas”. Cada cual que lo tome como quiera. A mí me basta.
Arranca el espectáculo –que puede adquirirse en su web por 10 dólares– con “Like a Rolling Stone” de Bob Dylan. El estribillo parece algo con lo que pueda identificarse. Su inteligencia cómica le delata una vez más al introducir un nuevo sentido a chistes que, proferidos por alguien sin su contexto reciente, no tendrían quizá la menor gracia. Se pregunta qué hacer con la pedofilia selectiva, aquella que salva a genios como Michael Jackson; propone nuevas formas de ver las películas de James Bond o de interpretar un film como El indomable Will Hunting; nos hace pensar qué pasa en un país que envía a la gente obesa al zoo para hacerse una resonancia magnética y adopta niños chinos para que los cuide una jamaicana.
Quizá su discurso más memorable es aquel en el que nos invita a pensar qué se merece una especie, la humana, que cuenta las víctimas de la pandemia en comparación con las del 11-S. El espectro de temas controvertidos que abarca Sorry, y con los que nos reímos por no llorar, contiene chascarrillos alrededor de la xenofobia, la transexualidad, la muerte, el animalismo y, sobre todo, el sexo en sus vertientes más grotescas.
Cabe preguntarse hasta qué punto es el humor de Louis C.K. el que ha cambiado desde su manteo y humillación pública o en verdad es la percepción de los fans respecto a su humor lo que realmente ha cambiado. Sin duda hay un componente para iniciados en todo ello, en el sentido de que si desconocemos de dónde viene y por lo que ha pasado, gran parte de sus mofas se quedarán a mitad de camino. Incluso así, la irreverencia y la subversión social –que está en la base de todo stand-up que se precie: Lenny Bruce, George Carlin, Dave Chappelle, etc.– siguen intactas.
Hay algo en todo caso que se ha perdido (o, según se mire, se ha ganado) en este Louis C.K. 2022 respecto al Louis C.K. 2017: el gen de la inocencia, cierta candidez y hasta cierta ternura. Él mismo lo dice, que su tiempo ha pasado y si sigue aquí es “por curiosidad”. Puede que Sorry no esté a la altura de sus grandes monólogos filmados como Why o Cell Phones and Flying, pero aun así contiene varios momentos que no desmerecen un ápice en comparación.