En el Londres de 1907, Patrick Moore ve interrumpida su lección magistral por el rector de la universidad por un asunto de máxima gravedad. Su colega, el profesor Ward, ha desaparecido con una suma importante de dinero de las donaciones al departamento de investigaciones metapsíquicas. Para evitar un escándalo que asolaría la reputación de la institución, el rector decide cortar por lo sano e imparte un ultimátum: Moore tiene 72 horas para demostrar la existencia del más allá o el departamento será clausurado sin remisión.
Consciente de la titánica tarea, Moore trata de seguir la pista de los últimos movimientos de su amigo y se topa con importantes espiritualistas de la época, como la médium Florence Cook o el famoso escritor Arthur Conan Doyle, que le ayudarán en su intento por demostrar científicamente la existencia del plano sobrenatural y los fantasmas que lo habitan.
An English Haunting es la segunda aventura gráfica de Postmortem Adventures, el sello bajo el que se esconde el desarrollador español José María Meléndez. Si en su primera obra, Nightmare Frames, ahondaba en el inframundo del Hollywood de los 80, aquí cambia de tercio por completo para afrontar un entorno mucho más literario que se sustenta sobre los grandes clásicos de la incipiente narrativa de género durante el siglo XIX a los que homenajea de manera muy directa.
Meléndez se ha encargado de escribir la historia, el diseño de los puzles, la programación y el pixel art que compone los gráficos retro del juego al más puro estilo LucasArts de principios de los 90. Más allá de la incorporación de una interfaz mucho más moderna e intuitiva, el aspecto formal del juego busca inmiscuirse en el catálogo del afamado estudio fundado por George Lucas, en algún momento entre The Secret of Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge (1991) e Indiana Jones and the Fate of Atlantis (1992). Es una propuesta retro de cabo a rabo, sin grandes florituras ni experimentos, que concentra todo su esfuerzo en el relato que quiere contar.
Y vaya relato. An English Haunting te atrapa como una buena novela de misterio, demostrando un dominio preternatural de los mecanismos narrativos del género, sin relleno de ningún tipo. Meléndez va al grano. No malgasta ni un minuto en largos preámbulos o en ejercicios vacuos de ambientación, desplegando su tablero de ajedrez con precisión milimétrica.
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Con tres pinceladas muy ilustrativas nos presenta a nuestro protagonista, un profesor universitario que en cuestión de horas asiste sin poder dar crédito al descarrilamiento catastrófico tanto de su vida personal como profesional; rápidamente establece el misterio, la desaparición de su colega con el dinero y lo sospechoso que resulta al vivir este en el estoicismo más espartano; el objetivo, demostrar la existencia de fantasmas; lo que está en juego, el cierre del departamento de investigación; y el escenario, una Londres atravesada por su rígida estratificación social y la constante disrupción tecnológica.
A partir de ahí nos va presentando a una letanía de personajes memorables, con un diálogo fresco y colorido donde el autor exhibe un magistral uso del humor, de la fina ironía a la carcajada desternillante, a veces con una pausa en el momento preciso o una brillante apreciación.
En ese sentido, destaca por méritos propios una secuencia en el tercer acto donde manejamos a Arthur Conan Doyle mientras se enfunda la gorra de detective de su archiconocida creación, a la que detesta sin reparo. La caracterización del escritor es sobresaliente, ahondando en su trasfondo como médico y como miembro de una orden esotérica para alumbrar a un hombre fuera de su elemento que sin embargo consgiue avanzar en las pesquisas para su propia sorpresa.
Es un juego que exige una lectura abundante, un tanto verboso en ocasiones, pero con un ritmo brioso que mantiene los escenarios y las situaciones en constante movimiento. De los bajos fondos de la mafia irlandesa a las exclusivas sesiones de espiritismo de la aristocracia, de las calles adoquinadas de la City a la agreste naturaleza de la Escocia primigenia.
Es cierto que en cuanto a puzles propiamente, Meléndez se inclina por un acercamiento somero. Son sencillos y más bien escasos, aunque muy bien planteados, con un elegante diseño que nos reconduce a la solución de manera natural, limpiando el tablero en momentos puntuales para delimitar el espacio de posibilidad. Es casi imposible atascarse y todas las soluciones son perfectamente lógicas, por muy creativas que resulten, rehuyendo la frustración de los juegos de antaño en los que se inspira.
An English Haunting es una auténtica delicia, desde su intrigante comienzo hasta el electrizante clímax final, donde el juego se libra de cualquier atadura que podía llevar hasta el momento para sumergirse por completo en el terror más visceral. Meléndez despliega todo el arsenal a su disposición para enhebrar una secuencia fascinante, un vistazo a lo desconocido que transforma de manera radical a nuestro protagonista. Absolutamente recomendable para los nostálgicos del género o simplemente para quien se le antoje una buena historia de fantasmas en la Inglaterra eduardiana.