Uncharted 4: A Thief’s End (2016) tuvo una producción complicada. La marcha de Amy Hennig del estudio para crear un juego de Star Wars (que acabó siendo cancelado, por cierto) hizo que el proyecto en buena medida tuviera que ser reiniciado al ponerse Bruce Straley y Neil Druckmann al frente. Los dos venían de cosechar las mieles del éxito con The Last of Us (2013) y resultaba evidente que querían imprimir su propio sello al juego, con una mayor ambición narrativa que lo visto en la trilogía de PlayStation 3 aunque mantuviera el espíritu aventurero y el tono ligero de la saga. Un año más tarde de lanzarlo, mientras el equipo principal pasaba a la secuela que protagonizaría Ellie, el resto terminó un juego de menores dimensiones pero muy digno en su planteamiento. Uncharted: The Lost Legacy (2017) expande los conceptos jugables inaugurados por la última aventura de Nathan Drake, pero pone al volante a dos mujeres de armas tomar: Chole Frazer y Nadine Ross. ¿Tienen estos dos juegos algo que ofrecer en la época de PlayStation 5?
La gran diferencia de Uncharted 4 respecto a los anteriores es su firme apuesta por sus personajes. El cambio de foco es notable. En vez de perseguir la promesa de secuencias todavía más espectaculares y sorprendentes, Druckmann y Straley adoptan un tono más intimista, donde la acción principal sucede en el conflicto entre los personajes. Al comienzo de la trama, Nathan es un trabajador corriente sumergido en la nostalgia por su vida pretérita. Cuando su hermano Sam vuelve de entre los muertos después de quince años y le recluta para saldar una deuda con un traficante, se arroja sin pensárselo a la aventura, dejando en la ignorancia a su mujer, Elena. Las complicaciones no tardan en seguirles, así como viejos conocidos, pero la atención nunca se distrae de lo mollar: su dificultad para reconocer la verdad ante su mujer y ante sí mismo. Este capítulo final en la historia de Nathan Drake explora las dificultades para sobrellevar el paso del tiempo y cerrar etapas en la vida sin lamentos. No es casual entonces que el juego haga un uso frecuente de los saltos temporales para observar su evolución a lo largo de diferentes décadas, con un pasado familiar complejo al que se hace alusión de manera tangencial aunque suficiente para explicar el origen de la obsesión por descubrir tesoros ignotos. Porque si hay algo que comparten los dos hermanos es esa pulsión que los vuelve temerarios, arriesgando no solo su propia integridad sino dañando a la gente que les rodea. El descubrimiento de Libertalia, la mítica utopía pirata, y el trágico destino de Henry Avery y el resto de fundadores cumple como metáfora muy bien traída para ilustrar la nefasta influencia de una pasión desembridada que termina en locura y destrucción. El juego es culpable de usar la malhadada convención de la aparición postrera de un familiar directo al que nunca se había hecho referencia hasta el momento, pero se le puede llegar a perdonar a pesar de que la explicación para el silencio total sea un tanto endeble.
Por otro lado, The Lost Legacy pone el foco en Chloe Frazer, un personaje fantástico rescatado de Uncharted 2 y 3, y Nadine Ross, antagonista del 4 y aquí rehabilitada. Las dos conforman una asociación tensa que da mucho juego a la hora de plantear diálogos repletos de pullas e irónicas observaciones. Es una aventura mucho más convencional y más breve, pero sigue haciendo gala de unos fantásticos valores de producción. La trama explora la progresiva desintegración de la mentalidad cínica de Chloe tras años en un negocio donde cualquier tipo de consideración moral resulta perjudicial, llevándola a tomar partido por una causa que al principio consideraba ajena. Es un divertimento eficaz y solvente aunque adolece de una cierta falta de identidad en lo jugable que lo hace dependiente del título matriz, por mucho que en esta ocasión hayan expandido el esquema de mundo abierto en la primera mitad de la aventura.
¿Tiene sentido este paquete en PlayStation 5? La respuesta es un circunspecto depende. Si no se han jugado estos dos títulos con anterioridad, rotundamente sí. Cuesta creerlo en el caso de Uncharted 4, pero The Lost Legacy pasó mucho más desapercibido en su momento y es un juego que merece la atención de la audiencia. También hay que añadir que las mejoras técnicas son apabullantes. Los dos juegos ya lucían de escándalo en sus respectivos lanzamientos, pero aquí apenas se nota el paso del tiempo, con todo tipo de efectos para realzar unas panorámicas selváticas majestuosas y unas impresionantes obras de arte con un nivel de detalle que roza lo enfermizo. Es una auténtica delicia jugar a 60 frames por segundo y con cargas instantáneas, convirtiendo la experiencia en una mucho más fluida y holística, sin costuras que interrumpan de manera artificial el ritmo del relato. Los dos juegos tienen un evidente sello cinematográfico que ha influido, por lo que se puede ver en los tráilers, de manera decisiva la dirección de la película protagonizada por Tom Holland que se estrena en dos semanas.
Como apunte final me permito señalar que no confío demasiado en Ruben Fleischer. La película ha estado en infierno de desarrollo durante diez años y en ese tiempo han pasado por su puesto cineastas con muchísimo más talento como Dan Trachtenberg o Travis Knight. Sin embargo, Sony la ha utilizado como estandarte de su nueva división, PlayStation Productions, con la que quieren adaptar al cine sus principales licencias videolúdicas, y han puesto detrás el músculo corporativo para reunir un reparto con mucho potencial. Además, la película parece haber sido concebida como un grandes éxitos de los juegos, tomando los personajes y las secuencias más icónicas (como la del avión, sacada de Uncharted 3) para construir un filme de aventuras de los que ya no vemos en cartelera muy a menudo. Tengo que esperar a emitir un juicio de valor, pero hay razones para mantener cierta esperanza y un comedido optimismo.