'The Girl who Stands Behind', detectives de instituto
Nintendo reestrena Famicom Detective Club con un radical lavado de cara que funciona como un ejercicio en arqueología videolúdica al mismo tiempo que evidencia las limitaciones de la época
El término Famicom Detective Club hace referencia a dos títulos que se lanzaron en 1988 y 1989 para la Family Computer Disk System, un periférico para la primera consola doméstica de Nintendo que se produjo en exclusiva para el mercado japonés. El lector de discos se incorporó al ecosistema de la Famicom (la NES por estos lares) en 1986 como una respuesta a las presiones de las editoras, que se quejaban del alto coste que tenía la producción de cartuchos de juegos. Nintendo trató de emular los floppy disks que se estaban abriendo paso en los ordenadores de los ochenta y tras un éxito inicial, que les llevó a sacar títulos tan seminales como el primer The Legend of Zelda, el periférico fue encontrando sus propios problemas. Piratería, cargas lentas, problemas de conservación… Quizá estos fueron algunos de los factores determinantes para que los dos juegos publicados bajo este paraguas no llegaran a Occidente a pesar de estar escritos por Yoshio Sakamoto, quien más tarde iría a convertirse en un referente de la saga Metroid. Ahora, más de tres décadas después, Nintendo publica en Switch sendos remakes hechos por el estudio Mages.
The Girl who Stands Behind empieza con un joven de unos quince años huyendo de un orfanato. Es detenido por la policía, pero antes de que puedan llevarlo de vuelta interviene un detective privado, Shunsuke Utsugi, que lo toma bajo su protección y lo convierte en su asistente. Unos meses más tarde, el cadáver de una chica aparece en la orilla del río y los dos acuden a investigar. Su identidad queda establecida con prontitud, Yoko Kojima, así como el colegio al que acudía. Utsugi se hace a un lado para poder investigar un asesinato de hace quince años que está a punto de prescribir, por lo que la responsabilidad del protagonista se centra en la muerte de Kojima. En el colegio se va topando con un complejo entramado de relaciones entre profesores y alumnos a lo largo de varias generaciones donde todos parecen tener algo que ocultar. Al mismo tiempo, la leyenda urbana de una chica vestida de uniforme que ronda los pasillos como una aparición espectral se ve reavivada por la reciente muerte de Kojima, que parecía estar investigándola con un pequeño club de detectives. La telaraña se va expandiendo hasta el punto que el caso de Utsugi y el del protagonista parecen estar relacionados.
The Girl who Stands Behind es uno de los primeros prototipos de aventura gráfica en consola cuando este género parecía circunscribirse por completo al mundo de los ordenadores, por lo que cuenta con varias características específicas. Hay dos cosas importantes que resaltar. Lo primero y principal es lo bien que está construida la historia. Es una novela negra con cierto tamiz juvenil en el que hay que asumir ciertas inverosimilitudes del pacto de ficción, como que todo el mundo acepte sin pestañear que un adolescente esté investigando un asesinato, incluido la policía. Lo segundo es la interfaz, un sistema de menús desde una perspectiva en primera persona que convierte la poca jugabilidad que tiene el título en un engorro arbitrario. Aquí no hay rastro de los brillantes puzles que diseñaban LucasArts o Sierra por la época. Es todo una cuestión de combinatoria bastante farragosa. El objetivo es agotar todas las conversaciones posibles. Hay que incidir varias veces sobre los mismos temas, en un orden concreto, para que las cosas avancen. Muy pocas veces las cosas salen de manera natural, o siguen un patrón lógico, sino que se sacan por fuerza bruta. No es un sistema bien diseñado. Por suerte, las opciones disponibles en los menús son muy limitadas, así que tarde o temprano se da con la respuesta, pero entorpece el ritmo de la aventura de manera considerable.
Teniendo en cuenta la desfasada interfaz y el diseño más bien ramplón, todo lo demás sí está un nivel notable. En la actualización gráfica, el estudio ha apostado por un estilo de manganime que tiene cierto sentido, pero la historia consigue evitar muchas de las trampas asociadas. Como he apuntado antes, el juego se mueve en ciertas convenciones de género que hay que asumir desde el principio, pero una vez aceptadas muestra un interesante tapiz de personajes sospechosos que mantienen al jugador tratando de adivinar al responsable. El diálogo cuenta con ciertas particularidades que evidencian los usos y costumbres de la ambientación japonesa, pero por lo demás está muy bien escrito e interpretado por unos actores con sobrada experiencia. La narrativa se nutre a partes de iguales de los patrones de la literatura juvenil como de las atmósferas enrarecidas y los personajes turbios de la obra de autores como Edogawa Rampo o la complejidad de Seishi Yokomizo. Aunque hay momentos en que el ritmo se ralentiza en exceso, sobre todo por la terrible interfaz, la trama se acaba resolviendo de manera satisfactoria, cerrando todos los frentes que durante la primera mitad va abriendo sin preocupación. Los giros de guion resultan efectivos y salvo un par de momentos de acción un poco más intensa, todo lo demás se concentra en un metódico trabajo de investigación, sobre todo entrevistas a personajes. En definitiva, un título que demuestra las desmedidas ambiciones narrativas que poseía el medio incluso ya a finales de los ochenta, así como las constricciones de entonces, tanto tecnológicas como de diseño, y cómo se han ido superando en estas tres últimas décadas.