'Mortal Kombat 11', festival camp
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Hablar de Mortal Kombat es hablar de uno de los juegos responsables por iniciar la alarma social generalizada en torno a los videojuegos violentos en los años 90. Mientras Street Fighter II reinaba en los salones de recreativas con su elegante y sencillo en apariencia sistema de lucha, Ed Boon y John Tobias idearon la respuesta americana al clásico japonés con un título que buscaba diferenciarse con el uso abundante de casquería. La violencia del juego llevó a investigaciones en el Senado de los Estados Unidos y a la creación del ESRB, el sistema de calificación por edades cuya misión era alertar e informar a los padres del contenido adulto de los videojuegos. Sin embargo, estar en el ojo del huracán hizo que se disparara la popularidad de la serie, con una película estrenada en 1995 que se convirtió en un éxito de taquilla y uno de los ejemplos más aclamados de las adaptaciones cinematográficas de la última década del milenio. Con una marcada estética de serie B, sin pretensiones de ningún tipo más allá de un entretenimiento diáfano y una estética muy particular, enraizada en el camp autoconsciente, la película cimentó la popularidad de una saga que acaba de cumplir 27 años. La secuela fue un desastre ampliamente condenado, pero esa primera película, con Christopher Lambert como el dios del trueno Raiden, consiguió destilar la esencia de la saga y no es de extrañar que para el tráiler de lanzamiento de este último capítulo desde Warner Bros hayan querido recuperar su mítico tema musical.
Desde el reinicio de 2011, Mortal Kombat se ha ido esforzado más y más por presentar un modo historia que trascienda las limitaciones inherentes de un título de raíces arcade. Desde luego, el grueso del juego siguen siendo peleas uno contra uno, con una perspectiva en dos dimensiones y unos escenarios limitados para forzar las confrontaciones, pero lo que lo rodea hace todo lo posible para hilar un relato interesante. Las abundantes secuencias cinemáticas demuestran unos valores de producción asombrosos. En la mayoría de los juegos de lucha el modo historia no es más que una excusa para enseñar las nociones básicas del juego antes de saltar al multijugador, pero aquí NetherRealm Studios se ha esforzado por aportar algo más sustancioso. A pesar de la breve duración de la campaña y la cantidad de personajes que desfilan por ella, se transmiten los conflictos internos que arrastran cada uno de ellos y se consigue otorgar profundidad más allá de su cuidado diseño estético. Por eso es una pena la inclusión de Ronda Rousey en el elenco de actores. Conocida por su papel de luchadora en franquicias como UFC o WWE, ha aparecido en algunas películas de acción, pero su rango dramático es absolutamente nulo, y su interpretación como Sonya Blade no es que deje mucho que desear, sino que hunde el nivel de todas las escenas donde aparece. El marketing de Warner Bros se merece un severo correctivo por imponer al equipo creativo esta desconcertante decisión.
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La premisa del juego presenta a una diosa del tiempo, Kronika, que intenta enderezar el desaguisado temporal de la saga y para ganar tiempo enfrenta a los héroes contra los villanos. En ocasiones eso implica el desdoblamiento en dos de muchos, como el Liu Kang original contra su versión corrupta, surgida más adelante. En ese sentido Mortal Kombat 11 no duda en recurrir a 27 años de historia de la franquicia, pero las cosas tampoco se complican mucho como para perder a los no iniciados. Se mencionan muchos nombres de mundos, tribus, órdenes religiosas o grupos de dioses, pero el conflicto central queda claro. Raiden, como protector de la Tierra, quizá no ha hecho siempre las cosas bien y los intentos de Kronika por quitarle de la ecuación puede que estén justificados. Y también es una buena excusa para volver a los años 90, recurriendo a la misma veta nostálgica que tantos réditos le está dando al cine y a la televisión.
Como juego de lucha que es, Mortal Kombat puede llegar a ser extremadamente técnico, y dominar a cada personaje puede ser una tarea que conlleve docenas de horas. Los movimientos más complicados requieren de una combinación de botones precisa y rápida, y puede resultar apabullante, pero el juego hace un buen trabajo a la hora de introducir a los jugadores en su mundo. El modo historia no es especialmente complicado, y con los tutoriales básicos resulta suficiente para salir del paso y poder disfrutar de la curiosísima mezcolanza de géneros y tonos. Pero quizá el elemento más característico del juego siguen siendo los famosos y polémicos fatalities, unas ejecuciones ultraviolentas que ponen a prueba los límites del buen gusto.
Mortal Kombat siempre ha sido eso, una estética camp, estrambótica y pasada de rosca, que no se toma en serio a sí misma y que lo presenta todo bajo un prisma de humor negro. Es ciertamente criticable, y no se tiene por qué aceptar como dogma ni mucho menos, pero es evidente que en 27 años la conversación ha cambiado por completo. El nivel de detalle gráfico ha crecido de manera exponencial, pero de manera inversamente proporcional ha disminuido la polémica sobre la violencia en los videojuegos. La de Mortal Kombat es excesiva, desde luego, pero de la misma forma que la de cierto cine de terror, y la forma que tiene de huir de representaciones realistas demuestra que en NetherRealm y en la industria saben perfectamente cómo tienen que acometer cada proyecto. Probablemente sea The Last of Us Part II, la exclusiva de Sony que debería salir a finales de este año, el juego que inicie una nueva conversación en torno a este tema. Solo hace falta comparar algunos de los tráilers para reconocer que el tratamiento de la violencia es diametralmente opuesto en un caso y en otro. Mientras Naughty Dog busca un naturalismo hiperrealista sobrecogedor, que provoque una reacción de rechazo visceral, la franquicia de NetherRealm es jolgorio trasnochado con un sentido calculado de inmadurez. El camp es un grito sardónico de rebeldía contra el imperio academicista de la alta cultura, y en el mundo del videojuego, hoy en día, pocas expresiones llevan su estandarte con tanto orgullo como Mortal Kombat 11.