La mayoría de los juegos de ambientación bélica moderna incluyen algún nivel de combate aéreo. Como si formara parte de un tipo de convención secreta del género, de Call of Duty a Battlefield y todo entre medias, hacia el final del primer acto de la campaña suele aparecer un episodio que lleva al jugador a las capas altas de la troposfera. El objetivo es implementar algo de variedad jugable, pero casi siempre se convierte en un farragoso e ineludible trámite repleto de frustraciones, con un sistema de control obtuso y poco conseguido. Por eso mismo, la propuesta de acometer un título completamente centrado en la perspectiva de un piloto de combate se puede antojar poco apetecible. Al mismo tiempo, existe una larga tradición de simuladores de aviación (donde destaca Microsoft Flight Simulator por méritos propios) que hacen gala de una complejidad extrema y una obsesión fanática por el realismo que los convierte en impenetrables para cualquier incauto que se aproxime a ellos sin tener a mano un manual profesional. Teniendo en cuenta todo esto, y tras doce años desde la última entrega numerada, Ace Combat 7: Skies Unknown lo tenía muy complicado para hacerse un hueco en un primer trimestre del año atestado de lanzamientos de renombre. Pero ha pasado el examen con honores.
Lo primero que hay que remarcar es que este no es un simulador de vuelo. Desde luego, el proceso de documentación del equipo desarrollador ha sido muy exhaustivo a la hora de recrear los aviones (con licencias de aeronaves reales) con todo lujo de detalle. Pero todo eso ha sido puesto al servicio de un trepidante relato bélico que se desenvuelve a ritmo de techno-thriller. Los aviones efectúan maniobras imposibles en batallas a gran escala, con docenas de aparatos navegando el escenario por aire, tierra y mar. La elección de dificultad concierne sobre todo a la complejidad de los controles, pero todo ha sido pulido para centrarse en los dogfights, el combate cercano entre cazas. Las más de veinte misiones que incluye la campaña principal hacen un buen trabajo a la hora de ir alternando mecánicas diferentes, pero Ace Combat 7 brilla cuando sumerge al jugador en un apretado duelo en las alturas, confiriéndole la fantasía de formar parte de un escuadrón de élite con reflejos sobrehumanos.
La trama del juego se desarrolla en un universo paralelo cuyas estructuras militares sufren una revolución por la irrupción de drones en el campo de batalla. La narración se concentra en escenas cinemáticas entre misiones y en un aluvión de intervenciones a través de la radio, pero los personajes principales apenas interactúan entre sí, más concentrados en desplegar imponentes soliloquios que avanzan la trama y permiten ir descubriendo las motivaciones de los principales agentes implicados en el conflicto. Estas limitaciones, impuestas sobre todo por la decisión de que el avatar del jugador permanezca mudo en todo momento, previenen la construcción de espacios donde el drama de los personajes pueda desarrollarse de manera natural, pero hacen un trabajo efectivo al poner el foco sobre los puntos argumentales. El diseñador narrativo, Sunao Katabuchi, es un director de películas de animación japonesa con varios títulos galardonados en su hoja de servicios, y a pesar de que el guion presenta varios de los lugares comunes que abundan en el anime, en líneas generales consigue escapar del melodrama excesivo que suele aquejar este tipo de producciones. Lo que sí maneja muy bien la campaña es el ritmo de la acción, subiendo con maestría la tensión argumental de forma paulatina y creando situaciones cada vez más desesperadas. Mención aparte merece una misión, ya en la recta final, que pone al jugador en la tesitura de facilitar un rescate en una ciudad de noche mientras se desata el caos entre distintas facciones, resultando muy complicado distinguir entre amigo y enemigo. Esa confusión, que funciona de manera excelente en ese escenario, sin embargo también se traslada a los objetivos del juego. Resulta hasta cierto puto habitual fallar una misión por no haber entendido bien las indicaciones. Ace Combat 7: Skies Unknown es un juego profundamente sensorial, que exige procesar grandes volúmenes de información en tiempo real y tomar decisiones sobre la marcha. La radio no deja de transmitir, y la cháchara inconsecuente de los pilotos se entremezcla con exposición argumental, jerga tecnológica y valiosa información de combate. Absorberlo todo mientras se evaden docenas de misiles en tres dimensiones puede llegar a ser apabullante, pero también muy estimulante.
El modo de realidad virtual, exclusivo del dispositivo PlayStation VR, aunque se ha limitado a tres misiones, es un triunfo incontestable y anticipa un futuro prometedor si la franquicia se decide a concentrar ahí sus esfuerzos. Visceral, vertiginoso, extático. Los superlativos se quedan cortos a la hora de describir la experiencia. El enorme campo de visión que se abre con las gafas facilita una inmersión que, a pesar de que a la postre todo es más exigente, otorga una ventaja inequívoca sobre el modo tradicional. Poder seguir a los aviones enemigos con los ojos alrededor del cristal de la cabina mientras se ejecutan maniobras arriesgadas eleva toda la experiencia. Es una pena que todo se acabe demasiado pronto, pero a pesar de sus connotaciones humildes, el modo se ha convertido sin lugar a dudas en una de las mejores experiencias que se pueden disfrutar en un dispositivo que se encuentra en racha, con éxito tras éxito llegando a la plataforma de manera ininterrumpida. No me canso de repetirlo. La realidad virtual, a pesar de encontrarse en su infancia, es el camino a seguir y confío en que Sony siga apostando con fuerza por ella en la próxima generación.
Ace Combat 7: Skies Unknown es el último capítulo de una saga con casi un cuarto de siglo de historia a sus espaldas. A priori puede parecer que su propuesta se circunscribe a un nicho muy concreto, pero el equipo de Project Aces ha sabido componer un juego con muchos matices que acomoda a un amplio espectro de jugadores, facilitando la entrada con unos controles muy intuitivos y que responden con gran precisión, perdonando también los errores más frecuentes. Quizá ha podido ser eclipsado por juegos con campañas de marketing más abultadas, pero su calidad incuestionable merece la atención de quienes estén aunque sea remotamente interesados en sentir la emoción de poder surcar los cielos rompiendo la barrera del sonido. Y por si fuera poco, viene acompañado de un apartado audiovisual espectacular y una historia que, a pesar de sus carencias, mantiene el interés hasta el final, contextualizando unos combates aéreos antológicos. Simple y llanamente celestial.