A pesar del tiempo de tontos que vivimos, siempre hay una buena noticia que celebrar: a Patrick Deville, un gran escritor, acaba de otorgárselo con toda justicia el Premio de la Academia Française 2021 por el conjunto de su obra. Argumentar aquí que Deville es un gran escritor es fácil: remito a que se lean sus libros, y a los que ya los han leído. Su aventura literaria recorre el mundo entero: es un viaje en busca de maravillas que se convierten en historias reales sin dejar de ser novelas en las manos de este gran cronista que no me atrevo del todo a calificar. He leído algunas de sus primeras novelas, pero sobre todo esa especie de mapa mundi literaria interminable que son los cuatro título siguientes: Peste&Cólera, Viva, Ecuatoria y Pura vida, a la que seguirá Taba-Taba, retrasada en su publicación en español por la maldita pandemia que nos acucia y mata.
José Manuel Fajardo, su traductor al español, no duda en calificar esta hasta ahora tetralogía de Deville como "una obra maestra", afirmación que aplaudo y también mantengo. Lo primero que leí de Patrick Deville fue Viva, un viaje real y al mismo tiempo imaginario por dos mundos que se encuentran en México, en el momento exacto en que México es el mundo, el lugar más transparente del aire, donde se dan de bruces -al mismo tiempo- dos personajes excepcionales: el autor de Bajo el volcán, Malcolm Lowry, y León Trotsky; aquel México en el que se dieron cita tantas personalidades europeas que huían de la guerra europea y mundial y trasladaron a aquella ciudad y aquel país toda su fuerza creativa y vital, desde los más importantes nombres del surrealismo europeo hasta los mismos muralistas mexicanos, que también cumplieron un gran papel en aquel insólito centro del mundo, el México de aquella época, reluciente, relumbrante y sorprendente.
Ahí descubrí un México que enamoraba a cualquiera y Deville lo describía y retrataba con una prosa exasperantemente bella y única. Quienes hayan leído Viva no tendrán más que darme la razón: fue un descubrimiento, una epifanía que se consolidó con la lectura de Ecuatoria, Peste&Cólera (la historia y la vida del científico Yelsin, suizo-francés, alumno de Pasteur, que llegó a inyectarse el virus del cólera en tierras de Indochina para poder descubrir su vacuna) y Pura vida, la historia de un loco, William Walker, que quiso ser presidente de un país, entre Costa Rica y Nicaragua, que él mismo quiso inventar. Esos cuatro títulos son los que, a mi modo de ver y pensar como lector y escritor, hacen a Patrick Deville un escritor de los grandes, grande en Francia y grande en todo el mundo.
Lo conocí personalmente de la mano de José Manuel Fajardo. Lo invitamos a venir al Festival de Escritor Hispanoamericanos hace un par de años a la isla de La Palma, en Los Llanos de Aridane, y ahí demostró, cigarrillo en mano, chamarra de antílope, pantalones vaqueros azul claro, camisa a cuadros y calzado italiano, que aquella imagen de aventurero escritor encubría también la de un gran conocedor del mundo: un viajero que volaba para escribir y dibujar lugares y personajes que estaban cada uno en su lugar y tiempo esperando que llegara a conocerlos el gran escritor francés. En Los Llanos de Aridane habló en la Plaza de España de esa aventura a la que ahora, en esta nota de urgencia, les invito apasionadamente a que se unan, leyéndolo y sumergiéndose en esta literatura, alta en su espesura y conocimiento y bellísima en su ejecución literaria. Deville afirma que su obra es mejor en español gracias a su traductor, el citado José Manuel Fajardo. No me atrevo a tanto, pero entiendo lo que quiere decir el gran escritor francés: que un buen traductor, como lo es Fajardo, no sólo debe comprender lo que traduce sino trasladar el alma de lo traducido a quienes lo van a leer en su propia lengua.
No siempre se dan, pues, los premios a quienes lo merecen, aunque sea cotidiana la afrenta con la cual se hiere de verdad al canon real de la literatura en el mundo. Hoy todo el mundo, todo el que se cree escritor aunque no lo sea, tiene un premio, aunque sea de andar por casa (nada que celebrar), o es finalista de cualquiera de los galardones que se inventan todas las instituciones del mundo para premiar casi siempre a sus propios paniaguados. Los que saben bien saben que no exagero ni un milímetro: el escándalo es cotidiano. Por eso, y sin hacer más hincapié en esa impostura vergonzosa, es de alegrar y de aplaudir el premio a un gran escritor cuya vida es la literatura propia y el mundo por descubrir en su propia literatura. Patrick Deville es de estos últimos: un escritor grande, riguroso, honrado, creador de su propia estética creativa, de su propia y personal poética, un escritor que no sólo da la vuelta al mundo sino que con su literatura le da la vuelta al mundo, que no es lo mismo sino muy diferente. Enhorabuena, Patrick, te lo mereces de sobra. Y a ti también, José Manuel Fajardo, gracias as los cuales hemos descubierto el tesoro de la literatura entre tanta porquería y desechos superfluos.