Escribir una novela de un personaje histórico, envuelto sin embargo en una nebulosa legendaria, suele ser muy complicado; llevar de la historia y de la imagen del tiempo a un personaje (y aquí no puedo de ninguna manera escribir "personaja", ¿verdad?) a la ficción narrativa o novelesca una historia de verdad que los siglos han convertido en fijación o fijeza para la gente corriente, suele ser muy comprometido y complicado. Hay que perseguir todas las historias, las de verdad y las otras, las creadas a lo largo de los años por el pueblo, aquellas historias secretas, verdaderas o no, que han corrido con fortuna y se han convertido en realidad. Recuerden aquella película magistral, El hombre que mató a Liberty Valance, porque "en el Viejo Oeste la leyenda es más importante que la verdad". Hay que hacerse con el personaje a novelar, lo sé por experiencia, hasta casi convertirse en él: creer el escritor, el novelista, que él mismo es el personaje: hasta confundirse y fundirse con el personaje que en el fondo es otro, porque de la fusión, de la escritura obsesiva, nace otro personaje distinto de aquel que el narrador quería plasmar en su escritura.
Alonso Cueto, magistral novelista de nacionalidad peruana, es uno de los narradores más dotados para la novela en todas las literaturas de lengua española. Su obra escrita (a encontrar en las solapas de sus libros, aquí no hay espacio) ya es lo suficientemente importante para que Cueto sea catalogado como yo lo he hecho sin pudor pero con estética literaria. Hace tiempo que venía oyendo de su parte que estaba escribiendo una novela sobre "La Perricholi", la reina de Lima, Micaela Villegas, la amante del virrey Amat durante una parte importante de la colonia, amada y odiada por el populacho y por las clases ya blanquiñosas de la Lima de aquellos tiempos. Tanto fue su gloria y su infierno que pasó a vivir en la eternidad de la leyenda como un personaje popular de gran atractivo. ¿Quién fue La Perrricholi, en realidad? La novela de Alonso Cueto, La Perricholi. Reina de Lima, nos da suficiente y sobrado ejemplo de cómo hay que proceder con un personaje histórico, escandaloso y, después del escándalo, piadoso y arrepentido, para que no se desboque el caballo de la creación por las calles de Lima de aquel tiempo: traerlo a este tiempo, hasta la meta de la literatura, es un ejemplo de profesionalidad y talento. Porque Alonso Cueto, luego de la investigación histórica, profunda y sólida, se ha embarcado en la escultura verbal de un personaje que ya no es el de la historia sino el de la novela. Y esa es la principal virtud de esta novela de Alonso Cueto: que está instalada en la ficción, que el atrezzo histórico ayuda mucho a la historia pero sobre todo a la ficción creada por el novelista; que la pulsión dramática de la novela va acorde con la gloria y el infierno de Micaela Villegas, siempre acompañada por otro personaje, secundario y a la vez principal, su madre, la voz de una conciencia narrativa que camina al ritmo de la narración y que, al mismo tiempo, y sin ser protagonista del relato, es sin embargo un personaje principal, real e imaginario, como digo, conciencia y realidad verbal.
Alonso Cueto, que acaba de ganar en Madrid con otra novela el Premio Juan Goytisolo, ha conseguido aquí, en las páginas de esta novela, una bellísima relación de seres "habladores de esquina y salones" que también, y esto es fundamental, construyen no sólo la novela con sus voces sino también al personaje central, a la protagonista de esta novela.
He leído cinco o seis novelas de Alonso Cueto, uno de los narradores -ya queda dicho arriba- más completos de toda nuestra lengua en los actuales momentos. Tengo para mí que La Perricholi. Reina de Lima es la más cuidada y cuidadosa criatura (o creatura) del novelista peruano. Veré, sin duda, su triunfo en las manos y la voz de los lectores, aunque este relato, como todo magistral relato, no parece haber tenido como destino, mientras se escribía, a un puñado de lectores literarios que, tengo la impresión, cada vez son (somos) menos. La novela es, además, un relato de un tiempo determinado por unas costumbres y una política que hizo al Perú, que vuelve a ser, gracias a la novela y al novelista, el epítome de historias más o menos legendarias de América Latina. Muy cerca de España, Alonso Cueto es un escritor del que quien no haya oído hablar está ya obligado a entrar en las páginas de "La Perricholi" para conocerlo, leerlo y estudiarlo. El novelista ha conseguido una novela, madura, cuidada y cuidadosa, plena de estructura, con unos personajes que están en pie, y hablan con voz propia, cada uno la suya. He pasado tres días leyendo la novela y ahora estoy saboreando en la memoria la reciente lectura de la novela de Cueto, a mi modo de ver, la mejor de todas las que ha escrito y publicado hasta ahora.