Haruka Kagami es una joven escritora de éxito que es invitada a la mansión de los Shijima para presenciar una ceremonia en torno a un cerezo especial que solo se celebra cada cien años. Los ánimos ya están caldeados por el reciente descubrimiento de restos óseos en las raíces y durante la jornada, a pesar de las precauciones, el patriarca es envenenado.
Aislados por un corrimiento de tierras, Haruka asume la responsabilidad de encontrar al culpable antes de que pueda llegar la policía y descubre que los hechos están íntimamente relacionados con una serie de asesinatos acaecidos durante los últimos cien años. Para encontrar al culpable en el presente, tendrá que resolver los casos del pasado a partir de diarios y relatos publicados en revistas pulp de la época.
El juego ha sido desarrollado por su director, Koichiro Ito, en formato Full Motion Video, empleando a actores reales y escenarios como si fuera una serie de televisión. Lo primero que llama la atención es la calidad de las interpretaciones y la robustez de sus valores de producción, con unos decorados y un vestuario muy logrados para un título de nicho como este.
Muchos de los actores principales interpretan diferentes papeles en las secuencias del pasado, pero lo que parece una limitación presupuestaria acaba resultando un recurso ingenioso. La investigación se divide en tres etapas: una primera recolección de pistas, el desarrollo de hipótesis en un palacio mental y la clásica confrontación con los acusados del crimen.
Los casos se presentan como rompecabezas muy complejos y en un primer momento parecen irresolubles, pero el juego se centra en detallar un recorrido lógico para llegar a una conclusión sorprendente, aunque plausible.
The Centennial Case recoge la rica tradición del Honkaku japonés, con guiños constantes a portentos como Edogawa Ranpo, con su pasión por lo grotesco, y Seishi Yokomizo, con sus misterios de habitación cerrada.
Desenlace muy nipón
Los personajes actúan con una cierta frialdad ante los percances, pero son imposiciones del género para poder centrarse en el misterio. Cuando la estructura de los casos empieza a repetirse, el juego tiene la pericia de cambiar el ritmo con un escape room muy elaborado que aumenta la tensión antes de llegar al clímax de la historia.
La narrativa examina la idiosincrasia propia de la sociedad japonesa en su relación con los crímenes del pasado, la pertinencia de la culpa colectiva y los desmanes perpetrados en nombre de la ciencia, asuntos que traen a colación episodios como los crímenes del escuadrón 731 en Manchukuo.
Es una pena que una interfaz malograda se entrometa en la formulación de hipótesis y que a veces el juego rompa sus propias normas en aras del efectismo, pero el relato se sigue con interés hasta un desenlace muy nipón: extenso, repleto de giros de guion y con una potente dosis de melodrama. Larga vida al Honkaku. ¡Kampai!