La Fundación Mapfre traza un panorama del arte francés con su llegada a nuestro país en el siglo XVII y su presencia durante casi 200 años en nuestras fronteras. Aunque abarca un periodo inusual para la fundación, la muestra comisariada por Amaya Alzaga abre perspectivas, nos acerca las interrelaciones entre ambos países y muestra “piezas maestras que continúan en colecciones españolas”. Son 45 pinturas, 16 dibujos y 8 esculturas además de piezas de artes suntuarias, obras decorativas y objetos de uso cotidiano las que componen El gusto francés y su presencia en España en los siglos XVII-XIX, exposición que se podrá ver hasta el próximo 8 de mayo.
“En este recorrido no hemos querido darle a la pintura el papel hegemónico que tradicionalmente le ha dado la historia porque las artes son más amplias”, apunta Alzaga. Lo francés, añade, llega de muchas formas y con muchas técnicas y, por eso, “debemos recuperar todas estas vertientes y no hablar exclusivamente de los grandes cuadros”. Para poner en pie esta muestra se ha llamado a la puerta de muchas colecciones tanto privadas como públicas de nuestro país. Y tras una profunda investigación, a través de la que se han podido realizar nuevas atribuciones, Alzaga ha tratado de “escribir un capítulo que faltaba”.
De este modo, las obras, distribuidas de manera cronológica y temática en 11 salas de la segunda planta de la fundación, muestran “el proceso de transferencia, culturización, mestizaje y recepción del arte francés en nuestro país”.
Llegada del arte francés
El gusto por lo galo llega a España, como explica Alzaga, a través de un matrimonio. “España casa a Ana de Austria con Luis XIII y a partir de ahí la corte empieza a pedir retratos de familia. A medida que van naciendo los nietos el monarca va reclamando que se le vayan mandando retratos de los niños”, recuerda. Pero hubo una segunda protagonista muy importante en esta historia: María Teresa de Austria, infanta española que se casa con Luis XIV, “que va a heredar el gran monopolio del gusto por las artes, el comercio, lo militar, lo artístico y lo económico de Francia”.
La Francia de Luis XIV arrebata a España el puesto como potencia política y económica y su política absolutista “inunda la escena artística para propagar la magnificencia de su imagen y de su poder”. Así, se impone un estilo de marcado carácter clasicista y “el lujo venido de París se impone sobre la tradición española durante algo más de doscientos años, como evidencian los modelos pictóricos y los suntuosos objetos que llegaron a nuestro país”, destaca la comisaria.
De Carlos II a la decadencia hacia 1870
Las primeras secciones de la muestra se centran en la llegada de las primeras piezas galas durante el reinado de Carlos II, último de los Habsburgo españoles, así como la edad de oro de la pintura de ese periodo. Se recorre a continuación la consolidación del gusto francés durante el gobierno de los Borbones –con especial incidencia en los reinados de Felipe V, Carlos IV e Isabel II– y “en las últimas se examina la decadencia de su monopolio hacia 1870, cuando España ya se había convertido en un modelo romántico a seguir”, señala Alzaga.
El recorrido abarca, por tanto, desde la segunda mitad del siglo XVII, “cuando Luis XIV arrebató a España el puesto de primera potencia europea e inició una progresiva e imparable conquista política y cultural del continente”, hasta el viraje que supuso, a mediados del siglo XIX, “el descubrimiento de nuestro país como un Oriente cercano y un motivo de inspiración para viajeros y artistas”. De hecho, algunos creadores franceses “acometieron una búsqueda más profunda de la esencia española como vía para alcanzar la modernidad”.
En definitiva, la exposición “rinde homenaje a un largo y complejo periodo en que ‘lo francés’ fue sinónimo no solo de clasicismo en las artes sino sobre todo de distinción, magnificencia y elegancia extrema en el adorno y el vestir de los espacios y sus habitantes”, apuntala la comisaria.
Escasos estudios sobre el arte francés en España
Pero a pesar de que España estuvo ligada a Francia durante tanto tiempo apenas se ha estudiado este capítulo. “La historia del arte -apunta Alzaga- se escribe primando el gusto de cada época y cuando nace la historia del arte español, el arte francés que gustaba era el impresionista y lo anterior prácticamente no interesó a nadie”. Además, hubo un cambio cultural con el avance del inglés como la segunda lengua más importante. Así es como “el mundo francés queda relegado y estereotipado a algo que no gusta, que es lo anterior a los impresionistas y hay que tener la mirada mucho más amplia porque España nunca ha sido impresionista, no tenemos un solo artista impresionista”.
Con este mapa preliminar Amaya Alzaga no conseguía entender por qué no se había realizado ningún estudio que trazara la llegada del gusto francés a España. “No proponemos un mapa definitivo pero sí un primer escenario de partida para quien quiera seguir investigando. Hay pintores que sabemos que han estado 20 años en España pero no conocemos ni un solo cuadro. Y, al revés, hay un pintor del que tenemos 20 cuadros pero no hay un solo documento de por qué está en Madrid”, se lamenta.
Aunque queda mucho por resolver son muchos los pintores que han dejado pistas e hilos de los que tirar. Se trata de que ahora alguien recoja el guante.