Un lago de jade verde. CentroCentro. Plaza de Cibeles, 1. Madrid. Comisarios: Institute for Postnatural Studies. Hasta el 13 de marzo

La pieza estrella de la próxima subasta de arte moderno de Sotheby's, en unos días en Nueva York, es la Esquina del estanque de los nenúfares de Monet, una de las tantas representaciones que el pintor impresionista realizó de su famoso jardín de Giverny. Le dedicó más de 200 lienzos a estas flores que flotaban en un jardín artificial que él mismo había diseñado y ejemplifica muy bien uno de los elementos clave de Un lago de jade verde, la nueva exposición de CentroCentro que habla de naturaleza y medioambiente, como tantas otras, pero desde un original acercamiento que incide también en cómo se representa "lo natural".

El montaje combina la obra de más de una docena de artistas con creaciones de los propios comisarios, el Institute of Postnatural Studies, un colectivo de artistas e investigadores activo desde 2020. Comienza con una pieza sonora de Janna Winderen que nos sumerge –auditivamente– en un entorno natural en el que fluye el agua, cantan los pájaros y resuena el chisporroteo del hielo del Polo Norte. Tiene mucho de inmersivo, de viaje que nos transporta a un bosque, un bosque literal, que vemos a través de una ventana horadada en el muro, en el que crecen los árboles –en plena exposición y con un equipo de jardineros atendiéndolos semanalmente– los helechos, las hojas caídas y donde huele a tierra húmeda.

Muy cerca hay una fotografía de otro bosque (Isolation, 2017) de Fabian Knecht. Parece exactamente lo mismo aunque es, en realidad, la operación contraria: se trata de un bosque natural que el artista cubrió con paredes blancas, llevando en este caso el museo a la naturaleza, y no al revés. Sobrevuela así en todas estas piezas una cuestión fundamental: ¿Cómo representar la naturaleza desde el arte?

Una cuidada muestra que lanza una reflexión fundamental: ¿Cómo representar la naturaleza desde el arte?

Del bosque pasamos al invernadero, un laboratorio de jardinería presidido por la instalación de Michael Wang. Extint in the Wild (2017-2021) es una casa de cristal en la que se preservan especies naturales hoy extintas, una demostración más de la actividad del hombre en la Tierra y una aparente contradicción: ¿Por qué conservamos en jardines botánicos lo que no hemos sido capaces de cuidar en el exterior? En este caso Wang acude a una planta mallorquina que, tras la muestra, pasará al Jardín Botánico de Madrid. Una declaración de intenciones sobre lo que puede ocurrir con los materiales de una exposición una vez finalizada.

Hay espacio también para la geología –"que es materia e información"– y la tecnología, empezando por nuestros teléfonos móviles, que están hechos de minerales, con lo que cada vez que los renovamos contribuimos al extractivismo. Así entramos en otra de las salas más atractivas del montaje, 'Las Hijas del Compost', que se inspira en el cuento de Donna Haraway para hablar de la coexistencia y de la transformación constante de los materiales.

El compost es, en realidad, muerte que genera vida (descomposición de restos orgánicos) y tiene aquí sus ecos en las esculturas embalsamadas de Mónica Mays, en las que se asoma la lana de oveja y algas que parecen largas caballeras, y de María Nolla, que acude también a materiales biodegradables –cera de abeja y resina de pino– que hacen que los trabajos de ambas artistas lleguen a confundirse. Otra de las piezas más impactantes de la muestra es el vídeo O peixe (2016), de Jonathas de Andrade, en el que un pescador acaricia a un pez cuyo destino final es ser engullido.

Un discurso inteligente y muy bien trabado que crece con los vídeos del parlamento final y con todas las charlas, proyecciones y visitas que sucederán todos estos meses dentro y fuera de la sala. ¿La idea? Pasar de las imágenes y la estética al debate.

@LuisaEspino4