Vista de sala. Fotografía: Joaquín Cortés

Galería Helga de Alvear. Calle Dr. Fourquet, 12. Madrid. Hasta el 15 de julio. De 6.000 a 32.000 €

… con distintos ritmos! es la cuarta individual de José Pedro Croft (Oporto, 1957) en la galería Helga de Alvear. Un título que parte incompleto, o que más bien remarca una ausencia, y que se cierra con una exclamación que, tras recorrer la muestra, cobra quizás un sentido preciso acerca de lo que este montaje supone hoy para la carrera del artista. Croft, representante de Portugal en la recién inaugurada Bienal de Venecia, vuelve a Madrid con una serie de trabajos que subrayan su profunda adscripción a la escultura, aunque ésta a veces desdibuje sus límites.



En un primer golpe de vista, puede parecer que el riesgo y la violencia de muchas de las obras de José Pedro Croft se ablandan con esta exposición. Las esculturas se disponen en su mayoría como piezas de esquina, a una altura indeterminada que observada en detalle llega a incomodar. Se vuelve fácil hasta enervar y depura sus formas hasta rozar cierto manierismo. No obstante, es en los pequeños detalles en los que reconocemos al Croft más rotundo, el que genera equilibrios casi imposibles y mantiene una tensión que planea sobre el espacio.



Da la sensación de que aquellos papeles más toscos, los que chorreaban pintura acrílica hasta los bordes, se presentaban arrancados y con rotos remendados con cinta adhesiva, dejan paso ahora a otros de colores menos contrastados en los que prima más la superposición de capas y la diferenciación de técnicas que la inmediatez del gesto rápido. Los remiendos permanecen, pero la lentitud del proceso obliga quizás a tratar el soporte con una mayor delicadeza que evita que este sufra tanto.



En la escultura, vuelve el yeso que recuerda inevitablemente a sus volúmenes de principios de los 90. Las rejas sumergidas en él, repletas de imperfecciones que requieren de una observación detallada para ir descubriendo cuánto hay de Croft en estas piezas. Lo confirman los desconchados provocados por los tornillos que las fijan a la pared, las zonas a las que el yeso o la pintura no han llegado o las cintas de papel que originalmente delimitan el área a pintar, pero que siguen adheridas a los perfiles metálicos. Croft es la importancia de la tensión, el poder de la plástica, el saber hacer que llega a resultar fácil a ojos del espectador, pero que en realidad esconde un dominio del espacio y la técnica que seducen. Es posible que lejos de la autonomía de muchos de sus trabajos anteriores, estos funcionen más como volúmenes insertados en el espacio, que se retroalimentan y articulan en base a su relación con la esquina. Espacio desagradecido donde los haya, lugar de paso y de castigo.



Tuve la fortuna de ver in situ Tres puntos no alineados (2013) la individual que David Barro comisarió en 2013 en el Palexco (La Coruña). Quizás sea uno de los espacios más difíciles y menos agradecidos a los que un artista se pueda enfrentar y, como por arte de magia, Croft lo convirtió en su aliado firmando la mejor exposición que ha pasado por aquel lugar. No hay a estas alturas mucho que decir de un trabajo tan redondo como el suyo. Es posible que... con distintos ritmos! no vaya a convertirse en la exposición del año, pero muchos artistas darían años de vida por acercarse mínimamente a las conclusiones a las que Croft ha llegado hasta hoy.



@Angelcalvoulloa