Comisariada por José Jiménez y procedente de la Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid, el museo Artium de Vitoria acaba de inaugurar El fuego de la visión, la última y más completa revisión de la obra de la artista Marina Núñez (Palencia, 1966). 38 piezas entre pinturas, imágenes digitales e instalaciones de vídeo, incluida una gran videoinstalación con nueve proyecciones realizada para la ocasión y que da nombre a la muestra.

Un recorrido por veinte años de trabajo articulado en torno a los conceptos del fuego y de la visión. Un ojo que, como explica la artista, "utilizo para representar al ser humano", y un fuego que reconoce tener más asociado a la destrucción que a la vida. Claves de un trabajo que, como cuenta en esta entrevista, especula sobre otros universos posibles.



Pregunta.- ¿Cómo ha resultado el "traslado" de la exposición desde Alcalá 31, que es un espacio muy especial, a las salas del Artium?

Respuestas.- Cada espacio provoca sensaciones diferentes en el recorrido. La Sala Alcalá 31, con su altura, su bóveda, sus lámparas, es un escenario más litúrgico y apabullante. Artium es más abstracto, más aproximado a la idea del cubo blanco, menos invasivo, más sereno y proporcionado. Que cada espacio influya incluso semánticamente en las obras es apasionante.



P.- "Hacía falta una retrospectiva de Marina Núñez en Madrid". Así empezaba la crítica de Rocío de la Villa en el Cultural. ¿Lo sentía usted también así?

R.- Rocío es enormemente amable, y desde luego es un lujo, una oportunidad inmejorable. La vez que más claramente se ha visto un conjunto amplio y significativo de obras, escogidas con un criterio muy claro por José Jiménez, en Madrid.



P.- El ojo como centro, como base, como obsesión, no solo de esta muestra sino de toda su obra, ¿por qué?

R.- En parte porque iconografías como la del ojo de Odilon Redon (citado de hecho en uno de los cuadros de la exposición) u otras surrealistas como el ojo cortado de Un perro andaluz me impactaron mucho. Lo utilizo para representar al ser humano, pero es cierto que es un órgano que además de ser bello simboliza la mirada, fascinante, poderosa, vigilante, posesiva, deslumbrante, desorbitada, alucinada, terrible. El ojo es una ventana a la psique, pero también al mundo. Alude a lo objetivo y a lo subjetivo, a la superficie y a lo profundo, a la lucidez pero también a los sueños. Tiene resonancias muy amplias.



P.- Y junto al ojo, la mirada… Le formulo la misma pregunta que leo en el dossier de prensa: ¿Qué vemos cuando miramos?

R.- Un mundo cambiante que nos desestabiliza, amplias llanuras tranquilas y, de repente, el abismo.



P.- ¿Miradas de asombro, de terror, inquietantes, inquietas?

R.- Sí, miradas arriesgadas, miradas de ojos rojos, como en la frase de Herman Melville: "Desde que el mundo es mundo, los buceadores del pensamiento regresan a la superficie con los ojos inyectados en sangre".



P.- En cuanto al fuego, ¿de pasión o de infierno? (como en El infierno son nosotros).

R.- Ambos significados conviven, el fuego es hipnótico y muy sugerente, aunque lo tengo más asociado a la destrucción que a la vida.

Fotograma de 'El fuego de la visión', 2015

P.- En estos más de 20 años que lleva trabajando, ¿cómo ha cambiado esa mirada, hacia el arte, hacia la vida?

R.- Sigo pensando que el arte es emancipatorio, y sobre la vida... no estoy segura, quizá sea un poco menos ingenua. La corrupción, por ejemplo, de tantas personas y sistemas de vida, no es algo en lo que creyera antes, pero la realidad se impone...



P.- Su trabajo parte del presente para mirar hacia un futuro que en muchas de sus obras parece de ciencia ficción. Como artista, ¿cómo se enfrenta a lo que vendrá?

R.- Como cualquier autor de ciencia ficción, especulando sobre universos posibles, a veces maravillosos, a veces terroríficos.



P.- ¿Hay optimismo en sus obras?

R.- En algunas sí, otras son muy dramáticas. Lo normal, porque el mundo nos ofrece muchas razones para ambos sentimientos.



P.- ¿El arte hoy da motivos para el optimismo o todo lo contrario?

R.- Se diría que hay mucho arte de carácter, digamos, sociológico-crítico analizando muchos de nuestros males, así que no parece muy optimista, no.



P.- Lleva más de 20 años trabajando y exponiendo, ¿la llegada de la imagen digital cambió su forma de mirar el arte?

R.- No, pero sí me vino muy bien para contar mis historias: los efectos especiales y la creación de escenarios en 3D me permiten soluciones formales con las que me siento muy cómoda por el tipo de iconografía en la que me muevo. Aunque sigo pensando que con un papel y unos lápices también se puede contar todo. De otro modo, y provocando otro tipo de sensaciones, pero con toda la complejidad y profundidad que se desee.



P.- La última obra de la exposición es también la más reciente: una gran videoinstalación en 9 pantallas… complejo, como la propia realidad… ¿es el vídeo lo que mejor responde a nuestra complejidad?

R.- No necesariamente, como cualquier otro medio, aunque sí es uno de los más poderosos y seductores de los que nos rodean. El medio ambiente natural es ahora la vida en las pantallas.