Libros de su Biblioteca Infinita. Foto: Guillermo Mendo
Es sabido que cuando Umberto Eco ideó la biblioteca del monasterio donde acontece El nombre de la rosa, tenía en mente a Jorge Luis Borges. No sólo porque el personaje que la custodia es un anciano sabio y ciego llamado Jorge Burgos, un alias intencionadamente afín con su apellido, sino porque la estructura que define el espacio laberíntico donde se guardan los libros reproduce las galerías hexagonales que describe en su cuento La biblioteca de Babel, una alegoría sobre el conocimiento cuya complejidad posee algo de las inacabables Prisiones imaginarias de Piranesi, tan del gusto del argentino por sus paradójicas estructuras imposibles.Precisamente el proyecto The Infinite Library de Haris Epaminonda (Nicosia, Chipre, 1980) en colaboración con Daniel Gustav Cramer, se inspira en esta historia de Borges concebida como una metáfora sobre las posibilidades combinatorias del saber humano. El libro se convierte en el protagonista de un archivo en proceso que iniciaron en 2007 y está compuesto, principalmente, por ejemplares intervenidos e imágenes descontextualizadas que adquieren aquí un nuevo valor emocional, aprovechando las posibilidades de un objeto sumamente inspirador y cargado de poética.
Pese a su juventud, la trayectoria de Epaminonda es sorprendentemente elocuente. Ya ha tenido muestras individuales en museos como la Tate Modern de Londres o el MoMA de Nueva York. También participó en la última Documenta de Kassel y con sólo 27 años representó a su país en la Bienal de Venecia. Sin duda, es considerada una de las artistas más importantes de su generación y de los valores con mayor proyección del arte europeo de la última década. Que sea el CAAC el primer centro español que logra concretar una propuesta individual suya revela el buen criterio de su programación y lo atento que está su director al pálpito de las cosas que están ocurriendo en el panorama internacional, apostando por autores de futuro y logrando anticiparse a otras instituciones de nuestro entorno de mucha más envergadura, igualmente interesadas por esta autora.
Escultura del proyecto Chronicles, 2012. Foto: Guillermo Mendo
Las relaciones son sutiles y exquisitas, a veces se basan en leves matices de color y otras en guiños espaciales. La clave estriba en saber insinuar lo justo, manipulando imágenes o disponiendo leves cambios sobre ellas hasta convertirlas en algo distinto capaz de crear conexiones inesperadas en la mente del espectador. Cada lugar genera lecturas diferentes, reorganizando la memoria de esta enciclopedia viva que vuelve a reescribirse cada vez, con cada nuevo planteamiento, con cada mínimo giro... Precisamente como un palimpsesto borgiano.
El colofón de la muestra es una inmensa estancia completamente oscura donde se proyectan varias de sus Chronicles, serie audiovisual iniciada en 2010. Son vídeos grabados en Super8 sin sentido narrativo ni acción concreta que inciden en el peso de la imagen como resorte evocador de recuerdos. Observamos planos lentos y densos, indeterminados, fragmentos que crean una atmósfera envolvente donde el tiempo casi se ha detenido. La banda sonora que se escucha, creada por el dúo inglés de música experimental Part Wild Horses Mane On Both Sides, acentúa la pátina enigmática que desprenden estas misteriosas escenas.
@SemaDAcosta