Una de las obras en la exposición
La Sala de Arte Joven continúa con su modelo de programación basado en una convocatoria a la que comisarios de menos de 35 años presentan proyectos expositivos/educativos, valorados por un jurado que, en esta edición, estuvo integrado por Antonio J. Sánchez Luengo, Ferran Barenblit, Óscar Alonso Molina, João Fernandes y Virginia Torrente. Hubo pocas candidaturas para este Se busca comisario, lo cual es sorprendente dado que se trata de un programa con bastante visibilidad y no mal dotado: 88.500 euros, de los que 7.500 son honorarios para el autor del proyecto.No le resultó, por ello, difícil la victoria al portugués Martim Dias, con un pequeño rodaje previo de comisariados para A3Bandas y Foro Arte Cáceres, quien ha elaborado en colaboración por los artistas por él seleccionados sendas revisiones de dos asuntos demasiado anchurosos pero sin duda pertinentes para el arte actual: territorio (en la muestra ahora inaugurada) y sociedad (a partir del 4 de mayo). En ambas entregas, ha contado con cuatro artistas españoles y tres de su país, fomentando así un diálogo de ámbito peninsular que, por cierto, se extiende a la exposición Topología del aura, comisariada por el también portugués Bruno Leitão en la Galería Bacelos.
Los planteamientos y las formas de hacer de los siete seleccionados son muy diferentes entre sí pero se ha conseguido una cierta confluencia en los aspectos de la geografía que han sometido a escrutinio en sus obras, todas realizadas para la exposición. El tema de la frontera hispanoportuguesa es tratado por Lois Patiño, Ana Catarina Pinho y Sérgio Carronha, mientras que Irene Grau se centra en el gran limes de los Pirineos. Teresa Sola Abboud y Andrés Pachón abordan con ópticas diversas el imaginario del exotismo oriental pero la asociación de la obra de Dalila Gonçalves al tema de la exposición resulta forzada. A falta de un catálogo que amplíe el análisis y a la espera de las anunciadas actividades que desgranarán las problemáticas sugeridas por las obras, se echa de menos un "foco" que ponga de relieve las posiciones del grupo y, sobre todo, del comisario; algo que habría sido más factible con una más clara acotación argumental.
Lo que sí tenemos es un valioso conjunto de trabajos. Destacan sobre el resto los de Grau, que continúa con sus recorridos señalizados a través del paisaje, abstrayendo la experiencia a signos y líneas que forman ahora "constelaciones"; Solar Abboud, que desdobla una obra anterior, de 2009, sobre el oasis "fabricado" en el desierto de Tabernas para el rodaje de Lawrence de Arabia, añadiendo un estrato significativo nuevo que alude a la explotación turística de ese paisaje artificial; y Patiño, que recrea con tonalidad fantasmal la memoria contrabandista de la Serra do Xurés a la vez que realiza ejercicios de inserción escultórica de la figura en la naturaleza.
Andrés Pachón ha dado con un material con posibilidades de reelaboración plástica, viejas diapositivas de vidrio coloreadas a mano (de Israel y Palestina) pero le falta perfilar su aportación formal o incluso conceptual. Gonçalves, que expuso no hace mucho en Sevilla, es una artista con gran interés que saca partido de un repertorio objetual muy particular (en esta ocasión, lijas, hojas de sierra, patrones, bandas de billetes de metro) en configuraciones acumulativas muy efectivas pero que, como decía, no acaba de encajar aquí. Y tanto Pinho como Carronha se ven lastrados, al menos en las obras que presentan, por una estética -fotográfica y escultórica, respectivamente- poco actual.
@ElenaVozmediano