Paciencia y barajar

Galería Formato Cómodo

Lope de Vega, 5. Madrid. Hasta el 20 de julio. De 400 a 2.200€

No ha cumplido aún los treinta pero encontramos en su trabajo madurez, seriedad y hondura. Tengo a Christian García Bello (La Coruña, 1986) en el ojo de mira desde que examiné el proyecto que presentó a las ayudas INJUVE en 2013, una de las cuales obtuvo, y me alegra sobremanera ver el progreso que ha experimentado no sólo su carrera, con la exposición que puede verse en el CGAC de Santiago hasta septiembre y con esta primera individual en Madrid, sino también su obra. El espacio de Formato Cómodo, tan “en bruto”, se adecúa muy bien al carácter austero y un tanto monacal de las esculturas que presenta, resultado de la indagación que ha desarrollado en estos últimos años en torno a los conceptos de paisaje, peregrinaje, horizonte y saudade.

García Bello es un excelente dibujante pero ha elegido recientemente concentrarse en la escultura, con unos planteamientos y unos rasgos formales que encontramos más fácilmente en artistas veteranos que en noveles. Sus referencias son muchas y muy variadas dentro de la plástica, la música, la literatura, el cine… Me parece, no obstante, destacable su afinidad con Miroslaw Balka, con quien comparte la densidad simbólica de los materiales y el principio del cuerpo (y la proporción entre sus partes) como canon o, mejor dicho, como módulo para medir y comprender el entorno. Algo así como el modulor de Le Corbusier pero aplicado al entorno natural con ánimo trascendente.

El paisaje se construye en el ojo, enfatiza el artista, y esa línea que lo parte en dos es un fin del mundo, 'finis terrae'

García Bello es un paisajista, pero no representa el paisaje: lo contempla, lo procesa intelectualmente y lo destila en piezas lacónicas pero muy significativas. Las esencias que extrae son de dos tipos: materiales y estructurales. Madera de pino, cuero, cordel, cemento o sayal (tejido de lana), carboncillo y grafito son los materiales más habituales en estas obras, y en todos se aprecia la raigambre cultural (gallega) poderosa y la capacidad de establecer lazos sensoriales y vivenciales con el espectador.

En cuanto a las estructuras internas, se trata de construcciones de gran sencillez, en cierto modo minimalistas, basadas en el equilibrio o en la repetición ritual de elementos. Con todas sus evidentes cualidades táctiles y sus situaciones gravitacionales (materiales livianos y pesados, estabilidad precaria, a veces reforzada), hay una línea que determina estos trabajos, y es ante todo visual: el horizonte. El paisaje se construye en el ojo, enfatiza el artista, y esa línea que lo parte en dos (observable, en Galicia, sólo ante el mar, al no existir allí grandes llanuras) es un fin del mundo, finis terrae, y fin de la vida.

El horizonte, en García Bello, es “la distancia apasionada que recorre el alma hacia la muerte”. Las medidas corporales entran de nuevo en juego en la formalización de las obras, siendo la altura de los ojos del artista una de las magnitudes más importantes. Antropometría y geometría, coligadas a “procesos de corte, ensamblaje, oscurecimiento, sombreado, pintado, dibujado, carbonizado, esculpido o pulido”, expresan así unos sentimientos ancestrales ante la naturaleza que nunca han dejado de estar presentes en el arte.

@ElenaVozmediano