La línea de lo doméstico es una de las más transitadas del arte, especialmente concurrida en los 90, cuando el apego por el espacio habitable fue una constante para los artistas. En 1992 Rebeca Horn hacía sus Habitaciones del duelo y Eulàlia Valldosera se refugiaba en su Cocina; un año después, Vicky Civera su Habitación homónima; en el 95 Tracey Emin hacía su famosa tienda de campaña y Plensa se instalaba en su Living Room; en el 97 Sophie Calle navegaba en su Suite veneciana... Ciudades, calles, casas, habitaciones, celdas, camas, estanterías... Patologías de lo cotidiano en sus formas extremas.
Hábitat
García Galería. Dr. Fourquet, 8. Madrid. Hasta el 16 de mayo. De 1.500 a 8.500 euros.
Hoy, el rumor sigue latente. Siguiéndolo llegamos hasta García Galería y el
Hábitat creado por el comisario Frederic Montornés. Está pensada para explorar los límites entre el arte en el espacio expositivo y la contemplación en un entorno doméstico. También para reflexionar sobre qué es una colección y cómo conviven las obras una vez pasan al ámbito privado. Aquí, desde luego, funcionan muy bien. Vemos a Martí Anson, acostumbrado a construir habitáculos allí donde expone, como un
Pabellón catalán en la Fundación Suñol (2014) o el velero del CASM (2005). Desde hace un tiempo, ha rescatado la labor de su padre, Joaquim Anson, quien desarrolló en los 60 una serie de muebles inspirados en diseños modernos con el objetivo de hacerlos a medida y asequibles. Muebles que él rehace bajo la firma
Joaquimandson y que ahora extiende a la pared. Ahí vemos, también, a los MAIO, a Alberto Peral y el herbolario de flores artificiales del colombiano Alberto Baraya. Preciosismo
Made in China. Hay que verla.
El regreso y la nostalgia
Cámara Oscura. Alameda, 16. Madrid. Hasta el 23 de mayo. De 2.600 a 7.500 euros.
En Cámara Oscura, una galería con nombre de habitación propia, encontramos el trabajo de la finlandesa Elina Brotherus (Helsinki, 1972), una química que decidió trasladar su mundo atómico a la fotografía. Desde entonces, ha hecho de la autobiografía su motor creativo, como vemos en la exposición
El regreso y la nostalgia. Fármacos en el baño, camas deshechas, post-its colgando de las paredes y un gran halago del recuerdo. Puro mundo analógico y mundano. Ese gran lugar que es ninguna parte.
Reunión de hechos
Slowtrack. Cañizares, 12. Madrid. Hasta finales de mayo.
"La expresión se entrecruza con la experiencia dando lugar a un tipo de visión marcada por la capacidad del fragmento para significar el todo", leo en Slowtrack. Es una breve nota escrita por Alfredo Aracil, comisario de la exposición Reunión de hechos.
Me pregunto cuánto somos capaces de estirar las palabras propias y ajenas y cómo es ese lugar donde pretendemos que nos lleven. Se lo pregunta también una de las artistas reunidas aquí, Silvia Cuenca Sanz (Madrid, 1984), de quien recuerdo el proyecto llamado
Cómo es, igual al libro de Samuel Beckett que no tiene signos de puntuación. Es un proyecto de pura especulación, donde la artista (y nosotros) se imagina si el motivo por el que Beckett huyó de los puntos y las comas fuera por el hecho de hallarse en ellos, de estar habitándolos. Viendo sus obras,
uno piensa que vivimos en el interior de un conjunto de relaciones que definen lugares irreductibles.