Detalle de Dream Sketches of Forbidden Birds, 2014
Uno de los sellos de identidad de Jerónimo Elespe (Madrid, 1975) es el tamaño diminuto de buena parte de sus cuadros. No son miniaturas, sino pinturas de dimensiones tan pequeñas que su contenido resulta imperceptible para el visitante cuando entra en la sala o galería donde se exponen. Sólo resultan visibles si uno se aproxima casi hasta tocarlas, haciendo de la mirada un momento de intimidad y cercanía. Son ejercicios de control y precisión que reprime en el artista cualquier deseo de expresión gestual o de violencia. Compaginan símbolo y abstracción sin permitirse ningún arrebato emocional, aunque desencadenan un éxtasis sensible en el observador.Esas pinturas privadas son sólo cinco o seis de las más de 30 que expone en su primera exposición en el espacio de IvoryPress, y, pese a ello, se podría decir que son su ancla, allí donde asienta la razón principal que da coherencia a toda la exposición que combina pinturas de diferente formato y tres vitrinas con composiciones de fragmentos de dibujos sobre papel. Cuatro de ellos, Brisk, Mixed, Strikes y Rare Morning, de 2014, son también los que poseen un mayor desparpajo cromático y juegan contrapunto perfecto con las pinturas de mayor tamaño.
Unas y otras, intercambian elementos figurativos con una abstracción acuciante, en la que el papel protagonista es el lentísimo proceso de realización de cada pintura, sea grande o casi minúscula. Parece que el pintor (que afirma trabajar preferentemente sobre soporte de aluminio por la fortaleza del metal) volviese una y otra vez sobre la misma superficie añadiendo leves toques reiterados de pintura, y rítmicas pinceladas que, sumándose unas a otras, conforman un lugar existente únicamente en la pintura y en la que ésta despliega tanto la posibilidad de una superficie móvil y vibrante como la emergencia de una tamizada y casi fantasmal figura.
En las obras más figurativas no cabe encontrar ningún tipo de argumento heroico o trascendental, sino sólo ciertas referencias que sugieren un entorno doméstico, como unas muchachas ante un tocadiscos o una persona sentada al ordenador. También vemos retratos de ambigua simbología, como una mujer que hospeda pájaros en sus manos y otra que bien podría sostener su propia caja de Pandora. Son, ciertamente, las que me resultan más convincentes, aunque para obras deslumbrantes está la delicada pareja, ella desnuda, de Steps, o el durmiente de El gato y su extraordinario juego de rojos, verdes y tierras. También encontramos gratas sorpresas en la obra sobre papel, como el dureriano esqueleto dibujado en Second Time Around y la deliciosa escena de baño oculta o disfrazada de Late Bath. Las obras abstractas presentan un sustrato geométrico potente, especialmente visible también en las obras sobre papel, entre las que destacaría What you do y su sutil secuencia geométrica.
No descubro nada de Jerónimo Elespe que no haya sido apreciado ya por la crítica, pero no está de más reafirmar la calidad técnica del pintor, su sabiduría, que a mi modo de ver le sitúa en las proximidades de los artistas europeos de mediados del siglo XX, para los que la superficie pintada tenía tanto de existencia propia como de confesión personal, una pintura, por así decirlo, privada.